En su primera salida de Brasilia luego de haber permanecido tres semanas recluido en la residencia presidencial de Planalto por haber estado infectado de coronavirus –enfermedad que de acuerdo a lo que se informó ahora padece su esposa, Michelle– el mandatario brasileño Jair Bolsonaro recorrió varias localidades del nordeste del país, región en la que el Partido de los Trabajadores (PT) tiene un marcado predominio.
En la mañana de este jueves el ex capitán ultraderechista de 65 años de edad llegó a la localidad de São Raimundo Nonato, en el estado de Piauí, donde ni bien arribó al aeropuerto se subió a un caballo, rodeado de un pequeño grupo de seguidores y posteriormente, luego de jugar con un niño que estaba en los brazos de su padre, se quitó el tapabocas que tenía colocado, desafiando una vez más las recomendaciones sanitarias al respecto, en medio de la pandemia de coronavirus, que de acuerdo a cifras oficiales coadyuvó a la muerte de más de 90.000 personas en el país.
Horas más tarde, en la ciudad de Campo Alegre de Lourdes, situada en el estado de Bahía, lugar al que asistió a la inauguración de una obra sobre el río San Francisco, Bolsonaro realizó un discurso en el que, alejándose de su tono beligerante, ponderó positivamente al Congreso, de acuerdo a lo que informó la agencia Reuters.
“Nadie esperaba esto”, dijo el presidente respecto a la pandemia, “pero ella llegó. Y nosotros hicimos todo lo posible para que sus efectos sean menores, pero hicimos eso teniendo al lado a valiosos senadores y diputados”. “Nadie puede gobernar solo”, agregó Bolsonaro, que, si bien tuvo agrias disputas con el Legislativo, en los últimos meses viene teniendo un acercamiento con los partidos de centroderecha para poder tener así una base dentro del Congreso que lo mantenga a resguardo de los más de 50 pedidos de juicio político que fueron ingresados por diversos sectores políticos y sociales en la Cámara de Diputados.
Acompañado del ministro de Desarrollo Regional, Rogério Marinho, ex diputado federal por el estado de Rio Grande do Norte, el mandatario dijo que “ya escuchó de los parlamentarios de la zona los problemas que tiene la región”, una de las más pobres del país.
Pero esos problemas, dijo, “no los va a resolver Jair Bolsonaro solo, sino que lo hará junto con el Parlamento brasileño”.
Luego, el presidente dedicó palabras elogiosas a los habitantes nordestinos, a quienes en su momento supo destratar con términos peyorativos. “Ustedes son personas iguales a las de las otras cuatro regiones de nuestro Brasil”, afirmó el mandatario, quien agregó: “Nosotros somos todos iguales, somos un único pueblo, una sola raza y tenemos un solo objetivo, que es que Brasil esté por encima de todos”, concluyó haciendo referencia a su eslogan de campaña.
Pensando en 2022
Además de Bolsonaro, que ya está decididamente apostando a su reelección, otro de los que también aspiran a ser candidatos presidenciales en las elecciones previstas para el año 2022 es el ex juez y ex ministro de Justicia y Seguridad Pública Sérgio Moro.
A pesar de no pertenecer a ninguna formación política, el ex magistrado, que alcanzó una enorme fama por el ser el juez de la operación Lava Jato, es bien visto por algunos sectores políticos de la derecha brasileña y además cuenta con el apoyo más o menos explícito de la poderosa cadena Globo.
Pero su postulación puede verse afectada si es que prospera una iniciativa planteada por el presidente del Supremo Tribunal Federal (STF), José Antonio Dias Toffoli, quien, en la noche del miércoles, durante una reunión del Consejo Nacional de Justicia, defendió la idea de que el Congreso defina un plazo de ocho años para que los jueces que hayan decidido dejar de ejercer sus cargos en esa área, puedan participar en actos electorales.
Los integrantes del Congreso “deberían incluir la inelegibilidad de los magistrados y fiscales en la Ley de Inelegibilidad por al menos ocho años”, dijo Toffoli, de acuerdo a lo que consignó la revista Fórum.
Según argumentó el integrante del STF, con esa medida “se evitaría la utilización de los cargos dentro de la magistratura y del poder imparcial del juez, para hacer demagogia, tomar notoriedad pública y después postularse a un cargo”. Toffoli concluyó diciendo que “quien quiere ser candidato tiene que dejar la magistratura, tiene que abandonar el Ministerio Público y tiene que existir un período de tiempo en el cual no pueda ser elegible”.
La idea del presidente del STF fue rechazada por la Asociación de Magistrados Brasileños, que a través de un comunicado expresó que “los proyectos con este contenido violan el principio de igualdad y también los derechos políticos de los miembros del Poder Judicial. Significan una afrenta desproporcionada al derecho fundamental de los magistrados a ejercer la ciudadanía”.
Pero quien sí se mostró afín al planteo de Toffoli fue el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, representante del partido centroderechista Demócratas. En una conferencia de prensa, Maia expresó que “Toffoli conoce el engranaje del Poder Judicial mejor que yo y propuso que la inelegibilidad fuera de ocho años, que es un plazo largo ya que son dos mandatos. Yo no pongo en discusión los plazos, pero Toffoli conoce de política y si se discute este tema en el Parlamento, este podrá decidir si el plazo es de ocho, seis o cuatro años. Esa será una decisión que deberá tomar el plenario”.
Maia agregó que el tema será puesto en discusión en los próximos meses.