Si bien afirma que jamás probó una pitada, Daniel Radío utiliza la palabra “derecho” para referirse al consumo de cannabis, llama a no estigmatizar a los fumadores y en distintos casos establece comparaciones entre la marihuana y el alcohol. El hombre del Partido Independiente, titular de la Secretaría Nacional de Drogas (SND) y del Instituto de Control y Regulación del Cannabis (Ircca), afirmó que el prohibicionismo “nos ha hecho mucho daño”, ya que “genera un negocio espectacular para los narcos”. Sobre estos temas y los planes que desea impulsar desde el cargo, conversó con la diaria.
¿Qué hay que hacer para eliminar el prohibicionismo?
Lo primero son algunos pasos concretos que creo que Uruguay ha dado. Me parece que este paso que dio Uruguay de avanzar hacia la regulación del cannabis es muy importante. Pero, además, dar el debate internacional de estos temas. Y hoy en el mundo se está dando ese debate entre dos bloques: uno que lideran básicamente Canadá y algunos otros países sobre todo del mundo occidental –Uruguay está en ese grupo–, y el otro bloque con China, Rusia, los países árabes, que no quieren que vuele ni una hoja de nada. Es dar ese debate en el mundo, porque alguien tiene que tener la racionalidad de decir “che, por acá no era, le estamos errando”.
¿Y en Uruguay hay lugar para dar ese debate?
Es que lo estamos dando nosotros en el mundo. También lo estamos dando en Uruguay. Yo estoy diciendo algunas cosas en términos de opinión pública que no sé si mucha gente esperaba que las dijera. Y las estoy diciendo porque estoy convencido de que ese es el camino. Y lo digo desde mi perspectiva: soy una persona conservadora, básicamente, pero me parece que hay suficiente evidencia como para darse cuenta de que el camino del prohibicionismo es un camino equivocado, que no resuelve ningún problema y agrega nuevos, y si nos falta algo tenemos un episodio testigo en la historia, que es la ley seca. La ley seca no resolvió los problemas del alcoholismo en Estados Unidos sino que trajo mafia, crimen organizado, delitos asociados al consumo de alcohol, gente que moría, sangre, balas, para hacer una cosa que hoy la gente sigue haciendo en Estados Unidos capaz que igual, más o menos que antes, no sé cuánto, pero en todo caso menos asociado al dolor humano. Creo que estas cosas hay que decirlas y que al decirlas vamos modificando cabezas. Jorge Batlle lo decía ya. No es un problema de izquierda o derecha, no es un problema de conservadurismo o liberalismo.
Dentro del gobierno, ¿está solo en esa postura o siente que es acompañado?
Me siento muy cómodo, me siento respaldado, particularmente por el presidente [Luis Lacalle Pou] y por el prosecretario [de la Presidencia, Rodrigo Ferrés], que es el presidente de la Junta Nacional de Drogas. Y tengo buen diálogo con los dirigentes políticos de todos los partidos, no sólo de la coalición. Siento que Uruguay tiene una oportunidad, en esta política específica, de llevar adelante una política de Estado, que no quiere decir seguir haciendo lo que estaban haciendo los que estaban antes, pero tengo que continuar las cosas que se han hecho bien y eventualmente establecer la impronta y las modificaciones que entienda en función de qué resulta y qué no.
Hace poco recordó que no era afín a la ley de regulación y control del cannabis que se votó en 2013. ¿Por qué no le gustaba?
Hubo cuestiones que son circunstanciales y otras más de fondo. Uruguay había iniciado este debate a nivel social bastantes años antes, sobre todo a partir de movimientos sociales y algunos movimientos políticos juveniles reclamando por la desprohibición del cannabis. Cuando llegué a ser legislador en el año 2010, empezamos esta discusión en la Cámara [de Diputados]. A mí me parece que ese era el camino [quitar las prohibiciones]. El problema es que cuando veníamos discutiendo estas cosas y teníamos arriba de la mesa dos proyectos –uno en el que habíamos trabajado mucho con diputados del Frente Amplio, con Fernando Amado [entonces en el Partido Colorado] y alguna otra gente sobre la despenalización del autocultivo y de los clubes cannábicos, y otro del actual presidente, que en aquella época era diputado, que se presentó primero–, de repente, de sopetón, aparece un proyecto del Ejecutivo. Un proyecto que asociaba el uso del cannabis a un asesinato de un pizzero de La Pasiva; una bestialidad que flaco favor les hacía a quienes estábamos trabajando, porque yo estoy convencido de que el cannabis no está asociado a los problemas de seguridad pública, pero bueno, esa fue la apuesta que hizo el gobierno de aquel momento. Todos comieron porque tenían ganas de comer del táper, y cuando vos tenés ganas no hay quién te explique que esa estrategia era equivocada. Y el proyecto era bestial, era de artículo único, que poco menos nos decía que cediéramos nuestras competencias como Parlamento y que los dejáramos que ellos iban a resolver qué hacían con el tema. Por supuesto que me opuse de entrada a eso, y claro, ahí la bancada oficialista, que era bastante más seria que el Ejecutivo, trabajó e hizo lo que hoy tenemos como Ley 19.172, que es una cosa bastante más seria, un esfuerzo serio y responsable por empezar a abrir las compuertas en este tema. Yo no lo compartía en su totalidad, en algunas cosas me rectifico. La gran crítica que yo tenía para el proyecto tengo que reconocer que estaba equivocado: yo creía que se nos venía el mundo arriba, éramos firmantes de las convenciones internacionales y sentía que el proyecto las vulneraba, y sentía que las sanciones iban a ser duras, severísimas. Me equivoqué, por suerte, porque en realidad no sólo no nos sancionaron nada, y en los hechos lo que pasó es que hoy el mundo va para ese lado y hoy Canadá ha liberalizado bastante, la gente consume cannabis y compra por correo y nadie sanciona y nadie dice que Canadá es un narcoestado, y hoy ya casi la mitad de Estados Unidos tiene en sus diferentes estados [la despenalización]. Entonces, en esa perspectiva me equivoqué. Yo creo que había un enfoque filosófico equivocado en el proyecto del Ejecutivo. Tenía una mirada de represión del tráfico. Es un error: el objetivo de desprohibir no es combatir el narcotráfico, el objetivo de desprohibir es respetarles los derechos a las personas. Lo primero que me tengo que preguntar no es si combatimos el narcotráfico. ¿Colaboré para que los muchachos que consumen en vez de tener que ir a una boca de pasta base puedan acceder de otra manera? Sí, colaboramos para eso, entonces eso valió la pena. Esa es la primera pregunta. ¿Y cuánta plata le sacamos al narcotráfico? Esa es la segunda, pero además se logró gran parte de eso.
O sea que, en términos generales, ¿pasado el tiempo usted dice que fue una ley buena?
Fue una ley que mejoró la situación anterior, sí. Yo creo que es preferible. Pasa que tenemos todavía muchos condicionamientos. Si queremos competir con el narcotráfico, si queremos evitar que las personas vayan a la boca, tengo que tener una oferta que sea apetecible. La gente se alarmó ahora porque dije que hay que tener una marihuana con más pegue en las farmacias. Estoy proponiendo que tengamos un cannabis de 10% de THC. Empezamos a analizar el cannabis que tienen en los clubes, ninguno está por debajo de 20%. La que tenemos en la farmacia tiene 6%. Estoy proponiendo 10%. Me llegaron a decir: “Es como si propusieras tabaco con más nicotina”. No, no es eso. Propuse que para que los usuarios no tengan que ir a los clubes cannábicos puedan recibir el cannabis en su casa, dije un delivery, se alarmó la gente. No estoy diciendo que vos en tu casa en vez de pedir una pizza pidas un porro. Estoy diciendo que los tipos del club, en vez de ir al club, puedan recibirlo en su casa.
Esta última fue una propuesta suya cuando se generó la discusión en torno al artículo 72 del proyecto de Rendición de Cuentas, que luego fue sacado y establecía que el Ministerio del Interior accediera a la dirección de los clubes cannábicos.
Vamos a ser sinceros, con la mano en el corazón: yo si doy la dirección de un club no revelo la identidad de los socios. Eso es así. Lo que pasa es que me parecía que si esa limitante no existe, ¿por qué la ponemos en la Rendición de Cuentas? En realidad el Ministerio del Interior podría tener, con determinadas limitaciones, acceso a la dirección de los clubes. Lo que pasa es que no puede estar planteado, como estaba planteado en el proyecto original, eso de que es para realizar inspecciones o procedimientos. No, eso no, porque para eso está el Ircca.
¿Para qué es, entonces?
Para muchas cosas. Si yo soy el Ministerio del Interior y mañana llego a un predio y hay 100 plantas de cannabis, ¿procedo o no procedo? ¿Cómo sé si es un club o es un campo de narcotraficantes? Si es un club no tengo que actuar. Justamente para eso, para que no actúen en el club.
Pero al saber una dirección de un lugar en donde se está plantando, ¿no cabe la posibilidad de que la Policía vaya frecuentemente?
No debería pasar, pero eso vale para cualquier cosa. Si yo pienso que la Policía va a actuar mal, entonces tengo que suprimir la Policía. Lo que no puedo llegar a aceptar es que tratándose de un club cannábico la Policía vaya a entrar a ver. No, eso no. No puedo actuar partiendo de la base de que voy a encontrar delito. La premisa es que, siendo un club cannábico, está autorizado.
¿Cuándo va a entregar las direcciones de los clubes cannábicos? ¿O ya se hizo?
No lo hicimos. No sé, pero en algún momento lo vamos a hacer. Y paralelamente con esto le puse play a todo lo que es tratar de operativizar esa cosa que ha sido caracterizada como delivery. Estoy viendo la posibilidad de que exista alguna manera de que la gente reciba su cannabis en su domicilio, o en otro lugar.
¿Quiénes van a ser esos deliverys?
Eso es lo que estamos estudiando. Podría ser un delivery privado, podría ser vía correo o podría ser, en lugar de ir al club, otro lugar que podría ser compartido por varios clubes, que sean lugares de entrega de cannabis. Pero todas estas posibilidades las estamos pensando. Estamos trabajando. Tenemos que encontrar alguna alternativa que favorezca el derecho de las personas a usar cannabis sin tener que estar siendo poco menos que estigmatizadas por usar, una cosa que alguna vez en la historia nos va a dar vergüenza. ¿Cuál es el problema de que se normalice? Lo que tenemos que evitar es que haya uso patológico. De la misma manera que cuando tú llegás a tu domicilio te podés tomar una cerveza, no podés salir a conducir el auto, no podés algunas cosas, pero sí podés tomarla sin que nadie te señale con el dedo.
¿Por donde pasa la idea de algunos integrantes del gobierno de habilitar la venta de cannabis a turistas extranjeros?
Al principio yo me sentí solo cuando largué el tema. Me sentí solo no, largué solo sin saber. Y sobre la marcha fui encontrando gente que tenía una perspectiva más o menos parecida. Lo que creo es que hay muchos aspectos. Primero lo cultural: hay que ir auscultando cuándo empezamos a estar preparados para recibir esa noticia. Otra cosa son las modificaciones jurídicas, que si hay que modificar un decreto, hay que pensar una redacción nueva; lo que no podemos es estar modificando decretos cada media hora. Y la tercera es cómo lo operativizamos, que eso implica muchas cosas: ¿qué cannabis se va a vender a los turistas? ¿Es todo igual de aquí para adelante o podemos pensar una solución provisoria para después ir teniendo otro tipo de alternativas –que ya te adelanto que esto es lo que a mí me parece que es lo que hay que hacer–? ¿Quién lo va a vender? ¿Cómo va a ser el tema del registro? ¿Van a tener que registrarse? Todas estas son discusiones que tenemos que dar.