La dolorosa caída en el conflicto bélico con Azerbaiyán, que aparejó, además de la muerte de al menos 2.000 jóvenes soldados, una pérdida significativa de territorios, trajo consecuencias inevitables en la vida política de Armenia.

Este martes el presidente del país, Armen Sarkisian, aseguró que ve “inevitable” la convocatoria a elecciones generales anticipadas “para mantener al país alejado de conmociones políticas”, e informó que “mientras tanto, el poder se cedería a un gobierno de acuerdo nacional altamente cualificado”.

Tras la firma del alto el fuego que puso fin a los enfrentamientos que se desarrollaban desde el 27 de setiembre en la región de Nagorno Karabaj –Artsaj para los armenios–, se vienen dando en Ereván y otras ciudades del país movilizaciones de rechazo contra la firma del acuerdo, apuntando como principal responsable al jefe del Ejecutivo del país, el primer ministro Nikol Pashinyan.

Según sus opositores, Pashinyan es un traidor porque durante la guerra le mintió al pueblo armenio, ya que luego de la agresión inicial de Azerbaiyán, propició y alentó una guerra que sabía que no podía ganar. Pese a ello, el primer ministro siguió transmitiendo triunfalismo a la población, a la vez que miles de combatientes, en su mayoría jóvenes de 18 a 20 años, marchaban al frente, en un combate absolutamente desigual.

“La gran mayoría está de acuerdo en un tema: la dimisión del primer ministro o el final de su mandato de acuerdo con la Constitución y la convocatoria a elecciones anticipadas”, expresó el presidente Sarkisian –quien dijo no haber sido consultado por Pashinyan antes de la firma del acuerdo– citado por el medio digital armenio Mediamax, replicado por la agencia de noticias Europa Press.

El acuerdo firmado por las partes con la mediación de Rusia marca que Armenia y Azerbaiyán mantendrán las zonas en las que estaban al final de la guerra, mientras que una fuerza de paz extranjera –cerca de 2.000 militares rusos– controlará el cese de hostilidades en la línea divisoria de facto entre los lugares bajo control armenio y azerbaiyano, y en el enclave de Artsaj, que en las últimas semanas fue prácticamente conquistado en su totalidad por Azerbaiyán, salvo su capital, Stepanakert, y algunos pequeños poblados.

El lunes, en una conferencia de prensa, Pashinyan reconoció su responsabilidad en el conflicto, pero acotó que la derrota se debió a la injerencia de Turquía.

“Por supuesto, entiendo que soy el principal responsable de esta situación”, dijo Pashinyan, que agregó que las fuerzas armadas armenias cayeron porque lucharon no sólo con el Ejército de Azerbaiyán sino también con las fuerzas turcas y mercenarios provenientes de Medio Oriente.

Además de perder casi todo Artsaj, un territorio de enorme valor étnico, histórico y cultural para los armenios, por el acuerdo firmado, el país debe entregar a Azerbaiyán los siete territorios que eran controlados por sus fuerzas luego de ganar la guerra finalizada en 1994. Cuatro de ellos ya fueron retomados militarmente, mientras que otros tres serán entregados a Bakú entre el 20 de noviembre y el 1º de diciembre.

Justamente este martes el gobierno de Azerbaiyán difundió imágenes de una visita del presidente Ilham Aliyev y su esposa a lugares emblemáticos de los territorios ganados durante la reciente guerra.

Las escenas publicadas, consignadas por la agencia de noticias AFP, muestran a Aliyev saludando en tono triunfal a la población en un recorrido entre las ciudades de Jebrail y Fizuli, ambas recuperadas en estas últimas semanas por tropas azerbaiyanas.

Además, el mandatario tocó un tema sensible, que no figura en el pacto de alto el fuego: la situación en la que quedará el territorio de Artsaj. Según expresó Aliyev, “no habrá un estatuto de autonomía para Karabaj. Azerbaiyán es un país indivisible”.

Los armenios “destruyeron todo aquí, por lo que responderán ante los tribunales internacionales”, agregó el presidente, haciendo referencia a una situación que se está dando en estos días en los territorios que pasarán a manos de Azerbaiyán.

Los pobladores armenios están prendiendo fuego sus casas y destruyendo otras estructuras, para no entregárselas a sus enemigos.

“Esta es mi casa, no se la voy a dejar a los turcos”, es una frase repetida en numerosos casos por armenios, reseñada por medios internacionales presentes en estos territorios.

En su retirada de los lugares que habitaron por más de 25 años, muchas familias armenias se están llevando incluso hasta los huesos de sus muertos, para evitar que sean profanados por los azerbaiyanos.