Los seis candidatos a la presidencia de Argentina volvieron a encontrarse anoche, en el segundo debate previo a las elecciones del domingo, en el que se abordaron temas complementarios a los del primero: seguridad; empleo, producción e infraestructura; federalismo, calidad institucional y rol del Estado; desarrollo social, ambiente y vivienda.
Fue un debate con momentos más duros y tensos que el anterior, en el que se produjeron ataques más directos, y hasta personales, entre los candidatos.
Al principio pareció que iba a tener tonos similares. El presidente Mauricio Macri comenzó diciendo que el domingo no sólo se elige a autoridades políticas, sino también “en qué sociedad” quieren vivir los argentinos con sus “familias”, y agregó que comprende a “muchos que están enojados por la situación económica”, pero lo que viene es “un futuro con crecimiento, empleo y mejora del salario”. Pero ya cuando empezó a hablar el candidato opositor, Alberto Fernández, se notó la diferencia: optó por criticar que durante la semana varios medios argentinos se hayan dedicado a opinar sobre cómo utilizó el dedo índice de la mano derecha durante el debate pasado. “Sería bueno que nos dediquemos a otros índices”, dijo, mencionando la desocupación, la pobreza y la inflación, “ocupémonos de lo importante, por favor”, agregó.
La temperatura pegó un salto inesperado en el primer bloque temático, la seguridad. Todo discurría normalmente: El candidato del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño, criticó a quienes “niegan la histórica lucha de los organismos de derechos humanos” y señaló la situación en Chile para criticar esa “idea” de involucrar a los militares en la seguridad interna, que entre otros atribuyó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. El presidenciable de Consenso Federal, Roberto Lavagna, dijo que “ni el gatillo fácil” ni “la mano flácida”, sino “una mano justa, firme y, en casos extremos, incluso puño cerrado”. El ultraconservador Juan José Gómez Centurión, del Frente NOS, aseguró: “Hay que terminar con el narco en Argentina, porque corrompe a la república y mata a nuestros niños más vulnerables a través del paco”. Lo más fuerte había sido, hasta ese momento, el anuncio de José Luis Espert, de Unite, de que si fuera presidente impulsaría la baja de la edad de imputabilidad a los 14 años, una iniciativa que el actual gobierno parece haber dejado de lado.
Y ahí empezó la escalada: “El kirchnerismo quiso encubrir a los responsables del atentado de la AMIA”, disparó Macri, que antes había acusado a los gobiernos anteriores de ser responsables de “abandonar” a las víctimas de los delitos y “transformar a la Justicia en una puerta giratoria”. A diferencia del debate anterior, esta vez cuando el presidente criticaba a sus antecesores procuraba apoyarse en comentarios ya mencionados por los demás participantes; en este caso, lo hizo citando a Espert. “No somos lo mismo”, remató, retomando una frase que ya utilizó una semana antes. “Sí, gracias a Dios no nos parecemos en nada”, respondió Fernández, con una frase que repitió varias veces en los dos debates. También pidió “tratar los temas con menos marketing y más seriedad”, en una intervención en la que se dedicó a rebatir datos que Macri había presentado como mejoras en materia de seguridad. Y un poco más adelante, el presidente, que ya había defendido sus políticas para enfrentar al narcotráfico, dedicó sus 30 segundos a decir: “[Santiago] Maldonado: Desde el primer día ante la denuncia dijimos que íbamos a ir por la verdad. Y 52 peritos, de manera unánime, dijeron que las denuncias eran falsas. Este fue un claro ataque a una institución muy reconocida por su labor contra el narcotráfico. No fue casualidad”. Se terminaron sus 30 segundos y tomó la palabra un sorprendido Del Caño, que sólo atinó a decir: “Las cosas que tenemos que escuchar en este debate, la verdad”, antes de seguir hablando de otro tema.
El embate siguiente fue cuando llegó a los micrófonos el tema de la presunta corrupción durante los gobiernos anteriores, primero mencionado por Macri y después por otros candidatos, todos dirigidos a cuestionar a Fernández –que los integró–, hasta que llegó su turno y, dirigiéndose al presidente, planteó: “Se pregunta cómo yo en mis años de jefe de gabinete no vi la corrupción de la obra pública. ¿Y usted en el clan Macri no la vio? ¿No vio lo que pasaba en su familia? Después de que murió su padre [Franco] nos contó que era el responsable”. Se refería a unas declaraciones que hizo el presidente dos semanas después del fallecimiento, en las que reconoció que su padre sobornó a funcionarios en un momento “en el que para trabajar había que pagar”. La televisación no mostró la reacción del mandatario, cuyo turno para responder llegó varios minutos después: “Es de muy mal gusto citar a una persona que ya no está en este mundo y no se puede defender”, dijo, agregando que es “claro” que Fernández “tiene que tapar” los casos de corrupción que enfrentan los integrantes del anterior gobierno. “Es muy difícil creer que usted no vio nada [...] la verdad es que es imposible de creer”, añadió.
También hubo una sorpresa para Fernández en torno a este tema: Espert se dirigió directamente a él en una de sus intervenciones, y le preguntó si efectivamente “no vio nada”. El turno del candidato del Frente de Todos llegó enseguida: “Voy a ser breve, Espert. Cuando tuve diferencias renuncié y me fui a mi casa. [...] No tengo nada que ver con la corrupción, no me corra por ese lado. Puedo darle clases de decencia”.