La crisis sanitaria en Brasil se disparó en los últimos días, y distintas autoridades regionales advierten sobre un posible colapso del sistema de salud. “Llegamos al momento más crítico de la pandemia, nuestros hospitales están llegando al límite de ocupación. [...] Brasil está colapsando y si no frenamos el virus, lo mismo pasará en San Pablo”, advirtió el gobernador de ese estado, João Doria.

Desde el sábado, San Pablo se encuentra en “fase roja”, en la que sólo pueden funcionar servicios esenciales, y las autoridades anunciaron que a partir del lunes el estado pasará a “fase de emergencia”, que comprende la suspensión de las clases (aunque las escuelas seguirán brindando alimentación a los alumnos), las ceremonias religiosas y los encuentros deportivos, incluyendo el campeonato de fútbol local. Se frenarán las actividades de la construcción, y en el área gastronómica el comercio se limitará al delivery.

A partir del lunes, además, en San Pablo será obligatorio el teletrabajo en todos aquellos sectores que no sean esenciales, tanto en el ámbito público como en el privado, y regirá un toque de queda nocturno de 20.00 a 5.00. Todas estas medidas se extenderán por un plazo mínimo de 15 días, hasta el 30 de marzo.

“No es fácil tomar esta decisión, es una decisión impopular, difícil, dura. A ningún gobernante le gusta detener la actividad económica”, dijo Doria al hacer el anuncio frente a periodistas. Pero explicó que la ocupación de camas de CTI en el estado llegó a 87,6%, con 9.184 personas internadas en tratamiento intensivo y un total de 20.976 hospitalizadas para recibir distinto tipo de asistencia.

Números de crisis

Las cifras de la enfermedad son altas en San Pablo y en todo el país. Esta semana, la cantidad de muertes diarias por covid-19 marcó un récord de 517 en San Pablo y 2.286 en Brasil, el miércoles. Desde que comenzó la pandemia se registraron en el país más de 11,2 millones de casos y 270.000 muertes (11.000 se agregaron a este total en los últimos siete días). A su vez, en San Pablo, las muertes suman más de 63.000, y los contagios, 2,16 millones en 46 millones de habitantes.

“En cuidados intensivos, tenemos un número que es 47% mayor que el registrado en el pico de la primera ola de la pandemia”, dijo el ministro de Salud del gobierno de San Pablo, Jean Gorinchteyn. “Hoy, en muchas unidades de cuidados intensivos, 50% de los pacientes son menores de 50 años, es decir que más jóvenes están siendo comprometidos, muchos en estado grave”, agregó.

De acuerdo con datos de la Fundación Oswaldo Cruz, 25 de las 27 capitales del país tienen una ocupación de camas de CTI de 80% o más. En 15 de esas ciudades, la ocupación supera el 90%.

El miércoles, 21 de los 27 gobernadores propusieron un “pacto nacional” para “evitar el total colapso de los sistemas hospitalarios en todo Brasil y mejorar el combate a la pandemia”, y la creación de un “comité gestor” que integre los tres poderes del Estado, representantes de los gobernadores y los alcaldes, y el asesoramiento de referentes de la salud.

Sesión de fisioterapia de una paciente que se recupera de Covid-19, en su casa en Manaos (archivo, febrero de 2021).

Sesión de fisioterapia de una paciente que se recupera de Covid-19, en su casa en Manaos (archivo, febrero de 2021).

Foto: Michael Dantas, AFP

Efectos políticos

Hasta ahora la vacunación avanzó con lentitud en Brasil. Según informó Folha de São Paulo, hasta este jueves 5,6% de la población adulta (unos nueve millones de personas) había recibido una dosis de la vacuna y apenas 1,97 había completado la inmunización con la segunda dosis.

El gobierno le pidió ayuda a China para que el laboratorio Sinopharm le venda a Brasil 30 millones de dosis de su vacuna. De acuerdo con la agencia de noticias Efe, el secretario ejecutivo del Ministerio de Salud, Elcio Franco, envió una carta el lunes al embajador de China en Brasil, Yang Wanming, para hacerle esa solicitud y decirle que la falta de dosis enlentece la campaña de vacunación, que incluso “corre el riesgo de ser interrumpida”. Eso sucedió en febrero, cuando las dosis se acabaron.

Unos meses atrás, el presidente Jair Bolsonaro se negaba a comprar la vacuna Coronavac, del laboratorio Sinovac, por su origen chino, y varios dirigentes cercanos a su gobierno habían responsabilizado a China por la pandemia. Pero pronto el gobernante vio que no bastaba con negociar con Astrazeneca y la Universidad de Oxford para llevar adelante un plan de vacunación en Brasil. Del mismo modo, decidió negociar con el laboratorio Pfizer y comprarle 99 millones de dosis, pese a que antes se había negado a acceder a los requisitos que exige esa empresa.

Otro país con el que ha confrontado Bolsonaro, Venezuela, que en enero asistió con tanques de oxígeno al estado brasileño de Amazonas, pidió a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) una intervención en Brasil para frenar la crisis sanitaria.

“Brasil registra hoy un nuevo récord de fallecidos diarios por covid-19. Hace cuatro días le ratificamos al secretario general de la ONU ‒António Guterres‒ lo que le alertamos nueve meses antes: la ONU debe intervenir para que el gobierno de Brasil asuma y controle la tragedia y así proteger a toda Suramérica”, dijo en Twitter el canciller venezolano, Jorge Arreza. Publicó junto al tuit una carta fechada el 6 de marzo en la que le pedía a Guterres “sus urgentes gestiones y buenos oficios” ante Bolsonaro, y manifestaba que el presidente brasileño y “su gobierno se han convertido en el peor enemigo de los esfuerzos nacionales, regionales e internacionales” para “mitigar los devastadores efectos de la pandemia de la covid-19 en la región de América Latina y el Caribe”.

Por su parte, Bolsonaro, que varias veces relativizó la gravedad de la pandemia, defendió el miércoles la actuación de su gobierno en esta crisis. “Fuimos y somos incansables desde el primer momento en la lucha contra la pandemia. Desde el inicio, con el rescate de los brasileños que estaban en Wuhan, en China, fuimos un ejemplo para el mundo”, dijo.