“Hemos sido llamados al frente, nuestro país nos necesita”, exclamó el ultraderechista holandés Thierry Baudet en la noche del 20 de marzo. Empezaban a aparecer los primeros resultados de las elecciones provinciales y legislativas que se celebraron en Holanda ese día, y todo indicaba que su partido, Foro para la Democracia (FvD), se convertiría en la mayor bancada del Senado. Esta cámara es elegida indirectamente por los representantes de las provincias y cuenta con 75 bancas.

La formación de ultraderecha, nacionalista, eurófoba, sexista y antiinmigración se quedó con 13 escaños en los primeros comicios en los que participa desde su nacimiento, en setiembre de 2016. Conquistó una banca más que el Partido Popular, Liberal y Demócrata (VVD), que lidera el primer ministro holandés, Mark Rutte, que se estancó en 12. La derrota del oficialismo se acentúa todavía más porque la coalición de gobierno –que reúne al VVD con los partidos Llamada Demócratacristiana, Demócratas 66 y la Unión Cristiana– perdió la mayoría que reunía en el Senado, al quedarse con 31 bancas en total.

El partido emergente se benefició de una caída de la derecha liberal (que encarna la alianza oficialista) y de la extrema derecha. Especialmente, le quitó votos a su rival más directo, el Partido por la Libertad, que perdió cinco bancas. Hasta ahora esta formación, encabezada por el excéntrico y xenófobo Geert Wilders, era la que aglutinaba al electorado de la derecha más radical.

El día después de las elecciones, y ante el panorama dividido que dibujaron los resultados, Baudet tendió la mano a los partidos de la coalición del gobierno para analizar la posibilidad de negociar alianzas, pero con la condición de que admitan que los holandeses “quieren menos inmigrantes” y que se ponga “fin a las tonterías climáticas”. El primer ministro Rutte dijo más tarde –sin referirse específicamente a ningún partido– que no tiene la intención de buscar un nuevo pacto de gobierno para garantizar la mayoría en el Senado y que prefiere buscar acuerdos independientes para cada propuesta que se analice en esta cámara, que tiene la última palabra sobre las leyes.

En el discurso de la noche electoral, Baudet mostró orgullo y firmeza pero también sorpresa: su victoria no fue prevista por ninguna de las encuestas de intención de voto publicadas en las semanas previas. Ni siquiera sus integrantes se tenían fe. El líder ultraderechista –simpatizante del presidente estadounidense, Donald Trump, y enemigo público de la Unión Europea (UE)– celebró las pérdidas sufridas por “los partidos del establishment” y aseguró que el éxodo de votantes hacia el FvD es un “castigo por su arrogancia y estupidez”, pero también un “llamado”, porque Holanda “necesita” a la extrema derecha.

Como sucede en muchos de los partidos ultraderechistas que están en ascenso en Europa, el perfil del FvD es el reflejo de la imagen de su líder, conocido en Holanda por sus declaraciones xenófobas, euroescépticas y antifeministas. En la campaña electoral también se destacó en su discurso la negación del calentamiento global, un fenómeno al que Baudet se refiere como la “brujería climática”, en una línea parecida a la de Trump. El nuevo partido holandés se opone a las políticas de preservación del medioambiente, que a su entender representan una “idolatría de la sostenibilidad” que está de moda.

Baudet, que es abogado e historiador, advierte en uno de sus libros que la unificación europea y el multiculturalismo han debilitado al Estado. Por eso, aboga por cerrar las fronteras de Holanda a todos los inmigrantes, especialmente si son musulmanes, porque “vienen de otras culturas opuestas” a la occidental.

En paralelo, propone que Holanda abandone el Espacio Schengen de libre circulación de personas en la UE, y es un ferviente defensor de la disolución del bloque. De hecho, hasta no hace mucho tiempo apostaba por la celebración de un referéndum para un “nexit” –un brexit holandés–, pero en los últimos meses bajó el tono al respecto debido a las complicaciones que está teniendo Reino Unido para lograr una salida negociada de la UE.

Tres días después de la celebración de las elecciones, más de 10.000 personas se manifestaron en Ámsterdam contra el racismo y la xenofobia. Los manifestantes, entre los que había representantes de partidos políticos socialdemócratas y de izquierda, también llevaban pancartas contra Baudet y Wilders. La protesta fue organizada por la organización Coalición Antirracismo, que unió el rechazo a los resultados de las elecciones con el hecho de que en esos días se celebraba el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.