En las elecciones del martes, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y sus socios en el gobierno quedaron a dos bancas de las 61 que se necesitan para alcanzar la mayoría en el Parlamento de 120 integrantes. Ayer el escrutinio llegó a 99,5% y se confirmó que la coalición que apoya al primer ministro, que incluye a la derecha y la extrema derecha, los partidos ultranacionalistas y los ultraortodoxos, no tiene asegurada la posibilidad de reelegir a Netanayahu como jefe de gobierno.
Tampoco el opositor Bloque por el Cambio consiguió la mayoría, lo que causa un bloqueo político y deja la interrogante sobre el futuro gobierno israelí. Esta eventual alianza de partidos contrarios a Netanyahu incluye organizaciones políticas con posturas ideológicas muy diversas, y suma 57 bancas.
El Likud de Netanyahu volvió a ser el partido más votado, con 30 escaños, y lo sigue Yesh Atid, liderado por su rival Yair Lapid, con 17 diputados. El tercer partido, con ocho bancas, es Azul y Blanco, que encabeza Beny Gantz y que en la actualidad es socio del gobierno.
“Me dirigiré a todos los que comparten nuestros principios. No descartaré a nadie”, dijo Netanyahu. Pero en elecciones anteriores han sido sus propios socios los que pusieron vetos a nuevos integrantes a la alianza de gobierno. Esta situación podría repetirse esta vez, por ejemplo con la negativa del Partido Sionista Religioso, que tendrá seis o siete diputados, a compartir coalición con un partido escindido de la lista Unidad Árabe, Raam, que entrará por primera vez al Parlamento.