Para muchos alemanes, entre ellos los 2,8 millones que votan por primera vez el domingo, Angela Merkel es la gobernante de su país casi desde que tienen memoria. Pero esta vez la dirigente decidió no postularse al cargo que ocupó en forma ininterrumpida durante 16 años. Así abrió las interrogantes sobre quién la reemplazará como canciller de Alemania y con qué respaldo partidario, y qué suerte correrá sin ella la conservadora Unión Cristiano Demócrata.
El candidato del oficialismo, Armin Laschet, intenta recuperar terreno frente a su rival socialdemócrata, Olaf Scholz, que llega como favorito a estas elecciones. Las últimas encuestas atribuyen a Scholz una intención de voto de 25% o 26%, seguido por Laschet con 21% o 22%, y en tercer lugar aparece la ecologista Annalena Baerbock, de Los Verdes, con 16% o 17%. Si esos números se mantienen el domingo, el partido que gane las elecciones deberá negociar una alianza con otras organizaciones políticas para alcanzar las mayorías parlamentarias que le permitan formar el nuevo gobierno.
Scholz, de 63 años, es abogado laboral de profesión y tiene una larga trayectoria política. Fue militante socialista desde su juventud, y posteriormente ejerció como representante y luego senador por Hamburgo, ciudad de la que fue alcalde entre 2011 y 2018. Luego, se integró como parte de la coalición del gobierno de Merkel, siendo vicecanciller y actual ministro de Finanzas.
Laschet tiene 60 años, también es abogado y trabajó como periodista antes de comenzar su carrera política, siempre dentro del partido democristiano. Desde 2017 es el jefe del gobierno del estado federado de Renania del Norte-Westafalia, el más poblado del país y también uno de las económicamente más importantes.
Según recordó la cadena Deutsche Welle, en las últimas décadas el proceso de negociaciones entre partidos en el período comprendido entre las elecciones y la asunción de un nuevo gobierno tomó, en promedio, entre cinco y seis semanas. Sin embargo, hubo casos extremos como el de 2017, en el que tomó cinco meses y medio llegar a una alianza. Hasta que asuma un nuevo Ejecutivo, Merkel tiene previsto seguir en el cargo. Si las negociaciones se extienden dentro de los tiempos habituales, se acercará al récord de permanencia en el gobierno del excanciller Helmut Kohl, quien entre 1982 y 1998 llegó a permanecer 5.870 días en el cargo. La actual canciller recién superaría esa cifra el 17 de diciembre.
En los últimos años, los cristianodemócratas de Merkel (y su ala de Baviera, la Unión Socialcristiana) gobernaron con diferentes alianzas. Tuvieron como socio al Partido Liberal Democrático y también, en otros períodos, al Socialdemócrata. Este año, el partido de gobierno no descarta, en caso de que ganara las elecciones, una alianza con liberales y ecologistas. Esto sería una novedad, porque Los Verdes han estado históricamente más cercanos en sus posiciones a los socialdemócratas e incluso llegaron a formar una coalición con ellos durante el período de Gerhard Schröder, el canciller que reemplazó a Kohl en 1998 y gobernó Alemania hasta la llegada de Merkel en 2005. Pero los liberales han manifestado su rechazo a un pacto que incluya al partido de Annalena Baerbock.
Otra posibilidad de alianza que sonó en la campaña fue la que podrían acordar los socialdemócratas con La Izquierda –que de acuerdo a las encuestas podría obtener 6% de los votos– y Los Verdes. Si bien esos partidos no la descartaron, quienes han insistido particularmente al respecto son los cristianodemócratas, y lo hacen para tomar distancia de sus rivales directos en las elecciones. Aclaran que su candidato, Laschet, a diferencia de Scholz, no aceptaría a La Izquierda como un socio y advierten a los votantes contra las ideas de un partido que, por ejemplo, se opone a la participación de Alemania en la Organización del Tratado del Atlántico Norte y las misiones militares en el exterior.
La única organización con representación parlamentaria a la que todos descartaron como socio de gobierno es la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que según los sondeos rondaría el 11% del caudal electoral. En este escenario, la mayor vuelta de tuerca sería una reedición de la actual coalición entre conservadores y socialdemócratas, que hoy no quieren aliarse, pero tampoco era esa su primera opción en el pasado, cuando se vieron forzados a hacerlo.
Políticas en debate
A lo largo de la campaña, los candidatos expusieron sus posiciones sobre el impacto que tuvieron en la economía la pandemia de covid-19 y las inundaciones que Alemania sufrió en julio. Los partidos que se ubican más a la izquierda del escenario político –los socialdemócratas, Los Verdes y La Izquierda– proponen aumentar las cargas fiscales sobre las personas más ricas, mientras que los cristianodemócratas y liberales se manifiestan en contra de subir impuestos y hasta llegaron a hablar de bajarlos.
Si bien estuvieron presentes en los discursos de campaña la seguridad interna, las jubilaciones y la política exterior, se destacó la discusión sobre cómo debe pararse Alemania ante el cambio climático, quizás promovida por el impulso de Los Verdes, que sorpresivamente hace algunos meses llegaron a liderar las encuestas de intención de voto.
Para los liberales, los conservadores y los socialdemócratas, la meta es alcanzar la “neutralidad climática” (que no se emitan más gases de efecto invernadero que los que se retiran del ambiente) para 2045 o 2050, según el caso. Pero Los Verdes y La Izquierda proponen hacerlo antes. De acuerdo con la Deutsche Welle, pese a estas metas, ninguno de los programas alcanzaría los compromisos de Alemania en el Acuerdo de París.
La Unión Cristianodemócrata propone incrementar las energías renovables con paneles solares en los techos y medidas para reemplazar al carbón, que esperan abandonar en 2038. En esa fecha coinciden, los socialdemócratas, pero Scholz manifestó su voluntad de adelantarla a 2034. Además, proponen que para 2040 todas las fuentes de energía del país sean renovables y los autos eléctricos sean la mayoría en Alemania. Por su parte Los Verdes prometen acelerar esos plazos –al igual que La Izquierda– e implementar numerosas políticas al respecto, que incluyen desde impulsar los trenes como medio de transporte hasta crear un ministerio específico que pueda vetar las leyes que no respeten el Acuerdo de París. La ultraderechista AfD está a favor de abandonar dicho acuerdo.