Las elecciones de 1999 determinaron que Jorge Batlle fuese el presidente de la República desde el 1° de marzo del 2000. En primera vuelta su Partido Colorado (PC) obtuvo 31,9% de los votos, porción inferior al 39,1% del Frente Amplio (FA) pero, al formar una coalición con el Partido Nacional (PN), que había sacado 21,7%, se aseguró una ventaja para el balotaje. Finalmente ganó con 52,4% frente al 44,7% que consiguió Tabaré Vázquez.

Cinco años más tarde, el dirigente de izquierda venció en primera vuelta, mientras que los colorados jamás volvieron a recuperar ese caudal electoral. ¿Qué pasó en el medio?: una crisis bancaria que derivó en el aumento del desempleo, la pobreza y la emigración, y que también produjo una quiebra en el gobierno que incluyó la renuncia de ministros. Pero los protagonistas de aquella época aún hoy destacan el orden político que permitió frenar el problema y generar las condiciones para que Uruguay empezara a mejorar su situación.

Lo más similar a lo que pasó en Uruguay fue lo que sucedió en Argentina a fines de 2001. En medio de una corrida bancaria, el corralito y enfrentamientos entre civiles y fuerzas de seguridad que provocaron decenas de muertes, el presidente Fernando de la Rúa se fue de la Casa Rosada en un helicóptero y a partir de allí asumieron otros cuatro mandatarios en 11 días. El país se declaró en default, es decir, incapaz de pagar sus deudas externas. Y cuando Uruguay sufrió su crisis en 2002 –en parte, producto de la de Argentina–, el gobierno buscó que nada de lo que pasó en la vecina orilla se repitiera de este lado, es decir, que una crisis económica no se tradujera en una institucional, lo que encontró eco en la oposición.

En 2002, luego de algunos ajustes fiscales dictados durante la corrida bancaria, el primer gran problema político que afrontó el gobierno fue el lunes 22 de julio, cuando el directorio del PN le quitó el apoyo al ministro de Economía y Finanzas, Alberto Bensión, quien decidió renunciar. En un documental del programa Código país, que se emitía en Teledoce, años después de su salida de la cartera Bensión dijo que lo “sorprendió” el anuncio de los blancos.

“El viernes anterior, dos días antes, habían tenido una reunión en [la residencia presidencial de] Suárez el presidente Batlle con el expresidente [Julio María] Sanguinetti y el expresidente [Luis Alberto] Lacalle para analizar un poco la situación y ver si había necesidad de cambios políticos, y tanto Batlle como Sanguinetti me expresaron que habían estado de acuerdo en que yo siguiera al frente del Ministerio de Economía y Finanzas [MEF] y si había que hacer algún cambio iba a ser en el Banco Central [BCU]”, comentó.

El periodista Alfonso Lessa, en su libro De las armas, las urnas y las letras, publicó una entrevista con Batlle que originalmente fue hecha para el mismo documental; allí el exmandatario dijo que “desde el punto de vista personal” tomó el anuncio del PN y la salida casi obligada de Bensión “con mucho dolor” porque el exministro “fue un hombre que afrontó las circunstancias más difíciles con total heroicidad”.

Meses después, en octubre, el directorio blanco, con críticas al gobierno, también resolvería la salida del gabinete, lo que derivó en la renuncia de los ministros Sergio Abreu [de Industria, Energía y Minería], Carlos Cat [de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente], Antonio Mercader [de Educación y Cultura], Jaime Trobo [de Deportes y Juventud] y Álvaro Alonso [de Trabajo y Seguridad Social]. A partir de entonces, la coalición sólo se mantuvo a nivel parlamentario.

Batlle contó que recién cuando Alejandro Atchugarry asumió como titular de la cartera de Economía “se distiende la situación porque es un recambio que permite aflojar la tensión”. Se trataba de un abogado respetado por los principales sectores partidarios del oficialismo y la oposición y que hasta ese entonces era senador.

La historia dice que inicialmente no quería agarrar el cargo de ministro y que hubo que forzarlo a hacerlo. “Atchugarry nos dijo que no. Al punto de que éramos diez en la Casa de Gobierno para forzar a Atchugarry a que aceptara. Entonces, para ponerlo contra la pared, le dije: ‘Abro los bancos con usted o sin usted. Y si no, me voy a la gran siete’. Y se pegó un susto tan grande que al final aceptó”, narró Batlle, quien confesó que el flamante ministro “quiso renunciar” esa misma noche del 23 de julio, pero lograron aguantarlo.

Para la subsecretaría Atchugarry pidió a Max Sapolinski, un dirigente colorado que en ese gobierno y hasta ese momento se había desempeñado en el Ministerio de Turismo. En diálogo con la diaria, Sapolinski recordó que el ministro “era una figura de consenso y querida por todo el espectro político”, que quedó como “el gran operador” de la economía uruguaya.

En el rol de viceministro no sólo estaba él sino Isaac Alfie, quien oficialmente era el asesor macroeconómico del MEF y ahora se desempeña como director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). “Como que había dos subsecretarios: Alfie estaba dedicado a la parte económica y yo a la parte de hacienda”, pero “en la práctica yo sentía que parte de mi tarea era estar cerca de Atchugarry y respaldarlo, porque la verdad que fueron horas dramáticas”. “Un día me agarró Batlle y me dijo: ‘Una vez por semana, Atchugarry viene a almorzar conmigo; el fin de semana él cocina porque hace para sus hijos y demás; usted tiene que encargarse de que coma los otros días’”, relató.

Sapolinski recordó que “los días en el ministerio se desarrollaban entre aproximadamente las 9.00 y la 1.00 de la mañana del día siguiente, con fines de semana incluidos”, porque “continuamente” aparecían “focos de distintas cosas”. Pero ayudó que “el espectro político en general se portó de una forma muy digna”, en lo que “tenía mucho que ver” el propio Atchugarry, “uno de esos seres muy particulares, difíciles de encontrar”, dijo el dirigente colorado emocionado, al hablar de su excompañero, ya fallecido.

Dólares que llegan en avión desde Estados Unidos

En paralelo, una delegación conformada por Ariel Davrieux, director de la OPP, e Isaac Alfie viajó a Estados Unidos para encontrarse con los dos negociadores que Uruguay ya tenía en ese país: el representante financiero Carlos Steneri y el embajador Hugo Fernández Faingold. El objetivo era conseguir un préstamo para frenar la corrida bancaria en Uruguay, porque, en palabras de Batlle, “el problema de los bancos se arregla con plata”.

Inicialmente Uruguay trató de llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Steneri, que se mantuvo en el cargo de confianza en la agencia que tenía Uruguay en Estados Unidos desde el primer gobierno de Sanguinetti hasta el primero de Vázquez inclusive, mencionó en diálogo con la diaria que el país tenía “un programa” con el FMI “que estaba funcionando”, pero mandaba “poco” dinero.

“Un día nos mandaron 500 millones un lunes; el jueves o viernes se habían ido por corrida”, explicó, pero se veía al FMI como “la única institución que puede dar plata de urgencia para una crisis”, y por eso se apostó a negociar un nuevo préstamo. Pero no fue posible. “Había una resistencia del FMI a de vuelta hacer un programa con Uruguay parecido al que habían tenido con Argentina en 2001, que había sido bastante generoso y con el que les había ido mal. Una vez sí, dos veces no”, resumió Steneri. En ese momento se resolvió ir a negociar directamente con el Tesoro de Estados Unidos, que es “el principal accionista” del FMI “y el que tenía la plata”.

Al hablar con sus enviados, Batlle pidió que les recalcaran a las autoridades estadounidenses que “el asunto en Uruguay no es un asunto de pesos, es un asunto institucional”, y que el riesgo iba más allá de los bancos: “Acá lo que se cae es la democracia”. La teoría indicaba que si Uruguay no encontraba un salvataje “entraba en una crisis social tan profunda que derivaba inmediatamente en una crisis institucional”.

La caída del ministro Bensión y el decreto del feriado bancario “de alguna manera aceleraron las rotativas”, contó Steneri. Ello resultó en que el subsecretario del Tesoro para Asuntos Internacionales, John Taylor, fuera designado por George Bush para negociar un préstamo con Uruguay. El agente uruguayo le dijo que el país precisaba 2.600 millones millones de dólares. “No dijo nada. Anotó”, recordó sobre Taylor.

Pero –en la versión de Steneri– con el correr de los días fueron recibiendo señales desesperanzadoras y parte de la delegación comenzó a entonar la retirada. Un día que Davrieux y Alfie “se fueron para el aeropuerto”, Steneri y Fernández Faingold recibieron de la voz de Taylor la noticia de que, “con los mayores esfuerzos”, Estados Unidos podía otorgar “un préstamo por 1.500 millones”, con lo que se podía “cubrir las cuentas corrientes y las cajas de ahorro” del Banco de la República y el Hipotecario, y que la devolución sería a través de un programa con el FMI. Aún resuena una frase que se le atribuye al embajador uruguayo en Washington: “Taylor es de Peñarol”.

Sobre la plata que prestó Estados Unidos hay una parte en la que hay distintas versiones y una de ellas tiene un tinte hollywoodense. En la entrevista con Lessa, Batlle afirmó que “la plata vino en un avión” y que “había que traer 1.500 millones de dólares en billetes de 100”. Esta anécdota, bastante difundida porque hace más atractiva la historia, es desmentida por quienes participaron directamente en la negociación. “Llegó plata, pero no llegaron los 1.500, llegaron 100 millones”, dijo Steneri, quien aclaró que el resto fue por transferencia.

Reunión de Alejandro Atchugarry con la bancada de senadores del Frente Amplio (archivo 2002).

Reunión de Alejandro Atchugarry con la bancada de senadores del Frente Amplio (archivo 2002).

Foto: Sandro Pereyra

El Parlamento que se porta bien y vota rápido

Para que el dinero estadounidense llegara a los bancos locales era necesario que se aprobara en el Parlamento uruguayo la Ley de Fortalecimiento del Sistema Bancario, que creaba el Fondo de Estabilidad del Sistema Bancario con los 1.500 millones de dólares. La discusión se dio el fin de semana del 3 y 4 de agosto y estaba previsto que el PC y el PN votaran a favor, mientras que en el FA había diferencias.

Danilo Astori, quien luego fue titular del MEF en dos gobiernos del FA, era cercano a la postura del oficialismo, mientras que el resto de la oposición se inclinaba a no votar el plan. Finalmente prevaleció esta última posición, pero la coalición de colorados y blancos tenía mayoría parlamentaria. Se preveían sesiones largas, de esas que empiezan una mañana y terminan a la siguiente dada la cantidad de legisladores que desean expresarse sobre el tema, pero ocurrió algo inédito.

Dado que el gobierno necesitaba promulgar la ley y reglamentarla antes del lunes para tener plata en los bancos, el oficialismo solicitó al FA que evitara alargar la sesión con extensas argumentaciones de por qué entendía que el proyecto no era positivo. Y la oposición accedió. Finalmente, en la madrugada del domingo el prosecretario de Presidencia, Leonardo Costa, se apersonó en el Parlamento para tomar el original de la ley y salir hacia la Casa de Gobierno para que fuera firmada. Al día siguiente finalizó el feriado bancario.

Cuando tomó la palabra, el entonces senador Astori expresó: “Se ha discutido mucho si hay o no alternativas, pero lo que no hay es margen [...] Ya que no podemos votar todos juntos, por lo menos rescatemos lo que, me parece, es el objetivo compartido por unanimidad en esta sala: salvar a la banca pública y, en particular, al Banco de la República”. Luego pidió intentar “por todas las vías asumir conductas de confianza, de calma y de serenidad en nuestros compatriotas, porque sin este ingrediente no nos va a resultar posible superar esta situación”.

Desde el oficialismo se interpretó el mensaje como que el FA no estaba de acuerdo con la solución pero tampoco iba a trancar la que proponía el gobierno, que era, de acuerdo a la cantidad de votos de cada fuerza política, la única que contaba con los apoyos necesarios. Batlle opinó que “el mundo político se portó bien” y destacó que la oposición, al no demorar la discusión, facilitó “una salida jurídica que era imprescindible para resolver los problemas”.

Sapolinski reconoció “tres factores” que permitieron que el país comenzara a salir de la crisis desde el punto de vista político: “Uno de ellos fue la convicción republicana de Batlle, que fue muy clara. El segundo fue la actitud de la gente de Uruguay, porque si bien hubo muy malheridos, la gente también se comportó en una forma sumamente ejemplar; cuando se abrieron los bancos después del feriado bancario vinieron periodistas argentinos a cubrir y estaban asombrados porque esperaban las mismas reacciones que hubo en su país con los feriados bancarios, violencia y demás, y estaban asombrados de la prolijidad de la gente. El tercero fue Atchugarry, que supo conciliar a todas las partes”.

Una vez corregida gran parte del problema financiero, en 2003, Atchugarry renunció. “Entendió que se había cumplido la misión”, dijo Sapolinski, quien aseguró que para la época del nuevo cambio en el MEF “el país estaba comenzando un camino de crecimiento”. Contó que antes de esa retirada el entonces ministro tuvo “algunos intentos” de renunciar pero, “al final, Batlle lo convencía de que permaneciera en el cargo”.

.