El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo el año pasado que su primera cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong-un, fue al principio “dura”, pero que después “se enamoraron”. Y lo elogió en varias apariciones públicas: como dirigente político y como persona. También insistió en la “muy buena relación” que forjaron desde ese histórico encuentro. “Me agrada y le agrado”, llegó a gritar en octubre, en un acto en West Virginia.
Sin embargo, aquella primera cumbre, que tuvo lugar en Singapur cuatro meses antes, se caracterizó por la tensión entre los dos gobernantes y sus resultados vagos. Si bien se comprometieron a trabajar para lograr la desnuclearización y la paz permanente en la Península de Corea, desde entonces ha habido pocos progresos. Fue más un primer acercamiento entre los dos líderes que una reunión de trabajo. Faltó la hoja de ruta.
Por eso, toda la expectativa estaba puesta en la segunda cumbre que empezó ayer en la capital de Vietnam, Hanói, y que terminará en la mañana de hoy con la firma de un acuerdo conjunto, adelantó ayer la Casa Blanca sin dar más detalles. Antes, estaba previsto que Trump y Kim se reunieran mano a mano en el hotel Sofitel Metropole durante 45 minutos. Luego se les unirían sus respectivos equipos, según se lee en la agenda oficial de Trump. En representación de Estados Unidos viajaron el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el jefe de gabinete en funciones de la Casa Blanca, Mick Mulvaney. Del otro lado acompañaban a Kim el canciller norcoreano, Ri Yong-ho, y el principal responsable de inteligencia del país asiático, Kim Yong-chol.
La cumbre empezó ayer con un breve encuentro de 20 minutos entre Trump y Kim ante la prensa, en un ambiente mucho más distendido que el que se percibió en 2018. Los dirigentes se dieron la mano durante casi diez segundos con banderas estadounidenses y norcoreanas de fondo. Ambos sonrieron y mostraron optimismo. El presidente estadounidense vaticinó que la cumbre sería “un éxito” y apuró un contundente “no” cuando un periodista le preguntó si pensaba dar “marcha atrás” sobre el proceso de desnuclearización de Corea del Norte. Trump también destacó que ese país tiene un potencial económico “tremendo, increíble, ilimitado” y prometió que ayudaría a Pyongyang a aprovecharlo si prosperan las negociaciones sobre el desmantelamiento de su arsenal nuclear. “Estoy deseoso de ver cómo ocurre [el proceso] y de ayudar a que ocurra”, afirmó.
Unas horas antes, en Twitter, el gobernante estadounidense escribió que Vietnam estaba prosperando “como pocos lugares en la Tierra” y que Corea del Norte podría hacer lo mismo “muy rápidamente si se desnucleariza”. “El potencial es asombroso”, agregó, “es una gran oportunidad, como casi ninguna otra en la historia, para mi amigo Kim Jong-un. Lo sabremos bastante pronto”.
Por su parte, un Kim más parco aseguró que los dos países superaron varios obstáculos para celebrar una segunda cumbre y elogió a Trump por su “valiente decisión” de comenzar un diálogo bilateral. “Ahora que nos estamos reuniendo aquí de nuevo, confío en que habrá un resultado excelente que será celebrado por todos, y haré todo lo posible para que esto ocurra”, dijo el norcoreano. Después, en el mismo hotel, las dos comitivas celebraron una cena en la cual los dos gobernantes mantuvieron un “muy buen diálogo”, según tuiteó Trump.
Se preveía una declaración conjunta que sirva para impulsar el proceso de desnuclearización que se planteó en Singapur. Pero a pesar de los gestos amistosos entre los dos líderes, analistas estadounidenses no creen que el gobierno de Corea del Norte esté preparado para eliminar sus armas nucleares. Como mucho, podría ofrecer un desarme parcial centrado en su complejo nuclear de Yongbyon, donde produce su combustible para bombas atómicas y que Kim ya se ofreció a desmantelar “permanentemente” a cambio de “medidas correspondientes” de Washington.
Esas medidas podrían incluir el levantamiento de sanciones económicas que pesan sobre el gobierno de Kim y la firma de una declaración política que ponga un verdadero punto final a la Guerra de Corea, que hace 66 años concluyó con un alto el fuego en lugar de un tratado de paz.