La Pocha, como la recordó este martes en sus redes sociales la asociación de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, vivía en Colón, barrio que “supo cobijarla y quererla”. “Antes de su detención trabajaba como vendedora de libros. Gran lectora, siempre dispuesta a contar una historia”. El 2 de noviembre de 1977, con 41 años, Amelia Sanjurjo Casal fue desaparecida. La secuestraron en la vía pública, en un operativo represivo del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), en medio de la dictadura cívico-militar (1973-1985).

Se sabe que Sanjurjo vivía en la calle Garzón, en la zona norte de Montevideo, que trabajaba en la editorial Mundo Libro, que era secretaria de organización de la Seccional 9 del Partido Comunista (PCU) y que, según informes policiales del Ministerio del Interior de la época, había sido detenida en 1970 por repartir “panfletos” de la Convención Nacional de Trabajadores “que intimaban al comercio y casas de familias a realizar un apagón de luz”.

Quienes la conocieron la describen como “una mujer dulce, coqueta, cálida y distraída”, pero “de gran temple”, compartió Familiares. También era “paciente”, “tozuda”, y físicamente se caracterizaba por su cabello alborotado, su hablar pausado y una sonrisa infaltable. “Dedicó su vida entera a su militancia y fue consecuente con ella. Era incomparable cómo militaba ella, día y noche, no le importaba la hora que volviera a su casa”. Así pidió Familiares que la recuerden: como una “militante de alma”.

También se sabe que, al momento de su detención, Sanjurjo estaba embarazada. Su compañero, Carlos Aguilera, dio su testimonio ante la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre la situación de personas desaparecidas y hechos que la motivaron: “No recuerdo exactamente si eso fue el 29 o 30 de octubre de 1977. Venía del trabajo y, como de costumbre, a veces abría la puerta y a veces lo hacía Amelia. Lo que me extrañó es que se abre la puerta del frente y se oye su voz. Me extrañó la voz, pero entré igual (...) Me toman la camisa, me tironean un poco y caigo en el sofá. Estaba medio encandilado porque no había luz; (...) buscaba a Amelia por la voz y no la encontraba. (...) Entonces me di cuenta de que era uno de ellos que gritaba; tenía la voz finita e imitaba su voz. Me dijeron: ‘Flaco, quedate quieto; venimos a ver a Amelia Sanjurjo y no se encuentra. Queremos saber dónde está, queremos localizarla, pero antes que nada decí quién sos vos’”.

Según información de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente y del Grupo de Trabajo Verdad y Justicia, disponible en la página web Sitios de Memoria, quienes allanaron la casa de Sanjurjo eran tres personas “vestidas de particular y con botas negras”, quienes también retuvieron e interrogaron a Leonor Albagli, una amiga de Sanjurjo que pasó a visitarla en ese mismo momento.

Luego, Albagli fue trasladada al centro de detención y tortura de La Tablada, donde fue “intensamente torturada durante dos o tres días” y donde “le preguntan sobre el paradero de Amelia”. No lo dijo, pero sí escuchó “los gritos de Amelia en la tortura, hasta que un día dejó de escucharla y nunca más le preguntaron por ella”.

El informe de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente y del Grupo de Trabajo Verdad y Justicia ubica la muerte de Sanjurjo el 8 de noviembre de 1977, “cuando intentaban conducirla nuevamente a una sesión de tortura a la que se resistió”. “Sanjurjo cursaba un embarazo reciente. Según escuchó una testigo, en una oportunidad la llevaban a rastras al baño y le insistían en que se parara, respondiéndoles ella que no podía. La última vez, al parecer, la venían a buscar para llevarla al piso de arriba a la sala de torturas. Se resistió y fue golpeada. Se escucha una corrida de la guardia y gritos que pueden señalar el momento de su fallecimiento”.

En un video realizado por M24 y Sitios de Memoria en 2020 se recuerda que “algunos militares informaron que en 1984 sus restos, que habrían sido enterrados en el Batallón 14 de Toledo, fueron incinerados y tirados al Río de la Plata”. Este martes se confirmó que era una mentira, a casi 47 años de la desaparición de Sanjurjo.

El OCOA “reprimía a diestra y siniestra”

En diálogo con la diaria, el secretario general del PCU, Juan Castillo, mencionó que antes y durante la dictadura “hubo varios planes” en contra de la dirigencia y la militancia comunista, los cuales “eran prácticamente planes de exterminio”. Apuntó que, tras la derrota del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, las fuerzas represivas se ensañaron particularmente con las organizaciones sindicales y estudiantiles: “Hay declaraciones de militares de aquella época que dicen que uno de los objetivos era exterminar a los comunistas por 50 años de la faz de la tierra”.

El 21 de octubre de 1975 el OCOA lanzó la Operación Morgan, con el propósito de desmantelar la estructura del PCU. La detención de Sanjurjo fue dos años después, en 1977, “en la segunda parte”, cuando “hubo unos cuantos presos en redadas”, señaló a la diaria a sus 90 años Bernardo Joffe, integrante del Comité Central del PCU en aquella época.

Para Castillo, este martes “es un día de una contradicción tremenda”, porque mientras “querés alegrarte por conocer de quiénes eran los huesitos que habían aparecido”, al mismo tiempo “cuando aparece el nombre volvés a hacer el luto y volvés a meter la cabeza en lo que fue Uruguay 40 años atrás”. “Es muy removedor”, manifestó.

“Hoy tenemos la posibilidad de decir con mucha tranquilidad que los restos de Amelia Sanjurjo van a descansar en paz”, sostuvo Castillo, aunque lamentó “el hecho de que no sabe el nombre que tenía el bebé en su vientre”. Porque el OCOA, sostuvo, “reprimía a diestra y siniestra”, sin distinguir edad, sexo o condiciones físicas, “ni aun a mujeres que estaban embarazadas”.

El informe de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente y del Grupo de Trabajo Verdad y Justicia también señala que en el transcurso de 1977 el OCOA puso en marcha una estrategia represiva con el objetivo de “desbaratar la dirección clandestina del PCU”, en aquel entonces a cargo de León Lev. El documento señala que este operativo particular contra el PCU “tuvo como resultado la muerte de un militante comunista”, Humberto Pascaretta, “y la desaparición de otros cuatro”, Luis Eduardo Arigón, Óscar José Baliñas, Óscar Tassino y Amelia Sanjurjo.

Asimismo, el informe señala que “esta escalada represiva no puede desprenderse del nuevo contexto institucional que el gobierno quiso aplicar en el área laboral”. Por decreto, la dictadura instauró “comisiones paritarias”, esto es, “ámbitos de negociación entre empresarios y trabajadores, exclusivamente a nivel de empresa”, que formaban parte de “un intento de la dictadura por mejorar su imagen a nivel internacional”. En ese contexto, los militantes sindicales del PCU, opositores al nuevo régimen, “vivieron a partir de mayo una fuerte persecución de las fuerzas dictatoriales”.