Luego de que en 2009 el Vaticano le quitó la condición de sacerdote a Roberto García por casos de abuso sexual infantil –en especial a adolescentes–, el religioso fue destinado a comunidades en Argentina y Perú. Hay fotos de una actividad con niños en Lima y un testimonio de una persona que lo vio en un hogar de religiosos en Argentina, ubicado en un piso superior a un colegio.

Tras la publicación del artículo referido al excura jesuita, la diaria recibió diversos testimonios y datos sobre su trayectoria luego de habérsele retirado la condición de sacerdote, en 2009, tras décadas de casos de abusos sexuales.

Desde la Compañía de Jesús informaron que hubo una o dos denuncias de abusos contra García en 2007 y 2008 y unos 30 testimonios que se recogieron en la investigación que se realizó, que llevaron a la sanción por la que dejó de ser sacerdote, conocida como “pérdida del estado clerical”.

Pero García siguió siendo religioso jesuita (“hermano”) y, como tal, fue destinado a algunas comunidades en Argentina (Córdoba y San Miguel) y un tiempo corto en Perú (Lima), pero siempre con la restricción de no tener contacto alguno con menores y menos con roles en colegios, comunicaron desde los jesuitas.

Sin embargo, fotos de una actividad en Lima en 2010 lo ubican en un lugar con niños y una persona lo vio en Córdoba en un hogar de religiosos ubicado en un piso que queda arriba de un colegio.

La denuncia que se agregó en 2018 fue por un caso ocurrido a inicios de la década de 1980, lo que agravó su situación y un año después llevó a la “dimisión” de la Compañía de Jesús, por lo que en la iglesia dejó de ser religioso y pasó a ser laico.

“Algunos pueden decir que era mejor que estuviera controlado y con restricciones en una comunidad a que ahora tenga libertad de acción como un ciudadano común, pero los especialistas dicen que este tipo de abusos se producen, justamente, a la sombra de la condición de religioso y por la influencia que desde ahí puede obtener, mientras que un ciudadano común es difícil que pueda abusar (la gente desconfía, llama a la policía, etcétera). A esto se agrega que cumplió 80 años, está muy disminuido en su salud, y los riesgos de nuevos abusos son inexistentes”, informó el delegado de Prevención de los jesuitas, Álvaro Pacheco, a la diaria.

Durante años, García vino en verano a Uruguay y visitó familiares. Hay víctimas que lo vieron en la calle en algunas de esas visitas.

En las búsquedas en internet, García casi no aparece –salvo en algunas menciones a la fundación La Huella, una granja-hogar para niños en situación de vulnerabilidad creada a mediados de 1970, cuyo mayor referente fue Luis Perico Aguirre–. Pacheco dijo que no hubo ninguna consigna en particular para borrar material, “pero obviamente no era bueno mantener publicaciones referentes a su persona, que podrían resultar en un mensaje ambiguo y molestar a las mismas víctimas”.