Autoridades griegas y europeas celebraron ayer el fin del programa de ayuda financiera a Grecia, que deja al país sin el tutelaje de sus acreedores y le permite al gobierno de Alexis Tsipras adoptar políticas libremente.

Grecia “es un país normal ahora”, dijo el comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. “No vamos a controlar las medidas que adopte […], Grecia es libre de definir su política económica”, agregó en un discurso en el que también dijo que si el gobierno griego pide más colaboración Europa se la brindará.

Si bien ayer terminaron los ocho años en los que se aplicaron tres programas de rescate sucesivos, hasta 2022 la gestión de la economía griega seguirá sujeta a una estrecha vigilancia de la Comisión Europea, que junto al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo integró la troika de acreedores. Grecia no podrá deshacer aquellas reformas que fue obligada a llevar adelante ni dar marcha atrás en las medidas adoptadas durante el rescate, aunque sí podrá moderarlas.

Las consecuencias de los tres rescates en la economía griega son duras: Grecia es ahora uno de los países más pobres de la Unión Europea (UE), sus salarios están entre los más bajos, y su desempleo entre los más altos. Grecia recibió más de 300.000 millones de dólares de sus acreedores, y su deuda pública aumentó de 146% de su Producto Interno Bruto (PIB) en 2010 a 179% el año pasado. Este porcentaje es el más alto de la UE: el promedio de endeudamiento de los países de la eurozona es de 87%.

Por otra parte, los indicadores económicos vuelven a ser de crecimiento –en 2010 la economía griega se contrajo 1,6% y el año pasado creció 1,4%–, pero la producción se vio reducida en los últimos ocho años: en 2010 su PIB era de casi 300.000 millones de dólares, y ahora apenas supera los 200.000 millones. De acuerdo con el FMI, la reducción de la economía griega sólo fue superada en los últimos diez años por Yemen, Libia, Venezuela y Guinea Ecuatorial.

Uno de los indicadores que causaron mayor preocupación, debido a su impacto directo en la sociedad, es el del desempleo, que aumentó de 12% en 2010 a 20% el año pasado, con un récord histórico de 28% en 2013. El último dato oficial, del primer semestre de este año, muestra que empezó a caer, aunque sólo a 19,5%. En el resto de los países europeos el desempleo roza el 10%.

La falta de trabajo, que afecta principalmente a los más jóvenes y a las mujeres, es atribuida principalmente al cierre de empresas. El presidente de la asociación de pequeñas y medianas empresas griegas, Vasilis Korkidis, recordó ayer que 250.000 empresas tuvieron que cerrar y que 925.000 personas están desempleadas.

En paralelo, organizaciones y movimientos sociales que brindan servicios de asistencia a quienes lo necesitan –desde comida hasta atención médica– aseguran que reciben cada vez a más personas y que la vulnerabilidad social está en su punto máximo.

El gobierno celebró de forma moderada el cierre de esta etapa. “Hay que aprovechar esta oportunidad para curar las heridas de la crisis y el trauma de la larga austeridad, para terminar con los males del pasado y poner en marcha una transformación que proteja a la sociedad de futuras crisis”, dijo el vice primer ministro, Yannis Dragasakis. Tanto él como otros jerarcas manifestaron que confían en que los griegos empiecen a sentir la diferencia en las próximas semanas, aunque el gobierno no va a hacer cambios profundos.