Walter Braga Netto, el nuevo ministro de Defensa de Brasil, conmemoró este miércoles el golpe de Estado que derrocó al presidente João Goulart. “El movimiento de 1964 fue parte de la trayectoria histórica de Brasil”, dijo, y “por lo tanto, los hechos de ese 31 de marzo deben entenderse y celebrarse”.
No es el único que exhibe ese discurso. El propio presidente, Jair Bolsonaro, es un defensor de la dictadura, y el año pasado, el 31 de marzo, dijo que ese era “un gran día de la libertad”. Este miércoles en varias ciudades hubo manifestaciones de unas decenas de personas que recordaron el golpe con banderas de Brasil.
Braga Netto justificó el golpe que dio paso al terrorismo de Estado diciendo que “los eventos ocurridos hace 57 años, así como todo acontecimiento histórico, sólo pueden ser comprendidos a partir del contexto de la época”. Habló de un “escenario de inseguridades y grave inestabilidad política, social y económica”, y dijo que “las Fuerzas Armadas terminaron asumiendo la responsabilidad de pacificar al país”.
Este discurso fue proclamado en momentos en que las tensiones entre Bolsonaro y sus aliados políticos en el Congreso, por un lado, y entre el presidente y los militares, por otro, condujeron a cambios en seis cargos del gabinete y al reemplazo de los comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. En ese contexto de crisis llegó Braga Netto al Ministerio de Defensa. Su antecesor, Fernando Acevedo e Silva, tuvo diferencias con Bolsonaro, de quien recibió presiones para que las Fuerzas Armadas se comprometieran con su gobierno, incluso para actuar contra las medidas dispuestas por los gobiernos de los estados y las alcaldías para frenar los contagios de covid-19.
“El escenario geopolítico actual presenta nuevos desafíos, como cuestiones ambientales, amenazas cibernéticas, seguridad alimentaria y pandemias. Las Fuerzas Armadas están presentes, en la primera línea, protegiendo a la población”, agregó el ministro.
Bolsonaro no se refirió a esta crisis ni al aniversario del golpe de Estado este miércoles, cuando hizo una declaración a periodistas sobre la política de su gobierno ante la pandemia, que según el último dato disponible había causado la muerte a 3.780 personas en 24 horas. “El hambre mata mucho más que el propio virus”, afirmó el presidente. “Brasil tiene que volver a trabajar. La población tiene que volver a trabajar”, dijo. “Quedándonos en casa no vamos a solucionar ese problema”, insistió. Sobre las medidas restrictivas tomadas por los gobiernos locales, dijo que “extrapolan un estado de sitio”, una medida excepcional que sólo puede aprobar el Poder Legislativo.
El papel de Brasil en el golpe chileno
El aniversario coincidió con la divulgación de archivos desclasificados de Brasil, Chile y Estados Unidos que indican que la dictadura brasileña apoyó el derrocamiento del presidente chileno Salvador Allende, en 1973. Publicó esos documentos el National Security Archive. Esta organización integrada por académicos y periodistas, con sede en Washington, citó además pasajes del libro del periodista Roberto Simon “Brasil contra la democracia: la dictadura, el golpe en Chile y la Guerra Fría en América del Sur”.
De acuerdo con esas fuentes, existió incluso una reunión para tratar este asunto entre el líder de la dictadura brasileña, Emílio Garrastazu Médici, con el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en la Casa Blanca. Allí, el militar dijo que Allende iba a ser derrocado “por la misma razón que [el presidente João] Goulart había sido derrocado en Brasil”.
En un cable diplomático clasificado como estrictamente confidencial, el embajador chileno en Brasil, Raúl Rettig, informó a la cancillería de Allende que “el Ejército brasileño estaría realizando estudios sobre la introducción de guerrillas en Chile”, y que la dictadura brasileña analizaba el modo de promover una insurrección para derrocar a Allende. “El Ejército brasileño aparentemente envió a Chile a varios agentes secretos que habrían ingresado al país como turistas, con la intención de recabar más antecedentes sobre las zonas en las que podría operar un movimiento guerrillero”, comunicó.
De acuerdo con el National Security Archive, un documento de inteligencia de la CIA sostiene que durante una reunión de altos oficiales de Brasil, uno de ellos dijo que “Estados Unidos obviamente quiere que Brasil ‘haga el trabajo sucio’ en Sudamérica”. Sin embargo, Simon afirma que el gobierno de Brasil no era una simple “marioneta de Washington”, sino que “la dictadura brasileña tenía sus propias motivaciones, estratégicas, ideológicas, económicas y de otros tipos, para intervenir en Chile” y “dio un apoyo directo y un modelo para la dictadura de [Augusto] Pinochet”.