A menos de un mes del 27 de junio de 2023, que marcará 50 años desde el último golpe de Estado, la Junta Departamental de Montevideo reunió el martes a referentes políticos, sindicales y estudiantiles en el Paraninfo de la Universidad de la República, para reflexionar sobre el pasado reciente y “la construcción de memoria como una clave para el futuro”.

Participaron en el evento el expresidente y actual secretario general del Partido Colorado, Julio María Sanguinetti; el presidente del Honorable Directorio del Partido Nacional, Pablo Iturralde; el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira; el presidente del PIT-CNT, Marcelo Abdala; y Amira Fagúndez, dirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU).

Todos ellos fueron recibidos por la icónica margarita de mayo, presente sobre la entrada universitaria en brillante luz de neón, y también por pancartas que decían: “Los responsables de la impunidad silencian la verdad”, junto a imágenes de Sanguinetti, Luis Lacalle Herrera, Jorge Batlle, Tabaré Vázquez, José Mujica y Lacalle Pou, “¿Qué poderosos intereses mantienen un país sin verdad ni justicia?”, y “Cejas, (en referencia a Sanguinetti) ¿vas a hablar del escuadrón?”, sostenidas por manifestantes parados en la escalera de la sede universitaria.

Solo, enfundado en un sobretodo negro, Sanguinetti pasó caminando lentamente por delante de ellos y adentro, ante un auditorio a medio llenar, fue el primero en tomar el micrófono. Señaló que entre 1960 y 1980 “hubo 22 golpes de Estado, es decir, fue una etapa histórica de tormentos”, en el marco de la Guerra Fría. Pero en América Latina, sostuvo, la guerra “no fue fría”, porque “costó mucho sacrificio, mucha sangre y generó mucha violencia”. En simultáneo a las palabras de Sanguinetti, en los balcones del primer piso del Paraninfo se desplegaron más pancartas, como por ejemplo, “Este acto 'democrático' corona la impunidad”.

No obstante, Sanguinetti continuó: “Uruguay entró en un período de revuelta social, transición económica y debilitamiento político, que nos va llevando a una intolerancia creciente. Fueron años de guerrillas revolucionarias y de golpes de Estado redentores para salvar al país de esas mismas [guerrillas]. Unos en nombre de una utopía social y otros tratando de invocar a la democracia para salvarla, negándola de sí misma a través del autoritarismo. Ese fue el proceso de aquellos años”; aclaró que “no es un tema de hoy pasarnos facturas”, pero tampoco “ignorar los hechos”.

El expresidente cerró su participación valorando “la institucionalidad”, “la legitimidad del Estado de derecho” y “la política de la tolerancia”. “Perdimos la libertad porque antes perdimos la tolerancia. Perdimos la institucionalidad porque antes comprometimos la paz”.

A su turno, Pereira dijo que el golpe de Estado de 1973 significó “un punto de inflexión de un proceso de deterioro de las libertades” y afirmó que el terrorismo de Estado no fue “producto de una aventura trasnochada del Uruguay”, sino que formó parte de “una estrategia instrumentada en el marco del Plan Cóndor” en América Latina, cuyo propósito fue “el exterminio de parte de nuestras poblaciones”. Definió el “saldo” de la dictadura como “trágico” y recordó: “116 asesinatos, 197 desaparecidos y miles de presos políticos”.

Iturralde empezó de la siguiente manera: “A veces a mí me calienta bastante cuando me pongo a repasar hechos tan repugnantes como fue el golpe de Estado del año 73. Me pongo a pensar que cuando fueron las primeras elecciones en el año 84, en la salida de la dictadura, hacía apenas 50 años de la ruptura institucional del año 34. Uno a veces dice que con medio siglo de por medio deberíamos tener la serenidad para pensarlo en término mínimamente de respeto”. Dicho esto, confesó que al ver las pancartas dudó “si vale la pena hablar”, pero, citando a Luis Alberto de Herrera, dijo “ni me callo ni me voy”.

Iturralde dijo que “acá lo que importa es que digamos nunca más terrorismo, por supuesto que nunca más terrorismo de Estado, pero tampoco nunca más terrorismo de ningún tipo y de mentes autoerigidas que pensaban que podían disponer de cuáles eran los instrumentos para dar justicia”.

Obreros y estudiantes

Luego de los políticos habló Fagúndez, quien en representación de la FEUU destacó que el movimiento estudiantil de la época fue “parte organizadora junto a la CNT [Convención Nacional de Trabajadores] de la heroica huelga general” debido a su “firme convicción de generar un proceso de agitación y movilización de todos los sectores de la sociedad para que la dictadura naciera aislada y sin base social”.

Por último, en rechazo a la teoría de los dos demonios, Abdala argumentó: “Si nosotros equiparamos las responsabilidades que luego se cristalizaron en el golpe de Estado estamos ocultando los verdaderos procesos que estuvieron en curso y que desembocaron en esa circunstancia negra para el conjunto de la ciudadanía y la población”. Afirmó que, medio siglo atrás, el golpe de Estado en Uruguay tuvo como propósito “interrumpir un proceso de organización social, de acumulación de fuerzas, de unidad –amplia y sin exclusiones– de todo el pueblo”, por un lado, y por otro, “revertir ese proceso en beneficio de determinados intereses económicos”, porque la dictadura fue “cívico-militar” y “tuvo un determinado contenido de clase”.