La investigación dirigida por el fiscal especial Robert Mueller sobre la injerencia de Rusia en las elecciones de Estados Unidos de 2016 tuvo varias derivaciones en las que están implicadas integrantes de la campaña del presidente estadounidense, Donald Trump. En particular, se investigan las relaciones de estas personas con jerarcas rusos o pro rusos. Una de estas causas se convirtió ayer en la primera en llegar a juicio. Se trata de un caso que involucra a Paul Manafort, que fue nombrado jefe de la campaña presidencial de Donald Trump en junio de 2016 y sólo dos meses después tuvo que renunciar, asediado por acusaciones de que había asesorado a organizaciones políticas pro rusas en Ucrania.

Esas acusaciones son las que derivan ahora en una causa judicial en la que se presentaron 18 cargos contra Manafort, relativos a fraude bancario y fiscal. Manafort empezó su carrera como asesor en 1970, trabajando con políticos estadounidenses, y después asesoró a dirigentes de otros países, como Filipinas, Somalia y Angola. Su último cliente, antes de Trump, fue Víktor Yanukóvich, el ex presidente pro ruso de Ucrania, que enfrentó fuertes protestas que lo llevaron a renunciar al cargo y exiliarse, justamente, en Rusia.

De acuerdo con la investigación judicial, Manafort ocultó en cuentas bancarias en el extranjero, no declaradas, gran parte de los 60 millones de dólares que ganó trabajando durante varios años con Yanukóvich. Si bien esta acusación no está directamente vinculada con su actuación durante la campaña de Trump, forma parte de los antecedentes con los que Manafort fue contratado y respalda la teoría de la Fiscalía de que el equipo del entonces futuro presidente buscaba un acercamiento con Rusia.

Por estos delitos Manafort enfrenta una condena máxima de 270 años de prisión. La Fiscalía se propone que el ex jefe de campaña se convierta en un colaborador y brinde información sobre la llamada “trama rusa”. Sin embargo, hasta ahora Manafort se ha negado y se ha declarado inocente.