Los 50 años del puente General José Artigas han disparado desde la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) una serie de eventos, con un rol central de la delegación uruguaya. El 11 de diciembre, en la propia sede del organismo, el Correo Uruguayo presentó un sello conmemorativo. El lunes fueron los actos centrales.

Fuentes consultadas han señalado cierto retraimiento, por una cuestión de “austeridad” económica, de la delegación argentina. El próximo año, el puente que une Fray Bentos con Gualeguaychú cumplirá sus cinco décadas.

La comunidad empuja decisión

La idea del puente fue germinando en la década del 50. Paradójicamente, y durante un año, (1954-1955), el gobierno del general Juan Domingo Perón enfrió relaciones diplomáticas con Uruguay; y ese fue uno de los gérmenes.

La medida se levantó el 16 de setiembre de 1955. En esa primera etapa del peronismo (1946-1955), el vínculo entre ambas orillas fue tumultuoso. La presencia de argentinos en Uruguay, antiperonistas, y su militancia irritaban al gobierno del general, al cual sectores acomodados temían. Exiliados voceaban sus arengas desde las legendarias radios Colonia, Ariel, Westinghouse, El Espectador, Carve, La Voz del Aire, Águila o Monumental.

Ambos pueblos —salidos de la misma placenta, al decir del expresidente José Mujica— mantenían vínculos de hermandad y de familiaridad, más allá de los vaivenes políticos. Llegar por entonces a Uruguay implicaba asumir una serie de gravámenes impositivos. En algún momento fue necesario un permiso especial. Aquí se recelaba del eventual talante autoritario de Perón y sus vínculos con el Partido Nacional, ya queel país estaba goberando por el Partido Colorado.

Desde mediados de los 50, cada comunidad litoraleña fue visualizando la necesidad de una mayor conexión. Nacían las comisiones pro puentes.

Dos hechos simbólicos jalonan las voluntades de los pueblos: en 1957 Uruguay le regaló a la vecina ciudad de Colón un busto de Artigas; días después el municipio de aquella localidad le puso a una de sus calles el nombre de Paysandú. El presidente argentino, correntino, Arturo Frondizi, un año después, mirando el gesto iniciado en Colón, designa a la escuela normal con el nombre de República Oriental del Uruguay.

Los intercambios entre sanduceros y colonenses vía fluvial se suceden; las crónicas señalan que se “hacían almuerzos y cenas en ambas ciudades”, una de las formas de profundizar los vínculos. La importancia de una mayor conexión ameritó el mejoramiento, en 1960, de los atracaderos. En un primer viaje fluvial llegaron a Colón dos autos Ford. Fue un gran acontecimiento que terminó con un almuerzo en el club La Armonía.

Planteo revolucionario que no prosperó

Así, con el empuje de las comunidades, “el 12 de mayo de 1964, el Concejo Departamental de Paysandú aprobó la erección de un puente flotante entre Paysandú y Colón, un proyecto de revolucionaria concepción técnica del uruguayo Leonel Viera”, cuenta Andrea Cattani, desde El Entre Ríos. Semanas después (26 de mayo), desde Colón, “el Departamento Ejecutivo de la Municipalidad expresó su apoyo a lo decidido días antes por el Concejo Departamental de Paysandú”. El decreto del entonces intendente colonense, Faustino Dominchin, decía que se “trata de una magna obra que abrirá perspectivas insospechadas para el progreso de esta comarca, de modo especialísimo para esta ciudad”. La “revolucionaria” propuesta de puente flotante, por razones geopolíticas, entre otras, fue descartada por los militares argentinos. Querían una conexión que les permitiera acceder rápidamente a territorio uruguayo, por si acaso. En las esquinas de Paysandú los canillitas voceaban la idea del puente flotante. Pero se descartó.

La obra física habilitaba la consiguiente comunicación entre Buenos Aires, y otras provincias, con Salto, Tacuarembó, Rivera, Mercedes, Montevideo y Colonia. En territorio argentino se conectaba por la ruta 14 con Buenos Aires y Concordia. Por otras rutas, en territorio de Entre Ríos, se facilitaba la vinculación con Paraná y Santa Fe.

Piedra fundante en el km 209

El 22 de mayo de 1964, “se decidió colocar dos piedras fundamentales de la obra: una en la costa uruguaya el 9 de julio y otra en costas argentinas, el 18 de julio”. Cada comunidad, con hombres y mujeres que empujaban la concreción del puente, se movía frente a sus respectivas autoridades. Como dato significativo, en 1963 se instala la fábrica de Portland en Paysandú.

Al año siguiente, el 12 de febrero, en el teatro Florencio Sánchez y, un día después, en la biblioteca Fiat Lux, los presidentes Washington Beltrán, de Uruguay, y el vice argentino, Carlos Perette, y ministros de Relaciones Exteriores firmaron cartas reversales, puntapié inicial para concretar las obras.

Los colonenses hablaban de un mercado zonal, sosteniendo que la “magnífica exposición feria” de la industria y la producción en Paysandú de 1966, realizada en la ahora Residencia Universitaria —antes Vialidad de la IDP—, significaba un “franco éxito” que potenciaba la iniciativa de las comisiones pro puente.

Los vecinos, en su entusiasmo, hablaban de ambiciosas iniciativas del diputado argentino Herminio J Quirós, generadas en la década del 20.

En el mismísimo 1966, funcionaba una comisión binacional y se cuenta que, incluso, visitaron al entonces presidente argentino Arturo Illia, luego eyectado por un golpe de Estado. Después, en 1968, hubo un protocolo adicional donde se establecía una obra “común e indivisible” con “igualdad de derechos y obligaciones mediante el régimen de peaje”. La iniciativa avanzaba.

Años después, una comisión técnica recibía el pliego de condiciones para la construcción del puente que tendría su cabecera en el kilómetro 209.500 del río Uruguay, entre las ciudades de Paysandú y Colón. .

Una unión de mil millones de dólares

Desde sus páginas, El Telégrafo decía que “se está dando el primer gran paso para el tendido que unirá físicamente para siempre a estas dos naciones hermanas”.

En 1970, década como la anterior, revulsiva; de años aciagos, agitados políticamente y creciente ascenso del autoritarismo, el 22 de julio el presidente de la comisión mixta internacional anunciaba que se había aconsejado la adjudicación de la obra a tres empresas consorciadas.

En su momento se manejó que la construcción costó 1.105 millones de dólares y que Uruguay corrió con el 30% de tal cifra en virtud de que del lado argentino era necesario realizar un largo viaducto. No eran tiempos de hacer preguntas ni había ley de acceso a información pública.

El 10 de setiembre de 1970 se adjudicó la obra al Consorcio argentino-uruguayo Empresa Argentina de Cemento Armado SA, Ingeniero Odemar H Soler SA y Zarazaga y De Gregorio SACIC. La decisión ameritó sendos festejos en ambos obradores. Sobre el cierre del año comenzaron las obras.

Un año después, con la obra en marcha, el intendente de Paysandú, arquitecto Óscar Garrasino, decía que “hace diez años inauguramos el servicio de una pequeña balsa, que recorrió este río hasta el día de hoy...”. Al mejorar la prestación que se brindaba, el intendente comentaba que “se ha transformado aquel pequeño servicio en este eficientísimo, a través del equipo donado por el gobierno argentino al uruguayo. Ustedes no se imaginan lo que esto representa hasta tanto se inaugure el puente internacional. Este atracadero no es sólo tal, sino lo que simboliza: una unión de amistad, de intercambio comercial, de riqueza para ambos países”.

Monumental obra

La construcción se inició finalizando 1970 —año en que Uruguay salía cuarto en el mundial de México—, y el puente se inauguraría el 10 de diciembre de 1975, en plena dictadura uruguaya.

Se habían dinamizado ambas localidades y empleado decenas de trabajadores. Unos meses antes de la inauguración, el diario argentino Clarín hablaba de “la monumental obra de 2.360 metros de extensión. Que tiene un ancho de calzada de ocho metros y dos carriles de tránsito”. En aquel entonces, “el tipo de lámparas utilizadas para su iluminación” era toda una novedad para estos países. Se hacía caudal “de la conectividad que ofrecía” el puente.

En la previa de la inauguración se “trabajó en la conformación de ‘un tinglado' que fungiera de paso de frontera”. En aquellos días, el ingeniero uruguayo Juan Fabini pedía la eliminación del cobro de peaje; del otro lado respaldaban la propuesta. El intendente de Colón, doctor Girard, abogaba “por la superación de todas las trabas que signifiquen el freno a la integración de la zona”. Esas eran las cosas que se discutían. Los medios hablaban de una “majestuosa estructura, plena de belleza arquitectónica; constituyéndose en el elemento más positivo de integración argentino-uruguaya de todos los tiempos”.

Puente de la amistad

La inauguración —el 10 de diciembre de 1975— la encabezaron los presidentes María Estela Martínez de Perón y Juan María Bordaberry, a la sazón dictador uruguayo.

Las crónicas señalaban que, en una coyuntura dominada por la doctrina estadounidense de la seguridad nacional y con escuadrones de la muerte operando, en Argentina la participación ciudadana, a diferencia del lado uruguayo, estuvo limitada, siendo marginal.

El martes 9 de diciembre de 1975, día previo a la inauguración, el periódico Entre Ríos había anticipado que la ceremonia, de aquel lado, sería estrictamente reservada a funcionarios oficiales y vedada al público.

Algunos vecinos aspiraban a que el puente se llamara de “la amistad”; pero en Uruguay era el “año de la orientalidad”; y se utilizaba la figura de Artigas, que estaba lejos de la balcanización territorial resultante tras la independencia. Casi todo lo demás es cosa conocida.

El viernes 12 de diciembre de 1975, el Entre Ríos sostenía que, por restricciones del lado argentino, había sido más una fiesta sanducera que colonense. Cientos de vehículos lograron hacer el bautismal cruce, aunque muchos desistieron debido a las largas colas.

Comunidades festejan y recuerdan

El 11 de diciembre, la Junta Departamental de Paysandú realizó una sesión especial con motivo de los 50 años de la inauguración del Puente General Artigas. Estuvieron presentes autoridades binacionales.

Además de intervenciones de las distintas bancadas, hicieron uso de la palabra el ingeniero Leonardo Bulanti y la presidenta de la delegación uruguaya en la CARU, Cecilia Bottino. La sesión se cerró con la entrega de una plaqueta recordatoria del acontecimiento, a Bottino y a los delegados del organismo.

Los festejos centrales fueron este lunes en la propia sede de la CARU en Paysandú. La invitación, a la comunidad y autoridades, señalaba que el puente es “símbolo de integración, fraternidad y desarrollo” entre ambas repúblicas.

De tanto trasiego, de ida y vuelta en las más diversas formas y reflejando la hermandad de ambos pueblos, engarzados con la situación de cada país, el pasaje se incrementa hacia uno u otro lado, por un uso intensivo. El puente está requiriendo los estudios estructurales correspondientes.