El primer aniversario de las protestas supremacistas de Charlottesville, en las que una manifestante contra el racismo fue asesinada y más de 30 personas resultaron heridas, volvió a dividir en dos a los Estados Unidos del presidente Donald Trump. Durante el fin de semana, activistas, líderes locales y estudiantes de esa ciudad del estado de Virginia recordaron a las víctimas de los incidentes de agosto de 2017 y condenaron el accionar de grupos ultraderechistas en el país.

En el parque Washington de Charlottesville, el activista Don Gathers pidió seguir con el “legado” de Heather Heyers, la mujer de 32 años que murió después de ser atropellada por un declarado neonazi. “Por favor, recuerden el legado de Heather. Los nazis siguen por aquí, pero ahora visten trajes y corbatas, no capuchas como los [miembros] del Ku Klux Klan [KKK]. Tenemos que contraatacar”, advirtió Gathers, frente a unas 300 personas.

En el mismo sentido se expresó Brandon Collins, de la Asociación de Vivienda Pública de Charlottesville: “Esta ciudad y nuestro país tienen un pasado racista terrible, desde la colonización hasta el esclavismo. Tenemos que ser el motor del cambio”.

El sábado, bajo la consigna “No al racismo”, otra actividad organizada por estudiantes reunió al doble de personas en el campus de la Universidad de Virginia, en Charlottesville. “Nosotros decimos basta al racismo. El apoyo a los movimientos supremacistas blancos persiste. Necesitamos organizarnos así siempre para seguir combatiendo a esta lacra”, dijo uno de los organizadores de la manifestación a la agencia de noticias Efe. “No a Trump, no al KKK, no a los fascistas en Estados Unidos” y “Las vidas de los negros importan” (“Black lives matter”) fueron algunas de las consignas que se repitieron.

Inicialmente, se convocaba a concentrarse en una plaza del campus que fue tomada hace un año por los grupos de supremacistas blancos. Sin embargo, la Policía rodeó ese lugar e instaló un sistema de seguridad con detectores de metales para controlar la entrada al recinto, y los organizadores decidieron cambiar de lugar. “No era seguro para nosotros ni para nuestra comunidad, y hubiera sido una traición a nuestros ideales. Nos querían encerrados en una jaula, y eso no pasará”, dijo el estudiante a Efe.

Lejos, supremacistas blancos, neonazis y activistas de extrema derecha también se movilizaron y repitieron la marcha “Unir a la derecha”, la misma que hace un año terminó de manera trágica. Esta movilización empezó ayer de tarde en Washington y estaba previsto que terminara frente a la Casa Blanca. Los convocantes esperaban que asistieran unas 400 personas para manifestarse “en defensa de los derechos civiles de los blancos”, pero asistieron apenas unas 20 o 30, en su mayoría envueltas en banderas de Estados Unidos. La marcha ultranacionalista estuvo rodeada de varias concentraciones opositoras. Por eso, las autoridades reforzaron la presencia policial. El objetivo era mantener a los dos bandos separados y evitar así enfrentamientos similares a los que tuvieron lugar en Charlottesville un año atrás.

En aquel entonces, Trump responsabilizó de la violencia tanto a los grupos neonazis como a los manifestantes antirracistas y aseguró que había gente “muy buena” entre los supremacistas blancos. Sus declaraciones fueron repudiadas por la oposición demócrata y por una parte del Partido Republicano, porque consideraron que el mandatario adoptó una postura “tibia”.

El sábado, en Twitter, Trump intentó ser más neutral y escribió: “Los disturbios en Charlottesville hace un año causaron muerte y división sin sentido. Debemos unirnos como nación. Condeno todo tipo de racismo y actos de violencia. Paz a todos los estadounidenses”.