Evitar el bloqueo político en el que se encuentra sumido el país desde hace casi 200 días es el objetivo inmediato que se ha planteado el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que nuevamente fue el más votado en las elecciones del domingo, pero tiene por delante un panorama bastante complejo para conformar las alianzas que le permitan gobernar. Por lo pronto, ayer, luego de la reunión del Ejecutivo Federal del partido, el número tres del bloque, José Luis Ábalos, vocero del encuentro, afirmó: “Nuestro compromiso es que no haya terceras elecciones, sino un gobierno progresista. Y eso no es una coalición de derechas”. De esta forma dejó claro que está descartada una eventual e inédita coalición con el Partido Popular (PP).

Ábalos informó que ayer mismo el presidente, Pedro Sánchez, comenzó los contactos con los líderes de otros partidos, a fin de “articular una propuesta y un proceso para intentar buscar acuerdos”. De esta instancia el PSOE excluyó a los ultraderechistas de Vox –los grandes ganadores de las elecciones del domingo, en las que se consolidaron como la tercera fuerza política de España– y a los sectores independentistas. En su primer discurso posterior a las elecciones, Sánchez dejó clara su posición sobre la exclusión de Vox y los sectores soberanistas catalanes, cuando dijo que hacía un llamado al diálogo a “todos los partidos [...] salvo aquellos que se autoexcluyen de la convivencia y siembran el discurso del odio”.

Según consignó el portal Público, durante su comparecencia de ayer Ábalos no explicitó si su formación está dispuesta a plantear un gobierno de coalición a Unidas Podemos, tal como exige el sector que encabeza Pablo Iglesias, pero tampoco descartó esa posibilidad. En cuanto a la no convocatoria a los partidos independentistas, Ábalos dejó abierto ese camino para contar con un posible voto de apoyo de Ciudadanos, ya sea con su voto favorable o con su abstención, algo que facilitaría la investidura de Sánchez, tras un eventual acuerdo con la formación de Iglesias y con Más País, sector liderado por Íñigo Errejón, sumado al apoyo de algunos partidos no independentistas.

La cuestión es que queda por verse qué camino tomará Ciudadanos. Luego de la debacle electoral del domingo –pasó de tener 57 escaños a diez–, ayer renunció su líder histórico, Albert Rivera, lo que agrega a la situación política una dosis extra de incertidumbre. Rivera no sólo anunció que dejará de ser la cabeza de su partido, sino que tampoco asumirá su banca como diputado y que renuncia a la vida política. “Nunca he escatimado en responsabilidades, nunca me he escondido, nunca me he tapado la cara. He sido valiente y coherente, y por eso tomo la decisión de dimitir para que Ciudadanos decida en un congreso su nuevo rumbo”, afirmó Rivera en una rueda de prensa que brindó ayer.

Por su parte, el gran ganador de la jornada del domingo, el líder de Vox, el ultraderechista Santiago Abascal aseguró ayer que “entendería” una abstención del PP y Ciudadanos que permitiera gobernar a Sánchez, pero descartó de plano que su sector fuera a hacer algo para evitar una nueva repetición electoral. “La gobernabilidad no es responsabilidad de Vox, los españoles nos han votado para que hagamos oposición”, afirmó Abascal. Con su formación convertida en la tercera fuerza política, los 52 diputados de Vox votarán en contra de cualquier gobierno liderado e integrado por el PSOE. El dirigente afirmó que Vox “no va a contribuir a la formación de un gobierno socialista” y reafirmó que su partido será el dique de contención para las políticas y gobiernos de izquierda.