La lucha por el poder en Libia se mantiene desde la caída de Muamar Gadafi, el gobernante derrocado y asesinado en 2011. En este marco, la campaña militar que lanzó el jueves el mariscal Jalifa Hafter para quedarse con el control de la capital, Trípoli, provocó evacuaciones, heridos y muertos, y ayer derivó en el cierre del único aeropuerto que seguía en funcionamiento en la ciudad. Las tropas del líder militar también bombardearon el antiguo aeropuerto internacional de Trípoli, en desuso desde hace años, e intensificaron los ataques terrestres en los barrios aledaños, con el respaldo de aviones cedidos por Emiratos Árabes Unidos. Los dos objetivos constituían puntos esenciales para la conquista de la ciudad.

Dos gobiernos se disputan el poder en Libia: uno en Trípoli, impuesto por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), apoyado por la Unión Europea (UE) y encabezado por Fayez al Sarraj; y otro establecido en la ciudad de Tobruk, al noreste del país, bajo la tutela de Hafter, que ya domina 70% del territorio. Quedarse con el control de la capital significa entonces, para el mariscal de 75 años, quedarse con el poder del país.

El avance del autoproclamado Ejército Nacional Libio (ENL), que encabeza Hafter, empezó en 2015 pero se extendió particularmente este año. En febrero, después de una ofensiva rápida y directa, el mariscal se apoderó de las principales ciudades del sur de Libia, claves en el contrabando de armas y combustible y en la trata de personas. Al mismo tiempo, asumió el control de los yacimientos petroleros de Al Sharara y Al Fil, esenciales para la supervivencia energética y económica de Trípoli, una ciudad que tenía en la lista de objetivos desde hacía años. El jueves, finalmente, anunció la campaña armada para quedarse con la capital.

El gobierno de Sarraj criticó la ofensiva de Hafter y lanzó una operación para repeler los avances del ENL hacia la capital. Según información de la agencia de noticias Reuters, en los últimos cinco días se han confirmado 25 muertos y 80 heridos en los combates. El recrudecimiento del conflicto también dejó unos 2.200 desplazados en la capital y las inmediaciones, informó ayer en un comunicado la agencia de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. El organismo advirtió además que “muchos civiles en zonas en conflicto no pueden salir de ellas ni acceder a servicios de emergencia”.

El domingo, la misión de apoyo de la ONU en Libia pidió un cese del fuego para poder evacuar a los civiles atrapados en las zonas de combate y los heridos, pero no logró la respuesta de ninguna de las partes. La alta representante de la UE para la Política Exterior, Federica Mogherini, insistió ayer en la necesidad de que se respete esa tregua humanitaria en Trípoli para “permitir que los civiles y los heridos sean evacuados de la ciudad, evitar toda nueva acción o escalada militar y volver a las negociaciones y la vía política”. En declaraciones que brindó a la prensa antes de ingresar a un consejo de ministros de Relaciones Exteriores de la UE, Mogherini consideró que “los libios ya no necesitan luchar entre ellos”, sino llegar a “un acuerdo”, y aseguró que el bloque está dispuesto a oficiar de intermediario.

La ofensiva de Hafter comenzó cuando se encontraba en la capital el secretario general de la ONU, António Guterres, por lo que el gesto fue interpretado como una provocación por parte del mariscal, que llegó a integrar la cúpula militar que en 1969 llevó al poder a Gadafi.

Hafter tuvo una destacada carrera militar y a mediados de la década de 1980 fue designado jefe de Estado Mayor por Gadafi. Pero la confianza en el entonces presidente no duró mucho, ya que en 1986 fue traicionado durante una operación militar en Chad en la que él y otros 600 soldados fueron derrotados. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos aprovecharon el momento para hacerle una propuesta a Hafter, que consistía en trasladarlo a la República Democrática del Congo con la mitad de sus hombres. Él aceptó y creó el Frente Nacional de Salvación para Libia, con el que impulsó sus planes opositores en el exilio. Después estuvo en Kenia y en Estados Unidos, aunque no se conoce mucho lo que hizo durante esa época.

Hafter regresó a Libia en marzo de 2011, un mes después de que estalló la revuelta contra Gadafi. A los pocos meses ya había fundado el ENL –una fuerza paramilitar integrada por ex miembros del Ejército de Gadafi, varias milicias tribales del este y mercenarios subsaharianos–, que cuenta con el apoyo logístico de Egipto y Emiratos Árabes Unidos.