Buena parte de la atención mundial está puesta en estas horas en Afganistán, donde la situación es de incertidumbre luego de que el domingo, tras una rápida ofensiva, los talibanes ingresaran en Kabul y se hicieran de hecho con el poder. Por el momento no está claro quién gobernará ni bajo qué forma. El temor está instalado en el país debido al precedente que dejó la organización islámica fundamentalista, que entre 1996 y 2001 estableció un régimen teocrático radical bajo una peculiar interpretación de la sharia (ley islámica), coartando todo tipo de libertades e imponiendo severas restricciones a la población en general y en particular a las mujeres, que durante ese período fueron despojadas de sus derechos más elementales.

El recuerdo de los fusilamientos públicos en el estadio Ghazi, el escenario deportivo más importante de Kabul, las flagelaciones a los infractores de la ley y las amputaciones de manos a los acusados de robo, entre otros hechos que afectaron la vida cotidiana, constituyen una alerta para el mundo.

En este marco, autoridades del movimiento talibán informaron que están llevando adelante conversaciones en Doha, la capital de Catar, para definir detalles del futuro gobierno, incluida su estructura. Agregaron que pronto darán detalles del proceso, aunque primero esperan la retirada de todas las tropas extranjeras del país. Un funcionario de alto rango de los talibanes dijo a la cadena afgana Tolo News que desde Doha los líderes están en contacto con la comunidad internacional y con integrantes de partidos políticos afganos.

Mientras se define esta cuestión, la realidad del lunes en Kabul fue caótica. Se vivieron escenas dantescas en el aeropuerto, después de que miles de personas intentaron acceder a la terminal aérea con la intención de salir del país, ya que la opción terrestre está descartada porque todos los puntos fronterizos están bajo control de los talibanes. Una de las imágenes más impactantes fue la de varias personas que corrieron junto a un avión militar estadounidense mientras rodaba por la pista y algunos de ellos se aferraron a los costados cuando el avión despegó. Altos oficiales militares estadounidenses dijeron que la situación dejó siete muertos, incluidas varias personas que cayeron del vuelo.

La enorme afluencia de personas hacia la zona del aeropuerto, donde únicamente estaban operando vuelos militares, entre los que se contaban a todas las delegaciones extranjeras que se disponían a abandonar el país, generó que los talibanes se apostaran en las afueras de la terminal aérea para evitar que la gente siguiera llegando. La cadena Al Jazeera reportó que los militantes talibanes dispararon varios tiros al aire como advertencia, con el objetivo de mantener a la gente alejada del área.

La irrupción de los talibanes y la caída del gobierno que presidía Ashraf Ghani, quien huyó hacia Uzbekistán, tomó por sorpresa a buena parte del mundo. Este lunes el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se reunió en la sede de la entidad en Nueva York para tratar el tema. El secretario general de la ONU, el portugués António Guterres, en un discurso ante el Consejo de Seguridad, dijo que la comunidad internacional espera que los talibanes respeten el derecho internacional humanitario y los derechos fundamentales de los afganos, en particular los de las mujeres y las niñas. El diplomático lusitano dijo que los afganos “merecen todo nuestro apoyo”. “Los próximos días serán cruciales. El mundo está mirando. No podemos ni debemos abandonar al pueblo de Afganistán”, expresó.

Paralelamente, en una declaración conjunta el Consejo de Seguridad –órgano que tiene como miembros permanentes a Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia– pidió la creación en Afganistán de un gobierno “unido, inclusivo y representativo”. Además, los países miembros del consejo expresaron su deseo de que se entablen conversaciones entre las partes para garantizar una solución pacífica que “defienda los derechos humanos, incluidos los de las mujeres, los niños y las minorías”.

Familias afganas en el aeropuerto de Kabul.

Familias afganas en el aeropuerto de Kabul.

Foto: Wakil Kohsar, AFP

El coordinador residente de la ONU en Afganistán, Ramiz Alakbarov, dijo a la agencia de noticias Associated Press que trabajaría con las “autoridades de facto” para garantizar que la ayuda humanitaria llegue a quienes la necesitan. Alakbarov informó que aproximadamente 600.000 personas fueron desplazadas de sus habituales lugares de residencia durante los combates de los últimos meses.

Biden y el reconocimiento internacional

Una de las voces más esperadas luego de que se conociera el triunfo de los talibanes y el fin de la guerra interna en Afganistán era la del presidente estadounidense, Joe Biden. La salida del país asiático de las tropas de Estados Unidos y de sus aliados fue clave para el avance de los fundamentalistas islámicos, que en pocas semanas fueron tomando sucesivamente vastos territorios y capitales provinciales sin que las fuerzas gubernamentales les ofrecieran mayor resistencia.

Este lunes desde la Casa Blanca el mandatario estadounidense dijo que su país había logrado su objetivo en Afganistán, que era detener a Al Qaeda, no establecer la democracia. “Fuimos a Afganistán hace casi 20 años con objetivos claros: atrapar a los que nos atacaron el 11 de setiembre de 2001 y asegurarnos de que Al Qaeda no pudiera utilizar Afganistán como base para atacarnos de nuevo. Lo hicimos”, dijo Biden en el comienzo de su discurso. “Nunca abandonamos la búsqueda de Osama bin Laden y lo atrapamos. No se suponía que nuestra misión en Afganistán fuera la construcción de una nación. Nunca se pretendió crear una democracia central unificada”, agregó el líder demócrata, quien reafirmó que la salida de las tropas estadounidenses del país asiático era lo correcto.

“Reafirmo mi decisión. Siempre le prometí al pueblo estadounidense que sería sincero. La verdad es que esto se desarrolló más rápido de lo que habíamos anticipado; los líderes políticos de Afganistán se rindieron y huyeron del país, el Ejército afgano colapsó, a veces sin siquiera intentar luchar. No hay posibilidad de que un año más, cinco años más o 20 años más de presencia estadounidense haga alguna diferencia”, agregó Biden.

El presidente estadounidense dijo además que ahora las tropas que quedan en Kabul están buscando la salida segura y ordenada de todos sus ciudadanos y de muchos afganos que colaboraron con el personal de Estados Unidos que durante casi dos décadas permaneció en el país. “Las tropas estadounidenses están desempeñando esta misión con la profesionalidad y eficacia de siempre, pero no está exenta de riesgos. Hemos dejado claro a los talibanes que si atacan a nuestro personal o interrumpen nuestra operación la respuesta será rápida y contundente”, advirtió Biden. “Defenderemos a nuestra gente con una fuerza devastadora si es necesario”, expresó el presidente, que finalizó su mensaje puntualizando que una vez completada esta misión, concluirá la retirada y “se pondrá fin a la guerra más larga de Estados Unidos, después de 20 largos años de derramamiento de sangre”.

No tan aislados

Si bien los países occidentales en su mayoría esperan los pasos de los talibanes para ver cómo tomarán a su gobierno, algunos países, como Rusia, ya anticiparon que están dispuestos a reconocer al nuevo gobierno afgano. Según informó AFP, la diplomacia rusa considera que los talibanes garantizan el “orden público” y que la situación se está estabilizando. “Los talibanes están restaurando el orden público y confirmaron garantías de seguridad para los civiles locales y las misiones diplomáticas. La situación en Kabul y en Afganistán se está estabilizando”, dijo el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso. En el comunicado Moscú confirmó haber “establecido contactos de trabajo con representantes de las nuevas autoridades”.

El embajador ruso en Kabul, Dmitri Zhirnov, declaró a los medios oficiales de su país que los talibanes ya han comenzado a vigilar la sede diplomática, que es una de las pocas que siguen abiertas. Por su parte Zamir Kabulov, funcionario del ministerio en la capital rusa, declaró el lunes que su país reconocerá al nuevo gobierno talibán sobre la base “de la conducta de las nuevas autoridades”. En estos últimos años el gobierno de Vladimir Putin tuvo acercamientos con los talibanes y algunos de sus representantes realizaron varios viajes a Moscú, el último de ellos en julio.

La cuestión del reconocimiento internacional es clave para los fundamentalistas islámicos. En el primer período de gobierno de los talibanes su autoridad sólo fue reconocida por tres países: Pakistán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. En esta ocasión aspiran a tener otro relacionamiento con el mundo y ya cuentan con un apoyo fundamental, el de China.

El lunes, mediante una declaración de la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Hua Chunying, el gobierno de Xi Jinping aseguró que respeta las decisiones del pueblo afgano y desea una transición estable en Afganistán, informó la agencia china Xinhua. En respuesta a una pregunta sobre si China tiene contacto con los talibanes y reconoce su régimen, Hua respondió afirmativamente.

Pekín ve con buenos ojos la posibilidad de aumentar su influencia en Afganistán ante la salida de las fuerzas occidentales. Los chinos perciben con inquietud el extremismo religioso de los talibanes, por lo que su idea es llevar las conversaciones con ellos al terreno político más convencional, proceso que ya comenzó. Hace pocos días, el 28 de julio, el consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, se reunió en la municipalidad de Tianjin con el mulá Abdul Ghani Baradar, jefe político de los talibanes.

Los nuevos gobernantes afganos aspiran a que las inversiones con China sigan expandiéndose en el país para solventar su golpeada economía.