Las que vienen no serán unas elecciones más en Israel. En caso de que el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, resulte reelecto una vez más, llegará a su quinto mandato, el cuarto consecutivo, y superará así en longevidad en el cargo al histórico líder David Ben-Gurión, que gobernó de 1948 a 1953 y de 1955 a 1963. Si Netanyahu es derrotado, llegará a su fin el largo ciclo del partido derechista Likud en el gobierno, que comenzó en 2009, justamente con el segundo mandato del actual primer ministro. Antes, Netanyahu había gobernado de 1996 a 1999.

A diferencia de elecciones anteriores, esta vez a Netanyahu no se le presenta tan accesible el objetivo de seguir en el gobierno. El líder de Likud es desafiado por el partido centrista Kajol Lavan (Azul y Blanco, en hebreo), que fue creado recientemente y tiene como líder a Benny Gantz, un ex militar de larga trayectoria, ex jefe del Estado Mayor israelí. Gantz, de 59 años, estableció una alianza con el ex ministro de Economía Yair Lapid, líder del partido centrista Yesh Atid (Hay un Futuro), y se presenta como un adversario de peso para el primer ministro. Esto se refleja en las últimas encuestas de intención de voto.

De acuerdo con un sondeo del instituto especializado Midgam que publicó el diario Yediot Aharonot, hay un empate entre el bloque oficialista y el opositor. Según la encuesta, Azul y Blanco obtendría 33 escaños en el Parlamento, el Likud lograría 29, y en tercer lugar aparece el partido Avodá, los laboristas, que fueron la primera fuerza política del país durante las primeras décadas de existencia del país, pero desde hace años están fuera del poder. Gobernaron por última vez de 1999 a 2001, con Ehud Barak a la cabeza.

Sin embargo, de acuerdo con el estudio, el Likud formaría un gran bloque con otros sectores de derecha y con los partidos religiosos para poder llegar a tener 61 votos en un Parlamento con 120 escaños, por lo que podría conformar un nuevo gobierno. El sistema electoral israelí es parlamentario, por lo que los votantes eligen un partido y luego una mayoría en el Parlamento determina la designación del primer ministro.

De todas maneras, todavía faltan algunas semanas para las elecciones y las cosas pueden variar, en especial si se tiene en cuenta que el partido Azul y Blanco seguirá insistiendo en destacar las acusaciones de corrupción que pesan contra Netanyahu –que en julio deberá comparecer ante la Justicia por estos cargos– y en cuestionar su idoneidad para ocupar el cargo en caso de ser encontrado culpable.

A la derecha

En los últimos años la política israelí ha sufrido un decidido vuelco hacia la derecha. En ese contexto, Netanyahu se ha presentado a sí mismo como un líder fuerte, capaz de conducir el país en un período complejo. Pero mantener ese discurso ahora puede no resultarle tan efectivo si se tiene en cuenta que su principal oponente en las elecciones es un militar con sobradas credenciales en materia de seguridad, uno de los temas que suelen estar en los primeros lugares de la agenda en todas las elecciones israelíes. El conflicto con los palestinos tiene cierta preponderancia en la agenda electoral, pero más aun la tiene la cuestión de la ideología de los candidatos, asunto en el que ha insistido el actual primer ministro.

Netanyahu, de 69 años, afirma que Gantz podría llegar al gobierno únicamente si es apoyado por los partidos de izquierda y también por los sectores políticos árabes israelíes, y en esto pone el énfasis en su discurso. “Gantz y Lapid saben que no pueden llegar a los 61 escaños sin el apoyo de los partidos árabes. Para esconderlo, se disfrazan diciendo que no son de izquierda. Si hablan como izquierda, piensan como izquierda y actúan como izquierda, ¡son de izquierda!”, afirmó el primer ministro, que les dijo a sus oponentes: “No tengan vergüenza en decir que son de izquierda. No pasa nada. Se puede ser de izquierda. Es legítimo. Lo que no es legítimo es ocultarlo”.

Por su parte, Azul y Blanco se presenta como la alternativa a Netanyahu y a su política de “miedo y odio”. Pero, además de las cuestiones de seguridad y más allá de la campaña electoral, los ciudadanos israelíes están preocupados por el día a día. Uno de los asuntos que los inquietan es que, si bien en los últimos años la economía del país ha crecido, también creció el costo de vida, lo que ha repercutido en la vida de muchas personas.

Un nuevo elemento

El canal 12 de la televisión israelí reveló el jueves que Gantz había sido notificado por agentes del Shin Bet –el servicio de inteligencia interna de Israel– de que tenían información acerca de que su teléfono personal había sido intervenido por hackers iraníes. La noticia rápidamente pasó a los primeros planos de la agenda informativa del país y generó reacciones de todo tipo.

El general retirado Moshé Yalón, ex ministro de Defensa y ex integrante del Likud, que actualmente es el número tres del sector de Gantz, manifestó públicamente sus dudas acerca de que las interferencias vengan desde Irán –cuyo régimen es considerado por la enorme mayoría de los israelíes la principal amenaza para su país–. Dijo que esta información, a la que calificó de “dudosa”, salió a la luz pública a instancias de Netanyahu. Esta teoría fue ratificada por Azul y Blanco en un comunicado en el que acusaban directamente al primer ministro de estar detrás de esa información y usarla como una maniobra con fines electorales, según informó el diario The Jerusalem Post.

Por su parte, el propio Gantz se refirió al asunto durante un encuentro con medios de prensa, el viernes, en una zona cercana a la frontera con la Franja de Gaza. Esta ocasión fue la primera en la que el candidato se prestó a contestar preguntas de los periodistas, la mayoría de las cuales giraron en torno a la posible intromisión iraní en el proceso electoral de Israel. “Alguien publicó una historia política delirante y chismosa”, afirmó Gantz, quien aseguró también que “no hay amenazas ni extorsiones”. Agregó: “No había nada importante en el teléfono. Alguien le ha estado dando vueltas políticas al asunto”. Cuando le preguntaron si en su teléfono personal había información que lo involucraba en una relación extramarital, el militar se enojó visiblemente, antes de negarlo. “El Estado de Israel es más importante para mí que esta tontería”, añadió.

Por otra parte, el candidato acusó a Netanyahu de haber perdido la capacidad de disuadir a Hamas desde el gobierno de Israel. Se refirió a que en la noche del jueves se registró el lanzamiento de cohetes desde la Franja de Gaza, que cayeron en las inmediaciones de la ciudad de Tel Aviv, sin causar víctimas ni daños materiales. “Desafortunadamente, la agenda de seguridad no está siendo establecida por Israel, sino por Yihya Sinwar y los [otros] jefes de Hamas”, dijo irónicamente. “Israel debe devolver la iniciativa a sus manos, con políticas más duras que harán que Hamas quiera restaurar la tranquilidad total”, sentenció.

El candidato agregó además que Netanyahu, en lugar de estar “tranquilo, debe cumplir su promesa y poner fin a sus políticas de vacilación”. Todo indica que entre los dos dirigentes se define la elección del 9 de abril.

Extrema derecha y marihuana

Una de las jugadas más arriesgadas de Netanyahu en su aspiración a seguir siendo el primer ministro israelí fue la de pedirles al partido Hogar Judío –que básicamente representa a los colonos de Cisjordania– y a los ultraderechistas de Unión Nacional que formen una coalición con el partido Poder Judío. Este sector de extrema derecha, abiertamente racista, es heredero del partido Kach, que fue ilegalizado en Israel en 1994 y que es considerado una organización terrorista por Estados Unidos, Israel, Canadá y la Unión Europea. La idea del primer ministro es que esta coalición electoral alcance el mínimo de 3,25% del padrón electoral para poder así obtener escaños en el Parlamento. A cambio de permitir una alianza de gobierno con Poder Judío, Netanyahu prometió a Hogar Judío y a Unión Nacional dos ministerios en caso de que sea reelecto.

El posible ingreso de representantes de Poder Judío en el Parlamento generó una gran reacción de rechazo, tanto en el plano nacional como en el internacional. Esta organización racista, antiárabe y ultranacionalista reconoce como líder espiritual a Mehir Kahane, un rabino estadounidense que a principios de la década de 1970 emigró a Israel y fundó el Kach, sector que promovió las acciones violentas contra los ciudadanos árabes.

Kahane fue asesinado en Nueva York en 1990 por un militante islámico, pero su legado permaneció vivo en cierto sector minoritario de la sociedad israelí y así fue que en 1994 se produjo la denominada Masacre de Hebrón, el asesinato de 29 musulmanes que se encontraban rezando en la Tumba de los Patriarcas –un lugar considerado sagrado tanto por los judíos como por los musulmanes–. El responsable del ataque fue Baruch Goldstein, un extremista del Kach, que luego de la masacre fue golpeado hasta la muerte por los sobrevivientes.

Otro sector que podría tener representación en la próxima legislatura israelí es el partido Zehut (Identidad), liderado por Moshe Feiglin. Se trata de un ex integrante del Likud que en su nuevo partido combina una concepción económica liberal; la búsqueda de una menor injerencia de la religión en el control de ciertas cuestiones, como el casamiento, un férreo nacionalismo opuesto a la solución de dos estados; y que además se propone legalizar el uso de la marihuana, con fines tanto médicos como recreativos.

“Llegué a la conclusión de que es imposible separar el cannabis medicinal del cannabis legal para toda la población, porque es imposible acelerar y frenar al mismo tiempo”, afirma Feiglin. “El consumo general y médico están conectados, y ninguna reforma logrará separarlos. Lo que hay que hacer es liberar el cannabis, legalizarlo de manera ordenada, como se hizo en Canadá”, sentenció el candidato, que, de acuerdo con los sondeos, tiene buenas chances de llegar al Parlamento.