El ex juez Sérgio Moro, que fue hasta ayer una especie de superministro de Justicia y Seguridad Pública, renunció a su cargo en el gabinete de Jair Bolsonaro. El presidente de Brasil enfrenta este quiebre después de perder apoyo en el Congreso, así como en el ala militar de su gobierno.

Sucede que Moro no era cualquier ministro. El ex juez de 47 años que saltó a la notoriedad pública en Brasil y en el resto del mundo por liderar la investigación anticorrupción conocida como Lava Jato fue uno de los puntales del acceso de Bolsonaro al poder en las elecciones de 2018. Tiempo después de que su actuación judicial culminara con el encarcelamiento del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el favorito para ganar esas elecciones, Moro declaró su apoyo a Bolsonaro. Esa decisión convenció a muchos votantes de que apoyar al político ultraderechista era una opción sensata.

Así, Moro se convirtió en ministro de Justicia y Seguridad Pública, una nueva cartera a la que Bolsonaro asignó amplios poderes. Pero, en los hechos, la alianza entre ambos no se dio en los términos esperados.

Al fundamentar su renuncia, Moro dijo que Bolsonaro puso muchas trabas a la hora de que él llevara adelante sus planes en materia de justicia y seguridad pública. La gota que desbordó el vaso y que terminó en la dimisión, anunciada ayer en una conferencia de prensa, fue la decisión de Bolsonaro de destituir al director general de la Policía Federal, Maurício Valeixo, explicó.

Moro, que mantenía una relación de estrecha confianza con Valeixo desde que ambos trabajaron juntos en el marco de la operación Lava Jato, decidió entonces dar un paso al costado.

Según informó la revista Veja, Bolsonaro le pidió a Moro que interfiriera en una investigación que está en marcha sobre uno de sus hijos, Carlos Bolsonaro, que es edil por el estado de Río de Janeiro. En los últimos días, el presidente recibió informaciones acerca de que la investigación sobre la propagación de noticias falsas y agresiones en redes sociales contra autoridades políticas y judiciales obtuvo pruebas contundentes de la participación de Carlos Bolsonaro en el denominado “gabinete del odio”, un grupo que está empleando las dependencias de Planalto para promover campañas virtuales contra adversarios del gobierno.

En la conferencia de prensa que dio en la tarde del viernes, el presidente Bolsonaro no hizo referencia a este pedido. Dijo que le imploró a Moro que la Policía Federal investigara el caso de Adélio Bispo, la persona que le dio una puñalada durante la campaña electoral de 2018. “¿Es interferir en la Policía Federal pedir para saber quién mandó matar a Jair Bolsonaro? La Policía Federal de Sérgio Moro se preocupó más por investigar el caso de Marielle [Franco] que por lo que pasó con su jefe máximo”, afirmó.

En su comparecencia de la mañana, Moro había dicho que el presidente quiso interferir políticamente en la Policía Federal, no sólo en su dirección general, sino también en las superintendencias regionales. Agregó que Bolsonaro le comunicó que quería una Policía Federal subordinada a él, tener acceso ilimitado a su cúpula y también a los informes de inteligencia. 

Esas exigencias de parte del presidente pueden constituir delitos de responsabilidad, y por lo tanto, ser motivo de un juicio político a Bolsonaro. “Realmente, el papel del director general de la Policía Federal no es dar este tipo de información. Imagínense si durante el proceso del Lava Jato la entonces presidenta Dilma [Rousseff] o el ex presidente [Luiz Inácio Lula da Silva] llamaran para obtener explicaciones”, dijo Moro.

El ex juez afirmó que “lamenta” haber tenido que tomar su decisión en medio de la crisis desatada por la epidemia de covid-19. “Busqué por todos los medios evitar esto, pero no fue mi elección”, dijo, y terminó su conferencia entre aplausos de algunos de los presentes.

Pero su popularidad y su reputación ya no son las mismas que tenía al asumir el cargo. La imagen de Moro comenzó a desmoronarse en junio de 2019, cuando salieron a la luz pública centenares de conversaciones obtenidas por el medio de investigación The Intercept, dirigido por el periodista estadounidense Glen Greenwald. En estos diálogos, mantenidos por medio de Telegram entre varios actores del sistema judicial, quedó expuesta la intencionalidad política de Moro durante el proceso de la investigación que lo tenía al frente. Las transcripciones de estas conversaciones privadas pusieron en evidencia que Moro dio información privilegiada a los fiscales de la operación, y ayudó al Ministerio Público Federal a construir casos, y a orientar y modificar su actuación en la operación Lava Jato.

En el gobierno, según informó Folha de São Paulo, la salida de Moro fue seguida con preocupación por parte de los militares que más influencia tienen en el gobierno de Bolsonaro. Incluso uno de ellos, el general Walter Braga Netto, el jefe de Gabinete, había dicho a periodistas en la noche del jueves que Moro seguiría en su cargo. Ese fue uno de los motivos por los cuales la noticia cayó mal entre los mandos castrenses más cercanos a Planalto, e incluso, según informó Folha, algunos de ellos aseveraron que la marcha de Moro es el comienzo del fin para Bolsonaro.

Lo mismo piensan integrantes de la oposición, por ejemplo el diputado petista Ênio Verri (PT-PR), líder de la bancada del Partido de los Trabajadores en la Cámara de Diputados, que afirmó que Bolsonaro “se dio un tiro en el pie” con la salida de Moro y que ahora está mucho más cerca de ser objeto de un juicio político.

“El impeachment es cada vez más cercano”, afirmó Verri. “Sin protección, él y sus hijos serán radiados de la vida pública y puestos en el banquillo de los acusados”, escribió el parlamentario en su cuenta de Twitter.

Por su parte, Rousseff expresó su molestia por la hipocresía del ministro renunciante. En un mensaje en su cuenta de Twitter, la presidenta destituida en 2016 en un cuestionado juicio político afirmó que “si el señor Moro tuviese 10% de la sinceridad que intentó mostrar en la delación que hizo contra Bolsonaro, su ex jefe, tendría que haber aprovechado para pedir disculpas al pueblo brasileño por todas las mentiras que dijo sobre Lula”.

Otro ex presidente, Fernando Henrique Cardoso, pidió directamente la renuncia de Bolsonaro. “Es momento de hablar. Bolsonaro está cavando su fosa. Que renuncie antes de que lo echen. Ahórrenos, además del coronavirus, tener un largo proceso de impeachment. Que asuma pronto el vicepresidente para que podamos volver al foco: la salud y el trabajo. Menos inestabilidad y más acción por Brasil”, afirmó.