Madre, de sangre o en espíritu; esposa honrada, sea por la unión ya consagrada, sea por destino; eterna novia del señor Jesucristo. Esas fueron las principales referencias de lo que es ser mujer en tres iglesias evangélicas cuyos espacios frecuenté durante mayo; la Iglesia Universal del Reino de Dios, la Iglesia Apostólica Renacer en Cristo y la Iglesia Batista de Lagoinha, donde predica la ministra Damares Alves.

“Nadie aquí cree que los hombres tienen que lavar su ropa, ¿verdad?”, cuestiona la profesora Fernanda Lellis, despertando una serie de risitas condescendientes entre las cerca de 60 mujeres, de todas las edades, de mayoría negra, reunidas en el último piso del Templo de Salomón. “Las mujeres tienen el deber de cuidar, hacer la comida, ordenar”, continúa en el micrófono, caminando de un lado para otro, en frente de un púlpito dorado. “La mujer primero tiene que hacer el papel de ella, dejar al hombre feliz, y a partir de allí él la va a tratar bien también. Lamentablemente es así, aguantamos más”.

La profesora del Curso de Autoconocimiento del Proyecto Raabe, creado para ayudar a mujeres que sufrieron traumas como violencia doméstica, abusos sexuales o enfermedades psicológicas, cita a Efesios 5:22-24: “Ustedes, mujeres, sujeten a sus esposos, como al Señor; porque el esposo es la cabeza de la mujer”.

Raabe, de acuerdo con el Libro de Josué, el sexto del Antiguo Testamento, fue una prostituta que vivió en Jericó y supuestamente ayudó a los israelitas en la captura de la ciudad. De acuerdo con el sitio de Godllywood, Raabe se purificó.

Las consejeras del Proyecto Raabe, de acuerdo con Lellis, son mujeres ahora “lindas”, pero que llegaron a aquél lugar depresivas, violentadas o incluso hasta con recuerdos de violaciones que sufrieron cuando eran niñas. “Hoy son todas trabajadoras, levitas [trabajan en el templo] o esposas de pastor”. Y todas usan ropas negras y pañuelos rojos atados en el cuello, en referencia a Raabe, que colgó una cinta escarlata en la entrada de su casa para no ser asesinada en la invasión de Jericó.

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Fue por una de esas consejeras amigables que fui recibida en el iluminado Templo de Salomón. Me entregaron un panfleto con el lema “Rompiendo el silencio”, que traía informaciones sobre atención espiritual y profesional, como orientación jurídica y social para mujeres que sufren violencia doméstica y abuso. Luego quedó claro, sin embargo, que Lellis era sólo una mediadora. La verdadera profesora aparecería sólo en video.

Desde su oficina, Cristiane Cardoso, la hija de Edir Macedo, dedica diez minutos a explicar cómo “autoconocerse” fue importante para salvar su matrimonio con el obispo Renato Cardoso. “Yo no sabía de mis fallas, de mis inseguridades, y creía que sólo iba a resolver mis problemas si otros cambiaban. Creemos que la culpa es de la otra persona y no nuestra”. Continúa hablando de las crisis de celos que sentía, equiparando su experiencia a la de las mujeres que sufren violencia doméstica.

La pedagogía de enumerar defectos en un curso que tiene como público objetivo mujeres traumatizadas y violentadas ya había sido aplicada en la primera lección: “Sin arrepentimiento, escriba quién ha sido usted hasta hoy, describa sus cualidades, describa sus defectos”, decía el papel.

“Las mujeres sabias edifican su casa, y haciendo este curso estás siendo sabia”, afirma Cristiane en su tercera clase. La heredera del imperio religioso-mediático destaca que la mujer fue creada para ayudar de manera idónea, con las cualidades adecuadas –lo que incluye desde cuidados en la apariencia hasta no levantar la bandera de que es independiente–. “A lo largo de los años la mujer fue perdiendo esas cualidades, desarrollando varios defectos. Si no entendés las referencias correctas de la mujer, vas a sufrir”, afirma, categórica.

Esa línea de razonamiento es luego retomada por Lellis. Levanta el dedo hacia lo alto para puntualizar que la primera mentira que el mundo nos cuenta a nosotras, las mujeres, es que somos iguales a los hombres. “Hoy las mujeres son ‘empoderadas’, y por eso tanta gente se está matando, sufriendo, con depresión”.

La conversación no es muy diferente del culto de mujeres al que asistí en el hall de la iglesia Renacer. El culto se celebra los miércoles a partir de las 14.30, horario que reúne principalmente a mujeres de la tercera edad de clase media alta. Entre que cantaban canciones de la iglesia y participaban en un sorteo de cosméticos, las cerca de 30 presentes oyeron el testimonio de una mujer que decidió dejar su empleo para convertirse en una exitosa emprendedora dedicada a los accesorios. En respuesta al comentario de que hoy es, financieramente, “el hombre de la casa”, la pastora Edilene Gimenez tomó la palabra.

“Siempre gané más que mi esposo. Cuando me convertí, yo oré para que Dios lo honrara profesionalmente y prometí que cuando eso sucediera yo dedicaría mi vida a la iglesia”. Dicho y hecho. Cuando su esposo, también obispo de Renacer, montó una empresa promisoria y le dijo que ella “ya no necesitaba trabajar”, Edilene dejó su empleo. “El primer ministerio nuestro es cuidar de nuestra familia. Podés incluso ser madre que no haya engendrado, pero generás frutos espirituales. Ustedes son todas madres espirituales”, reafirma la pastora.

Para mujeres solteras, las iglesias evangélicas reservan el papel de “novias de Jesús”, como explican las pastoras de Lagoinha, colegas de la ministra Damares. El sábado 11 de mayo, la sede de la iglesia en el centro de San Pablo fue escenario de un desfile sorpresa de novias después del culto. Las jóvenes asiduas a la iglesia mostraban vestidos de lujo prestados por las marcas BlackTie y Faggion.

“El Señor ve la iglesia como novia y a nosotras como novias de Jesús”, dice la pastora Vanessa Santos antes del desfile, y pide a las cerca de 40 mujeres presentes, la mayoría jóvenes, que se den las manos y repitan en voz alta: “Mujer, no estás sola, eres la novia”.

Otra pastora invitada para el evento, Vanessa Batista, enfoca su intervención en recomendaciones de comportamiento para mujeres. “Es muy importante tener una mirada alegre y una fisonomía agradable”, recomienda. “Una mujer alegre cambia la atmósfera del hogar. Una mujer molesta también”.

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Después de la conversación, las jóvenes fueron conducidas al piso de abajo. Un corredor iluminado con neón y dividido por grandes ramos de rosas blancas era el escenario del casamiento de las novias de Jesús. Las fieles desfilaron al son de góspels internacionales, mientras la platea aplaudía a cada nuevo modelo blanco. La misión estaba cumplida: jóvenes mujeres y niñas quedaron deslumbradas con el brillo del casamiento bendecido por Dios.

Control de la vida personal

La antropóloga, profesora de la Universidad de San Pablo e investigadora del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap) Jacqueline Moraes Teixeira investiga asuntos de género en iglesias evangélicas desde 2010. De acuerdo con ella, más allá de los papeles claramente delimitados entre la autoridad del hombre y la sumisión de la mujer, las reglas impuestas por programas como Godllywood (que se reproducen de diferentes maneras en otras iglesias) pretenden dirigir la vida de las mujeres en todos sus aspectos, no sólo en lo espiritual. El control –que se torna autocontrol de las más variadas formas– es como esa dominación se impone.

“Ese lenguaje del control no está sólo en las iglesias, es un lenguaje diseminado en el modo en que la gente piensa en este mundo contemporáneo. Tal vez la diferencia es que en Brasil las iglesias se responsabilizan de esa gestión, ayudan a las personas a desarrollar ese hábito de controlarse. La persona comienza a asumir esos desafíos, que no consisten en pasar determinada cantidad de horas orando o memorizar versículos bíblicos. El desafío es perder peso, controlar el tiempo de uso de las redes sociales, el que emplean en actividades domésticas, la plata que gastan, o sea, toda una ética de la vida cotidiana”, explica.

Esa gestión de la vida aparece también en los testimonios de éxito, herramientas importantes para las iglesias evangélicas. “Estás todo el tiempo siguiendo esas reglas, y cuando las personas dan testimonio, hablan de cuánto adelgazaron, de que consiguieron instalar un negocio o tienen una relación. O sea, esa conversión es una recuperación de la vida civil, no es una recuperación de la vida religiosa”.

La herramienta del “testimonio”, presenciada por todas nosotras en los cultos y conferencias que frecuentamos a lo largo de estos meses, también aparece muy fuerte en los discursos de Damares, como observa Moraes Teixeira: “Ella es una mujer que declara que sufrió violencia sexual en la infancia. En esos cursos y proyectos, es muy común que las mujeres revelen que sufrieron violencia sexual en la infancia. Afirman que sólo lograron recuperarse en el momento en que se convirtieron. Y Damares dice que fue la conversión lo que le permitió manejar su vida. Que es siempre el punto de esos testimonios”.

“En consecuencia, ella tiene un discurso de victoria”, dice Moraes Teixeira. “Después va abriendo varios caminos importantes. Se convierte en asesora parlamentaria, asesora política y llega a ministra. Es un testimonio maravilloso, es la historia de una vida que realmente funcionó en esa lógica. Tengo profundos desacuerdos con lo que ella dice, y es muy difícil lidiar con alguien que está en una posición pública tan importante, defendiendo declaradamente ciertas particularidades, pero para millares de mujeres ella personifica una trayectoria de superación”.

Traducido por Diajanida Hernández

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