Lo que era un secreto a voces desde hacía varias semanas se terminó de confirmar ayer: el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dispuso la remoción del ministro de Educación, el colombiano naturalizado brasileño Ricardo Vélez. En su lugar designó a Abraham Weintraub, un economista y profesor universitario que durante la transición asesoró al gobierno en el área de la reforma de la previsión social.

Weintraub –quien además cuenta con una vasta trayectoria en el mercado financiero– llegará al ministerio con el compromiso de poner a andar una cartera empantanada debido a la ineficaz gestión de Vélez, quien era severamente cuestionado desde varios frentes. Desde que asumió su cargo, el ex ministro de Educación fue acumulando decisiones y declaraciones públicas infelices. En los menos de 100 días en los que estuvo al frente del ministerio echó a 92 altos funcionarios, una medida que paralizó a la cartera.

La llegada de Vélez había sido propiciada por Olavo de Carvalho, un referente ideológico de Bolsonaro, de gran influencia en las posturas políticas del presidente, que por esto mismo genera grandes resistencias dentro del ámbito militar. Pero al final, el propio Olavo le retiró su apoyo al ministro, con el argumento de que no estaba haciendo bien las cosas. Durante el fin de semana publicó en su cuenta de Twitter: “No voy a hacer nada contra él, pero no voy a lamentar si lo echan del ministerio”.

Más allá de esta disputa, dentro del gobierno de Brasil, entre militares y civiles de derecha, el diario Folha de São Paulo informó que generales activos y retirados cercanos al presidente defendieron la elección de alguien con un perfil técnico que, si bien es respetado en el ámbito comercial y académico, es desconocido en el ambiente político. Sin embargo, el nuevo ministro también es un seguidor de Olavo, algo que algunos analistas consideran una nueva derrota de los militares, que querían en el cargo a alguien más cercano a ellos.

Acerca de Olavo, Weintraub dijo que “tiene ideas muy buenas” pero no sigue “al pie de la letra todo lo que dice”, y agregó: “No porque me guste la música clásica dejo de escuchar rock and roll de vez en cuando”. Hizo estas declaraciones durante un encuentro de referentes de derecha de distintos ámbitos, en diciembre, en la localidad de Foz do Iguaçu.

Allí Weintraub había afirmado que “para vencer al ‘marxismo cultural’ había que adaptar las ideas de Olavo”. En ese mismo encuentro, el ahora ministro de Cultura defendió “la expurgación del comunismo” del país y afirmó que es necesario prevenir la amenaza de ataques terroristas islámicos para que Brasil se transforme “en uno de los países más pacíficos del mundo”.

Ayer, durante una breve comparecencia ante periodistas, después de ser designado, Weintraub dijo: “Soy alguien puramente técnico. Mi misión es cumplir lo que está escrito en el programa de gobierno de forma serena, tranquila y eficiente, de manera de generar bienestar en el ciudadano. Ese es el objetivo del Estado, que existe para servir a los ciudadanos”.

Este cambio en el gabinete de Bolsonaro llega en un momento en el que su popularidad se encuentra en pleno descenso. De acuerdo con una encuesta de Datafolha, 30% de los brasileños tiene una imagen “mala o pésima” del mandatario y 33% una “regular”.

Según el escenario que muestra el sondeo, publicado por Folha de São Paulo, Bolsonaro es el presidente más impopular al comienzo de su gestión desde la reinstauración de la democracia, en 1985. Otras encuestas recientes elaboradas por las agencias Ibope y XP también mostraron una caída marcada de la popularidad en estos tres meses de gestión.

Bolsonaro reaccionó con ironía ante la encuesta de Datafolha. “¿Datafolha? No voy a perder el tiempo en comentar una encuesta de Datafolha, que dijo que yo iba a perder las elecciones” en el balotaje de 2018, dijo.