A los 79 años, y tras estar internado desde el 30 de mayo, falleció en la tarde del miércoles Carlos Alberto Reutemann, senador nacional y gobernador de la provincia argentina de Santa Fe de 1991 a 1995 y de 1999 a 2003.

La carrera política de Reutemann fue una consecuencia de la fama que logró como deportista. Al igual que Daniel Scioli, que provenía del mundo de la motonáutica, Reutemann fue convocado en 1990 por el entonces presidente Carlos Saúl Menem para sumarse al ala conservadora del Partido Justicialista tras la notoriedad que había adquirido como piloto de carreras.

Reutemann compitió en Fórmula 1 desde 1972 hasta 1982. Logró varios triunfos y fue vicecampeón del mundo en 1981. Corrió en equipos de primera línea, aunque muchos dicen que en el momento equivocado: pasó por Brabham, Ferrari, Lotus y Williams. Enzo Ferrari lo definió como un hombre “tormentoso y atormentado”, debido a sus silencios, su gesto hosco y sus críticas certeras y constantes a las máquinas que manejaba. Mientras en el Cono Sur era conocido como Lole, en Italia y otras partes de Europa lo llamaban el Gaucho Triste.

Se ha hablado mucho de la “mala suerte” de Reutemann, y tal vez su participación en el Gran Premio de Argentina de 1974 sea el momento más ilustrativo. Lideró la carrera desde los primeros momentos, pero se quedó sin combustible en la última vuelta. Juan Domingo Perón, entonces presidente del país, se acercó a felicitarlo y le regaló una lapicera. “Es lo único que tengo, pibe”, le habría dicho el líder justicialista.

En 1981, Reutemann perdió el campeonato frente al brasileño Nelson Piquet, y son muchos los convencidos de que fue boicoteado por su equipo (Williams) debido a que no había respetado órdenes anteriores de favorecer a su compañero, el australiano Alan Jones, que sería campeón al año siguiente. Reutemann fue coequiper de nombres legendarios de la Fórmula 1, como Niki Lauda, Mario Andretti y Gilles Villeneuve, y eso tampoco lo ayudó a convertirse en el “número 1” de sus sucesivos equipos.

La falta de consumación de grandes triunfos, pese a su inteligencia y velocidad, aportaron a esa aura de soledad e incomprensión, que padecieron y padecerían otros latinoamericanos que compitieron en el automovilismo europeo; el caso más notorio es el de Ayrton Senna. Algo de ese derrotismo se trasladaría a su actividad política, en la que pese a sus triunfos electorales en lo provincial, evitó dar el paso a la presidencia.

En 2002, Reutemann fue elegido por el presidente interino, Eduardo Duhalde, como su candidato para las elecciones nacionales del año siguiente. Reutemann se negó con una frase ambigua, cuyo significado último nunca llegó a aclarar, y que arrojó sospechas e incertidumbre sobre el delicado proceso institucional que vivía Argentina tras la crisis de 2001. “Vi algo que no me gustó”, dijo simplemente Reutemann a modo de explicación. Duhalde intentó convencer al cordobés José Manuel de la Sota, pero tampoco este quiso representar al justicialismo ortodoxo, en una elección en la que se perfilaba el retorno de Menem. Finalmente, el presidente interino optó por apoyar a un gobernador del sur lejano, un tal Néstor Kirchner. A partir de 2008, Reutemann y su sector apoyarían siempre a alianzas parlamentarias y electorales contrarias al kirchnerismo.