Las protestas contra el racismo recorrieron Estados Unidos desde el asesinato de George Floyd, pero en las últimas semanas se redujo mucho la participación y las movilizaciones devinieron encuentros más bien pequeños y a la noche.

Portland y Seattle fueron dos de las ciudades en que estas movilizaciones se realizaban de forma periódica. La seguridad durante los despliegues era responsabilidad de la Policía local, hasta que a fines de junio el presidente, Donald Trump, envió fuerzas federales a Portland. Esa decisión generó un conflicto con la gobernadora, Kate Brown, quien pasó a pedir a la gente que no se movilizara para evitar choques con las fuerzas federales, que siguen las órdenes de la Casa Blanca.

En Portland, Oregon, la nueva situación fue dramática, al punto que el estado demandó al gobierno nacional después de que se denunciara que las fuerzas federales están incumpliendo la ley: sus agentes no se identifican, detienen a personas sin causa aparente y sin leerles o respetar sus derechos. Los medios locales dicen que al principio estas fuerzas colaboraban con la Policía, pero luego empezaron a actuar de forma independiente, reprimiendo las movilizaciones y deteniendo durante horas a personas sin que se supiera dónde. A mediados de julio las autoridades de Portland pidieron públicamente que las fuerzas federales se fueran. Tras no recibir respuesta, recurrieron a la Justicia a través de la fiscal general, Ellen Rosenblum, quien presentó una denuncia con varias de las historias de abusos y atropellos.

Mientras tanto, Trump aplaudía la actuación de las fuerzas federales y amenazaba con enviarlas a otros estados en los que las autoridades locales no pudieran “dominar” y “mantener la paz”. El jueves el gobernador de Seattle, Jay Inslee, también demócrata, dijo que tenía información de que se habían desplegado fuerzas federales en ese estado, pero no tenía confirmación de ello por parte de la Casa Blanca.

En este contexto las protestas se fueron endureciendo. Este sábado en Portland se reunieron frente a los juzgados federales unas 2.000 personas, una de las cifras más altas de los últimos tiempos. Fueron reprimidas con gases lacrimógenos y bombas de estruendo.

Los mayores disturbios fueron en Seattle, donde 21 policías sufrieron heridas por objetos contundentes y 45 personas fueron arrestadas. Sólo unas horas antes Inslee había recurrido a Twitter para pedir a los manifestantes que mantuvieran la calma y no cayeran en la “trampa” de Trump, que sólo “busca confrontación”.