Este lunes falleció Pancho Zavala, compañero y amigo de este diario. Integró la Comisión Directiva de La Diaria SA en los primeros y difíciles años del proyecto, como representante de quienes habían cometido la generosa imprudencia de aportar dinero para que el diario saliera.

Pancho estaba muy bien elegido para la tarea porque le sobraba generosidad, aunque era por lo general una persona muy prudente y sensata. Nos beneficiamos de esas cualidades, de su fina inteligencia y de su calidez humana para darnos contención y consejos certeros, cuando cada semana traía consigo, junto con mucha felicidad, una larga lista de problemas e incertidumbres.

La agenda de aquella Directiva incluía desde cuestiones de línea periodística hasta minucias sobre el mantenimiento del local, inconvenientes en las relaciones laborales y, como es lógico, la necesidad de inventar caminos para seguir adelante como empresa.

Pancho tuvo la capacidad y la paciencia necesarias para prestarle atención tanto a lo importante como a lo disparatado, ayudarnos a pensar y aportar ideas acertadas sobre temas muy diversos, además de bancarse otros sin mucha relevancia. Su presencia, jugada por el proyecto pero menos sumergida en lo cotidiano, fue muy necesaria para que no dejáramos de mirar el horizonte.

No firmó notas ni figuró de otras formas, y pocos supieron cuánto tuvo que ver con lo que ha llegado a ser la diaria. Se alejó después de acompañarnos en el peor tramo y hacía tiempo que lo extrañábamos. Ahora lo vamos a extrañar más.