La paridad en votos a los principales candidatos al cargo de primer ministro y la enorme fragmentación del próximo Parlamento fueron las dos grandes conclusiones que dejaron las elecciones de ayer en Israel. Cuando los resultados oficiales todavía no estaban disponibles, los resultados de encuestas a boca de urna mostraban un duelo muy cerrado entre el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, líder del derechista Likud, y Benny Gantz, un dirigente de derecha moderada y ex jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.

Promediando estos sondeos, Gantz –que lideraba la formación Azul y Blanco, creada para estas elecciones– obtuvo 37 escaños en el Parlamento de 120 miembros, mientras que el Likud sumó 35. Muy atrás quedaron los otros ocho partidos que lograron representación parlamentaria, que según las encuestas a boca de urna obtuvieron entre cuatro y siete escaños cada uno. Además, hubo cuatro organizaciones políticas que no lograron ingresar al Parlamento debido a que no llegaron al mínimo exigido de 3,5% de los votos.

Netanyahu, de 69 años, que llegó a las elecciones con planes de aliarse con los partidos más conservadores, advertía en campaña que Gantz, de 59, llevaría a la izquierda y a los partidos con mayoría de israelíes árabes al gobierno.

Las encuestas apuntan a que Netanyahu tiene más posibilidades de reunir aliados que lo voten en el Parlamento, el órgano que elige al primer ministro israelí. Entre los sectores que obtuvieron representación parlamentaria, la mayoría son más cercanos al jefe de gobierno. Es el caso de los partidos religiosos shas (seguidos por los judíos ortodoxos de origen sefaradí y de los países de Medio Oriente) y la Unión por la Torá y el Judaísmo (cuyos votantes son mayoritariamente judíos religiosos de origen askenazí). También tienen más afinidad con Netanyahu que con Gantz la Unión Derechista e Israel Beitenu, el partido laico de derecha que lidera el ex canciller Avigdor Lieberman. En caso de ser elegido nuevamente como primer ministro, Netanyahu llegará a su quinto mandato, el cuarto consecutivo.

Los posibles aliados de Gantz no tuvieron buenas votaciones. De acuerdo con los sondeos, el Partido Laborista, que durante décadas fue la mayor organización política del país, apenas logrará siete escaños, los izquierdistas pacifistas de Meretz sumarán cinco, y los centristas del partido Kulanu obtendrán cuatro.

De todas maneras, en las primeras horas de la madrugada israelí, cuando la incertidumbre todavía era la nota predominante, los dos principales candidatos se proclamaron ganadores y se declararon dispuestos a formar un nuevo gobierno cuanto antes. “Ganamos. Los ciudadanos han dicho la última palabra. Estas elecciones tuvieron un claro ganador y un claro perdedor”, proclamó Gantz tras publicarse los primeros sondeos. Pero rápidamente, su declaración tuvo una respuesta de Netanyahu desde su cuenta de Twitter, en la que declaró que “el bloque conservador ha obtenido una clara victoria” y agradeció a los ciudadanos de Israel por su confianza.

De las casi seis millones de personas habilitadas para votar ayer, se estima que participó algo más de 50% y se destacó el alto porcentaje de abstención de los ciudadanos árabes israelíes, que constituyen 16% del padrón electoral. Muchos líderes árabes consideraban que las elecciones de ayer carecían de sentido porque ninguna de las dos opciones mayoritarias tenían discursos inclusivos respecto de ese sector de la población.

Uno de los hechos más destacados durante la jornada electoral fue la colocación de cámaras ocultas por parte del Partido Likud en los centros de votación ubicados en las comunidades árabes. Según Netanyahu, estos dispositivos tenían el cometido de garantizar un proceso de votación limpio. Sin embargo, la Policía confiscó las cámaras ante la solicitud de las autoridades electorales, según informó el diario Haaretz.

El asesor legal del Comité Central de Elecciones dijo que no se podía filmar a los votantes que llegaban a los colegios electorales ni tampoco el proceso de votación, y el juez Hanan Melcer, presidente del Comité Central de Elecciones, estuvo de acuerdo, y se prohibieron así las filmaciones.

La instalación de cámaras fue cuestionada también por sectores políticos. La coalición de izquierda judío-árabe Hadash-Tal –que obtuvo siete escaños en el Parlamento– expresó mediante un comunicado: “La extrema derecha entiende bien cuál es nuestro poder para derrocar al gobierno y ha cruzado todas las fronteras usando medios ilegales en un intento de intervenir y evitar que los ciudadanos árabes voten, pero nosotros también entendemos cuál es nuestra fuerza”.