“Si destruyen a Lukashenko será el principio del fin”, aseguró este domingo el presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, ante miles de sus seguidores a los que movilizó para recibir su apoyo después de una semana de protestas que exigen su renuncia.
Lo que algunos medios internacionales definen como la mayor ola de manifestaciones en contra del gobierno de Bielorrusia comenzó el domingo 9 de agosto. Ese día se celebraron las elecciones; según los datos oficiales, 80% de los votos fueron para Lukashenko, que ocupa la presidencia desde 1994.
Las protestas se dispararon esa misma noche, con decenas de miles de personas saliendo a las calles ante lo que consideran un fraude electoral. Hubo saqueos, incendios y enfrentamientos con la Policía, cuya represión dejó al menos dos muertos la semana pasada, durante la cual su principal rival, Svetlana Tijanóvskaya, huyó del país para refugiarse en Lituania porque sintió que su vida y la de su familia estaban amenazadas.
Para este domingo se convocó la “marcha de la libertad”, que fue la que reunió la mayor cantidad de gente hasta ahora. Mientras tanto, Lukashenko aseguraba ante sus seguidores que detrás de las movilizaciones había una conspiración internacional para derrocarlo: “Los aviones de la OTAN están a 15 minutos de vuelo, sus tropas y tanques están en nuestras puertas. Lituania, Letonia, Polonia y, lamentablemente, nuestra querida Ucrania nos ordenan que repitamos las elecciones, pero si les hacemos caso caeremos en picada”.
El presidente francés, Emmanuel Macron, llamó este domingo a la Unión Europea a “movilizarse junto a los cientos de miles de bielorrusos que se manifiestan pacíficamente para que se respeten sus derechos, su libertad y su soberanía”. Pero también sonó la voz del presidente ruso, Vladimir Putin, principal aliado de Lukashenko: Rusia “confirmó su disposición a prestar la ayuda necesaria para resolver los problemas” de Bielorrusia. Y el comunicado de la presidencia rusa agrega: “También, si es necesario, a través de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva”, una alianza militar similar a la OTAN que permite que los países miembro pidan la asistencia militar de sus asociados.