La semana pasada tomó fuerza la campaña “Stop Hate For Profit” (No al odio por dinero), surgida en el contexto de las protestas por el racismo en Estados Unidos, que acusa a Facebook de permitir la publicación de mensajes que “incitan a la violencia”.

Facebook recauda 70.000 millones de dólares al año en publicidad y allí es adonde apunta la campaña, que pide a las empresas que dejen de anunciarse en la red social. El movimiento que despertó la muerte de George Floyd ha recibido fuertes señales de apoyo del sector privado, que se repiten en esta oportunidad. Unilever, Coca Cola y Honda están entre las marcas mundiales que anunciaron que dejarán de publicitarse en la red social, a la que le exigen, entre otras cosas, “compromiso” con el fin del racismo y “control” sobre los mensajes vinculados a la campaña electoral en Estados Unidos.

El boicot fue promovido también contra Twitter, pero esta red social sí adoptó en las últimas semanas un perfil más duro respecto de los contenidos publicados, en particular, por el presidente estadounidense, Donald Trump, cuyos contenidos calificó de inadecuados en varias ocasiones. Facebook anunció el fin de semana, sin mencionar a la campaña, que también incrementará los controles sobre los mensajes que se promueven por la plataforma.