La pandemia de coronavirus, que en Brasil ya infectó de acuerdo a cifras oficiales a 2.915 personas y mató a 77, puede ser una barrera muy difícil de pasar para el presidente Jair Bolsonaro, que en medio de la situación caótica generada por el brote, viene mostrando una conducta errática y beligerante, que no ha hecho otra cosa que aumentar el aislamiento político y social del ex capitán ultraderechista.

Desde que se supo de la pandemia, el mandatario no hizo otra cosa que minimizarla, a pesar de que en su entorno cercano varias personas fueron diagnosticadas con el novedoso virus, que este jueves generó la internación en grave estado de un integrante de su personal de seguridad, un militar de 39 años, según pudo confirmar Folha de São Paulo.

Nada de eso modificó el accionar de Bolsonaro, que alejado de los consensos de la comunidad científica mundial, dijo que implementaría en el país el aislamiento vertical –esto es, restringido a los grupos de riesgo y a las personas ya infectadas–, además de seguir defendiendo el uso de la hidroxicloroquina para combatir al Covid-19, algo que hizo este jueves durante una teleconferencia que mantuvieron los líderes del G-20.

El tema de implementar el aislamiento vertical y no medidas más drásticas para evitar el contagio fue una idea esbozada por el mandatario en un discurso realizado en cadena nacional el martes. Pero la iniciativa chocó de frente contra la oposición de todos los gobernadores del país –algunos como João Doria, de San Pablo, o Wilson Witzel, de Río de Janeiro, ambos derechistas y antiguos aliados del mandatario– que vienen implementando medidas más drásticas para reducir los contagios en sus jurisdicciones.

Incluso el vicepresidente brasileño, el general Hamilton Mourão, expresó que el mandatario “se había expresado mal” cuando indicó esa medida.

Pero además de perder fuerza en el aspecto político, donde ya antes del brote venía teniendo fuertes cruces con el Congreso y también con el Poder Judicial, Bolsonaro está empezando a perder definitivamente el apoyo dentro de sectores que fueron claves para su ascenso al poder, entre ellos influyentes medios de comunicación, como la Red Globo.

En la noche del miércoles, mientras se producía en muchas ciudades del país un masivo cacerolazo contra su gestión, el Jornal Nacional, de la Globo, el programa informativo más visto del país, dedicó, según reseñaron medios brasileños, prácticamente toda su edición para refutar la declaración del presidente en la que pedía el fin del aislamiento social.

Obviamente, desde la izquierda los pedidos de juicio político a Bolsonaro son abiertos. El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva lo pidió el miércoles, aduciendo la falta de capacidad del mandatario para conducir el país en la actual situación, y en una línea similar se manifestó la también ex cabeza del Ejecutivo brasileño, Dilma Rousseff.

Pero la imprevisibilidad e inercia de la gestión de Bolsonaro ya llegó a generar molestias dentro de la Federación de Industrias de San Pablo (Fiesp), otro importante centro de poder que hasta hace poco tiempo respaldaba la gestión del presidente, aun cuando la economía brasileña permanecía estancada.

En declaraciones realizadas este jueves a la cadena BBC, José Ricardo Roriz Coelho, vicepresidente segundo de la Fiesp, afirmó que el presidente ha hecho “muy poco, casi nada” en cuanto a las políticas destinadas a fortalecer a las empresas ante la crisis generada por la pandemia, y agregó que le generó “susto” la declaración de Bolsonaro promoviendo el aislamiento vertical.

Ante este panorama, el presidente parece estar aferrado a uno de sus nichos electorales más fuertes, el de los seguidores de las iglesias evangélicas y pentecostales, que en Brasil se cuentan por millones.

En ese sentido no fue extraño que este jueves, mediante un decreto publicado en el Diario Oficial de la Unión, Bolsonaro incluyera a las iglesias y templos religiosos dentro de la lista de “servicios públicos y actividades esenciales” que pueden continuar con su funcionamiento en forma normal durante el aislamiento social determinado a causa de la pandemia del coronavirus.

Esta medida ya había sido defendida por el mandatario, de 65 años, durante una entrevista televisiva que ofreció al canal SBT la semana pasada. En esa intervención, Bolsonaro afirmó: “Yo creo que los pastores van a saber conducir sus cultos. Él va a tener conciencia –ya sea padre o pastor–, entonces si la iglesia está muy llena va a saber lo que decir”, afirmó el mandatario, que agregó que la garantía de la libertad de culto es un derecho en Brasil.