El personal de enfermería realiza un trabajo fundamental en los sistemas sanitarios. La Organización Mundial de la Salud define su labor como “la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la atención dispensada a enfermos, discapacitados y personas en situación terminal”, por lo que lleva el mayor peso a la hora de cuidar y atender a los enfermos. Precisamente, su cantidad es un indicador interesante de la robustez y la capacidad de un sistema sanitario, ya que cuanto mayor es la proporción de enfermeros y enfermeras en la sociedad, mejor pueden atender a los pacientes que tienen a cargo. En ese sentido, existe cierta correlación entre el nivel de desarrollo de los estados de bienestar y la cantidad de personal sanitario, de enfermería o médico.
Según los datos del Global Health Security Index, los estados con un ratio más elevado de personal de enfermería son conocidos por llevar a cabo importantes políticas de bienestar y notables inversiones desde el sector público. Así se destacan Suiza, Noruega y Dinamarca, que tienen más de 1.500 enfermeros y comadronas –un trabajo enormemente importante también– cada 100.000 habitantes. A estos países les ayuda tener una baja población y que esta se encuentre concentrada en núcleos urbanos, lo que permite un servicio sanitario más eficiente.
Tras los grandes feudos de los sistemas de bienestar llegarían Alemania y Francia, también conocidos por sus amplios estados asistenciales, pero enormemente poblados, lo que hace que el ratio descienda. Por debajo de las 1.000 personas dedicadas a la enfermería se situarían sistemas con distintas características: algunos, como el de Estados Unidos, totalmente privatizados; otros, como el de Reino Unido, públicos pero con importantes problemas de financiación y que en los últimos años han tenido sustanciales recortes; más allá, países con sistemas de bienestar desarrollados, como España e Italia, pero sin un músculo económico de escala nacional equiparable al estadounidense, al británico o al alemán.
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