Se reunieron en Biarritz, Francia, los jefes de gobierno de los países del G7, en un encuentro que empezó el sábado y termina hoy, y en el que volvió a quedar claro que, desde la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos, las principales economías mundiales tienen más diferencias que coincidencias. Rusia, el comercio internacional, la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE) y el pacto sobre el programa nuclear de Irán fueron algunos de los puntos más importantes del encuentro, y en ninguno de ellos hubo consenso.

El tema Rusia fue presentado por Trump, que manifestó en la cena inaugural su intención de invitar a Rusia a reincorporarse al G7, foro del que fue expulsado al anexar ilegalmente a Crimea en 2014. Los países europeos –Alemania, Francia, Italia y Reino Unido– presentaron su postura negativa, argumentando que el problema que desencadenó su salida no fue solucionado y que todavía no es momento para que Vladimir Putin vuelva a la mesa. Otro punto de desacuerdo entre los países europeos y Trump fue Reino Unido: el estadounidense reiteró que ese país tendrá con Estados Unidos un acuerdo comercial de amplio alcance “bastante rápido” después de su salida de la UE.

Pero el mayor punto de tensión del encuentro se produjo anoche, cuando llegó a Biarritz el canciller de Irán, Mohamad Javad Zarif, invitado de forma sorpresiva por el anfitrión del encuentro, Emmanuel Macron, que se reunió con él. El presidente francés ha tenido como una prioridad en los últimos meses que se retomen las conversaciones para reencauzar el pacto en torno al programa nuclear iraní. Son muchas las versiones sobre cómo se generó la reunión: fuentes francesas dijeron a medios internacionales que se convocó a Zarif después de una “promisoria” conversación con Estados Unidos en el marco del G7, pero fuentes estadounidenses dijeron a medios de su país que Trump ni supo ni aprobó que el iraní arribara en Francia.