Las manifestaciones convocadas por los “chalecos amarillos” franceses el sábado derivaron en episodios de violencia de una magnitud que no se veía desde diciembre, según informó el gobierno de Emmanuel Macron. Hubo destrozos, saqueos, incendios, mobiliario vandalizado y enfrentamientos entre manifestantes, que lanzaron piedras, y la Policía, que respondió con gases lacrimógenos. Sólo en París se registraron destrozos en 124 comercios y 27 fueron saqueados. El departamento de bomberos de la capital informó que debió rescatar a una mujer y a un bebé que quedaron atrapados en la oficina de un banco que fue prendida fuego. La jornada de movilizaciones –la número 18 desde que empezaron las protestas, hace cuatro meses– terminó con el arresto de 240 personas.

La violencia en esta manifestación obligó al primer ministro francés, Édouard Philippe, a convocar el domingo a una reunión de emergencia con los ministros del Interior, Christophe Castaner, y de Justicia, Nicole Belloubet, para analizar la situación y repensar la estrategia de seguridad. De ese encuentro surgieron nuevas medidas. Ayer, en una conferencia de prensa, los tres funcionarios anunciaron que el gobierno no permitirá las manifestaciones de chalecos amarillos en la avenida de los Campos Elíseos –donde se desarrollan desde el inicio– o en otros lugares específicos si se sospecha que pueden volver a repetirse los altercados y saqueos del sábado.

Esas prohibiciones se aplicarán desde el momento en que se tenga conocimiento de “la presencia de militantes ultra” con voluntad de causar destrozos, explicó el primer ministro. El sábado, por ejemplo, el Ministerio del Interior identificó en la capital a 1.500 personas como responsables de los disturbios, de un total de casi 10.000.

Philippe adelantó además que las fuerzas de seguridad tendrán más autonomía para actuar y procederán “a la dispersión inmediata” cuando haya concentraciones con elementos vandálicos. Agregó que la Policía tendrá medios suplementarios, como drones y videos, y que aumentarán las multas por participar en una manifestación prohibida.

Por otro lado, el primer ministro reconoció que la estrategia de mantenimiento del orden que se venía aplicando desde diciembre “no se aplicó correctamente” el sábado pasado en París y que “la movilidad y la reactividad” de las fuerzas del orden “fallaron en la conducción de las operaciones”. Por eso, también anunció la destitución del responsable de la Prefectura de Policía de la capital, Michel Delpuech, cuyo liderazgo fue muy criticado en los últimos meses. Será sustituido por Didier Lallement, quien estaba a cargo del departamento de Gironde, en el suroeste del país.

Philippe también defendió al presidente francés, Macron, que el sábado volvió antes de su fin de semana de esquí en los Pirineos e insistió con la necesidad de tomar “cuanto antes medidas fuertes”, sin explayarse mucho. “Lo que pasó en los Campos Elíseos no se llama manifestación. Es gente que quiere destruir la república, con el riesgo de matar. Quienes estaban allí son cómplices”, aseguró el gobernante.

Las protestas del sábado eran importantes para los chalecos amarillos porque, además de celebrar el cuarto mes de reivindicaciones, se desarrollaron un día después de que terminó la primera fase del “gran debate nacional” impulsado por Macron. Esta iniciativa del gobierno busca abrir un espacio de diálogo frente a esta crisis y hacerle frente a los pedidos de este movimiento. Esta etapa del debate consistió en asambleas populares con los ciudadanos, que podían plantear propuestas. La segunda incluirá conferencias temáticas y talleres participativos.