Estados Unidos es el país más golpeado por el nuevo coronavirus, con más de 40.000 fallecimientos y casi 750.000 contagios. En el país, las cifras no sólo se vienen elevando, sino que lo hacen a un ritmo acelerado: se tardó 38 días en llegar a las 10.000 muertes y sólo cinco más en alcanzar las 20.000.

Pero el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dijo la semana pasada que lo peor ya había pasado y que era necesario empezar a pensar en la reapertura por fases y zonas, incluso en los estados más afectados, como Nueva York, donde los gobernadores establecieron la cuarentena obligatoria. Trump presentó el plan el jueves, día en el que aseguró que 29 de los 50 estados del país podrían iniciar la reapertura. Para poder hacerlo, tiene que haberse mantenido durante 14 días una reducción en el conteo de casos y contagios diarios.

El proceso constará de tres etapas. En la primera, las escuelas seguirán cerradas, se pedirá que se eviten las concentraciones de más de diez personas y se seguirá incentivando el teletrabajo, pero gran parte de los negocios de esparcimiento y deporte podrán abrir en tanto cumplan determinadas normas. En la segunda, las escuelas se reabrirán y el límite para las concentraciones pasará a ser de 50 personas, reabrirán todos los negocios vinculados al ocio y se podrán retomar las salidas para cuestiones no esenciales. En la tercera, se permitirán las visitas a residencias y hospitales, y se eliminarán las restricciones, aunque deberán cumplirse las normas que se consideren necesarias en ese momento. El pasaje de una etapa a la otra será independiente en cada estado y no dependerá del tiempo, sino de que los contagios y las muertes no vuelvan a crecer.

Trump ha amenazado en las últimas semanas con atribuirse poderes extraordinarios para regular la vida en los estados, lo que ha generado un fuerte rechazo en los gobernadores, que le advierten que esas funciones no le corresponden y que es importante no apurarse, especialmente en lugares en los que los sistemas sanitarios ya están colapsados, como Nueva York. Desoyendo las advertencias, el presidente reclamó en Twitter a los gobernadores de Michigan, Minnesota y Virginia que “liberen” a sus estados. Ese mensaje fue aprovechado por los ciudadanos que desde antes cuestionaban el confinamiento y señalaban su derecho a la libertad individual. Durante el fin de semana creció el número de personas que salieron a los espacios públicos para protestar contra las restricciones a la circulación, pidiendo “el fin de la tiranía”, luciendo gorros de la campaña de Trump y manifestándose contra las vacunas.

Si bien en las últimas dos semanas el presidente ha respaldado públicamente las medidas dispuestas para evitar la propagación del coronavirus, continúa agrediendo a los gobernadores que las han adoptado, especialmente si son del opositor Partido Demócrata. Por ejemplo, el sábado utilizó Twitter para exigirle al gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que pase “más tiempo haciendo y menos tiempo quejándose”.

Cuomo es uno de los gobernadores que más se han enfrentado a Trump. El fin de semana aseguró que no coordinará con él los siguientes pasos a tomar en su estado, sino con los gobernadores de los estados vecinos.