El gobierno definió que quienes decidan vacunarse contra el coronavirus deberán firmar un consentimiento informado en el que se dejará constancia de que las vacunas podrían causar efectos adversos, según informó el miércoles El País y confirmó la diaria. Esta decisión tomó por sorpresa a los integrantes de la mencionada comisión, que habían sugerido que no se firmara un consentimiento por entender que este paso podría desestimular la adhesión de la población a vacunarse; especialmente entre los más dubitativos.

Si bien entienden que el consentimiento firmado es una garantía tanto para el usuario como para el Estado, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de vacunas que fueron aprobadas para su uso en una situación de emergencia, los médicos y científicos asesores consideran que el hecho de ir a inmunizarse ya es una prueba de consentimiento, dado que la vacuna no será obligatoria, según informó el matutino.

Tal es la opinión de Henry Cohen, gastroenterólogo y coordinador del Grupo Asesor Científico Honorario, quien en declaraciones a Telenoche dijo que en el caso de las vacunas contra el coronavirus el consentimiento firmado “puede complicar la operativa, probablemente”, y ese “sería quizá un motivo para no aplicarlo en este caso”, por lo que habría que “analizar” en este caso concreto “cuánto se gana y cuánto se pierde”.

Por otra parte, Cohen explicó que “el consentimiento informado es una ganancia que ha tenido el sistema médico en los últimos años, que lo que busca es proteger al paciente. Hoy no se concibe un paciente que se vaya a operar o hacer una endoscopía sin que se le proporcione con tiempo un consentimiento informado, que tenga tiempo de leerlo, tiempo de preguntar, y luego, cuando está convencido de que se lo quiere hacer, lo firme”, y agregó que “lo importante es que todos los uruguayos sepan bien cuáles son los beneficios y los eventuales riesgos de vacunarse y puedan tomar su propia decisión”.

Para Yubarandt Bespali, integrante de la Comisión de Bioética y Derechos Humanos del Sindicato Médico del Uruguay, “que haya consentimiento firmado no sería objetable desde el punto de vista ético siempre que el consentimiento tenga las pautas de informar sobre qué es lo que estoy recibiendo y qué es lo que me puede llegar a pasar, y que no sea sólo para protegerse contra las demandas”. La psiquiatra y antropóloga dijo a la diaria que una forma correcta de implementarlo sería entregárselo a la persona en el momento que se agende, para que tenga el tiempo de leerlo, y que esté explicado de forma tal que se pueda entender por cualquiera y no sólo por especialistas.

En su opinión, la adhesión a la vacunación no va a depender de que haya consentimiento informado o no, sino “de la campaña que hagan desde el punto de vista comunicacional”. “El consentimiento puede darle seriedad [al proceso] y hacer sentir a la persona que se le da importancia. Incluso para detectar efectos adversos es importante que la persona tenga una especie de planilla para que sepa que tiene que llamar a tal número e informar que tuvo tal o cual síntoma”, apuntó.

Henry Albornoz, profesor adjunto de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, coincidió con Cohen en que es “probable” que el consentimiento informado “en las personas que están dudosas respecto a querer vacunarse pueda, a priori, inducir una menor inclinación a vacunarse”. Señaló, no obstante, que “hay que tener claro que el consentimiento informado es un proceso que se requiere para todo acto médico que requiera una intervención médica”; lo que sucede es que “la gran mayoría de los actos médicos se hacen con un consentimiento informado verbal”.

Albornoz dijo a la diaria que el consentimiento informado “es un derecho de la persona que se va a someter a cualquier procedimiento o intervención”, y que sirve para conocer “cuáles son los beneficios y los eventuales riesgos” de los actos médicos, “o sea que debería existir aunque no fuera firmado”. “Es cierto que un consentimiento firmado impone un proceso que insume más tiempo y requiere otras cosas, porque no es ir, poner el brazo, que me vacunen y me voy. Pero capaz que es un proceso que hay que recorrer en esta primera instancia, porque es la primera vez que se aplican vacunas con una tecnología nueva y elaboradas en relativamente poco tiempo”, señaló, aunque aclaró que “las que están llegando pasaron todas por estudios de fase tres”.

Para Albornoz, lo importante es cómo se instrumenta el proceso de consentimiento informado. “Se podría instrumentar de una forma ágil; por ejemplo, que la persona diera su consentimiento a través de una app [aplicación] antes de ir a vacunarse y no uno de los clásicos, que implica un formulario que la persona tiene que leer en el momento y recién ahí firmar”, sugirió. En ese sentido, el infectólogo consideró que el consentimiento informado “es una instancia que deberíamos utilizar en el sentido de reafirmar a la gente que se va a vacunar la seguridad de la vacuna y la efectividad, sabiendo que ninguna intervención terapéutica es de cero riesgo, pero obviamente los beneficios superan ampliamente los riesgos”.

El 23 de enero, cuando el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, informó sobre el acuerdo con Pfizer y Sinovac para conseguir las vacunas, afirmó que los contratos “tienen cláusulas que hacen a la velocidad con la cual se aprueban estas vacunas”: “Los que saben más dicen que las vacunas demoran cinco años en producirse y salir al mercado, y estamos hablando de cinco meses”, manifestó.