“En tiempos de prosperidad general, existen 69 millones de niños que viven en la pobreza en algunos de los países más ricos del mundo”. Con esa frase comienza el informe de Unicef “Pobreza infantil en medio de la abundancia”, que se presentó este martes en la Torre de las Telecomunicaciones. El documento revisa el estado de la pobreza infantil en 43 países de ingresos altos y medio-altos de la Unión Europea (UE) y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además de incluir cifras sobre el fenómeno, realiza recomendaciones de políticas a los países para intentar revertirlo.

Natalia Winder Rossi, directora global de Políticas Sociales y Protección Social de Unicef, remarcó que “la evidencia es muy clara con relación a la importancia de la inversión en la infancia”, y sin embargo esta es en general insuficiente y llega muy tarde en la vida de los niños y niñas. En los últimos años ha habido un aumento del número de niños que viven en pobreza extrema y el perfil de los niños pobres ha cambiado: hay más niños pobres de zonas urbanas y que pertenecían a clases medias, advirtió la experta.

Winder señaló que si bien los gobiernos y el sistema político en general hacen hincapié en la importancia de las políticas dirigidas a la infancia y la adolescencia, ese enfoque no está integrado en la mayoría de las políticas públicas y en general no se traduce en líneas de financiamiento y de presupuesto.

La tasa de pobreza en infancias y adolescencias duplica la de la población en general

En el ranking realizado por Unicef entre países de ingresos altos y medio-altos, Uruguay ocupa el lugar 37 de 40 en cuanto a la tasa de pobreza infantil, que alcanza el 31,1% de esa población.

Darío Fuletti, oficial de Evaluación y Monitoreo de Unicef, indicó que en Uruguay, en los últimos 30 años, la tasa de pobreza en niños, niñas y adolescentes ha sido de entre 1,5 y dos veces la de la población en general. En los últimos diez años la cifra se ha mantenido en torno a los 150.000 niños, niñas y adolescentes pobres.

Más de la mitad de los hogares pobres enfrentan inseguridad alimentaria, lo que indica que no tienen recursos suficientes para llevar una dieta saludable, tienen incertidumbre sobre la capacidad de obtener alimentos o se han tenido que saltear una comida, según el informe de Unicef. El 39% de los niños, niñas y adolescentes en hogares pobres viven en viviendas que presentan carencias en su estructura, y el 18% de ellos habita en asentamientos irregulares.

Políticas para eliminar la pobreza infantil y la necesidad de derribar mitos

Unicef presentó líneas de acción para eliminar la pobreza infantil. En primer lugar, se hizo hincapié en la priorización del sistema de protección social. Se destacó la importancia de las transferencias monetarias: “Unicef hace una apuesta por las prestaciones monetarias y universales o casi universales para niñas y niños”, remarcó Winder. Fuletti mencionó a modo de ejemplo que podrían duplicarse las asignaciones familiares, lo que tendría un costo de medio punto del PIB.

Los expertos también proponen ampliar los servicios de alimentación en centros educativos (sólo el 5% de los adolescentes en hogares bajo la línea de pobreza tienen servicios de alimentación en sus liceos). “Es muy importante que sean universales para que no estigmaticen y para que no elijan no hacerlo”, advirtió Fuletti.

Se mencionó además la necesidad de otras políticas, como fortalecer el sistema de cuidados, el acceso a servicios públicos como educación, salud, nutrición y vivienda, y la generación de empleo decente.

Una de las dificultades a la hora de adoptar políticas de combate a la pobreza tiene que ver con percepciones erróneas o mitos que se construyen sobre la pobreza. Por ejemplo, que en los hogares pobres viven muchos niños: Fuletti señaló que en el 62% de los hogares pobres con niños, niñas y adolescentes viven solamente uno o dos niños y adolescentes. “No es muy diferente que en los no pobres”, puntualizó.

Otro mito es que los pobres no trabajan y viven de las transferencias, cuando en realidad la tasa de actividad en los hogares pobres es igual o “incluso apenas mayor” que en los hogares no pobres, apuntó Fuletti. “Pero hay más desempleo en los hogares pobres y el empleo es más precario”, acotó, y ese es “el principal determinante de que un hogar sea pobre, su vínculo con el mercado de trabajo”. Hay tres problemas principales en este sentido: la dificultad para conseguir empleo, la precarización laboral y la dificultad para conciliar el trabajo remunerado con el cuidado y las tareas domésticas. “Eso dificulta su acceso a la seguridad social y los vuelve más vulnerables ante shocks”, concluyó Fuletti.