La visita de Donald Trump a Dayton, en Ohio, y El Paso, Texas, generó polémica en Estados Unidos desde que fue agendada.

La retórica a la que el mandatario suele recurrir, especialmente en redes sociales y en sus actos de campaña, es señalada por la oposición y algunos activistas en parte como responsable del tiroteo del sábado, en el que un hombre joven identificado con el supremacismo blanco disparó en un Walmart de la localidad fronteriza texana al que usualmente concurren personas hispanas. Mató a 21 personas, entre ellas seis mexicanos. Pero también en Dayton su visita era resistida, en particular por la alcaldesa, la demócrata Nan Whaley. La jerarca animó a los vecinos a “levantarse y decirle” a Trump “que no están contentos de que venga”, si es que no estaban conformes con la visita. Al igual que otros demócratas, Whaley atribuyó a la retórica de Trump parte de la responsabilidad por los ataques.

El presidente le respondió a Whaley y a Beto O’Rourke, precandidato demócrata proveniente de El Paso, quien también ha criticado sus declaraciones. “Los demócratas de la izquierda radical” se han vuelto “totalmente locos”, dijo en referencia a Whaley. Y agregó: “Beto, nombre falso para indicar origen hispano [sic], O’Rourke, que está avergonzado por mi última visita al gran estado de Texas, donde lo aplasté, y está ahora aun más avergonzado por los sondeos que le dan 1% del voto en las primarias demócratas, ¡debería respetar a las víctimas y las fuerzas de seguridad y callarse!”, tuiteó el martes de noche, antes de iniciar su viaje.

En la mañana de ayer Trump volvió a pronunciarse: “Creo que mi retórica une a la gente”, aseguró, “a nuestro país le está yendo muy bien”, agregó. Y volvió a hablar de los inmigrantes: “La inmigración ilegal es una cosa terrible para este país. Tenemos a muchísima gente viniendo, están esparciéndose por este país”, dijo, dejando en claro que no cambiará su discurso acerca de este tema.