Hay niños que no pueden estar quietos y atentos en clase. Esto se puede explicar por una serie de factores muy diversos que van desde el aburrimiento hasta el Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH). Para profundizar sobre cómo tratarlo en el aula, la Cátedra de Neuropediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) trabajó durante varias jornadas de extensión universitaria con profesionales de otras disciplinas –psiquiatras pediátricos, maestras especializadas en dificultades de aprendizaje, psicólogos, fonoaudiólogos, psicomotricistas y una magíster en educación–. El miércoles 11 presentaron un libro que recoge los aportes de todos esos talleres y busca “difundir las implicancias de ser portador” de TDAH y ayudar a todos quienes se vinculan en el desarrollo de niños y adolescentes.
“No existe un marcador biológico que nos permita afirmar el diagnóstico. No hay una única manera de presentación y, a veces, el TDAH tiene presentaciones engañosas que deben ser conocidas para no establecer diagnósticos apresurados”, indica la doctora Cristina Scavone en el prólogo del libro. En diálogo con la diaria, la neuropediatra y coautora del texto, Sandra Berta, hizo énfasis en la importancia del diagnóstico: “Es lo más importante. El diagnóstico se hace a través del DSM-5 [“Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”], que establece todos los síntomas y signos que podría presentar un niño con TDAH, siempre y cuando no haya otra causa que explique el síntoma”.
Ese último punto es fundamental, acuerdan los especialistas. El diagnóstico debe ser multidisciplinario porque los síntomas del TDAH –que se resumen en alteraciones en la capacidad atencional, hiperactividad motora e impulsividad– pueden deberse a diferentes situaciones. “Por ejemplo, si en la casa de un niño el ambiente familiar no es favorable para el aprendizaje, si las condiciones socioeconómicas y culturales no son favorables, puede estar inquieto y distraído en la escuela. Si el niño tiene vegetaciones que lo hacen roncar y eso le provoca problemas para dormir, al otro día puede estar desatento e inquieto. El arte de llegar al diagnóstico es poder interrogar [sobre] todos los otros determinantes que pueden hacer que el niño tenga o no el trastorno y tener en cuenta que a veces coexisten”, explicó Berta.
Cuando el diagnóstico es definitivo el último paso es la medicación. Para este trastorno el fármaco recomendado actúa sobre el sistema dopaminérgico, es decir, si lo que falta es dopamina la medicación actúa de alguna forma haciendo que esté más disponible en el cerebro. Berta puntualizó: “Cuando el diagnóstico se establece adecuadamente el recurso farmacológico es válido y funciona. El tema es que hay niños con medicación que por otra causa presentan la distractibilidad, y ahí es cuando se dice que la medicación no funciona; de ahí también la importancia de entender bien el origen del comportamiento”.
La psicóloga Ana Lieutier enfatizó que “siempre termina medicando quien corresponde, que es el psiquiatra. Ningún psiquiatra debería medicar si no media un diagnóstico multidisciplinario; el DSM-5 plantea síntomas que en sí mismos no quieren decir nada, es decir, no porque presente todos esos síntomas va a tener el TDAH”. Agregó que “la medicación es lo último, después de que está hecho un diagnóstico en la interdisciplina, y aún medicándolo siempre debería ir acompañado de un tratamiento con la familia y en la clase”.
Gabriel González, jefe de la cátedra, agregó que “el tratamiento siempre va a ser multimodal. Lo psicoeducativo trabajando con la familia, en la escuela, buscando técnicas de refuerzo para mejorar su funcionamiento, pero en muchos casos eso sólo no alcanza y necesitamos la medicación para lograr que el niño mejore estos síntomas. Cuando funciona se ve un rendimiento más adecuado y eso es muy importante en la salud mental futura, porque esto no es una medicación para que saque mejores notas, sino para su salud integral”.
En el aula
Las maestras especializadas en dificultades del aprendizaje María Eugenia Reyes y Florencia Crispino detallan en el libro que las repercusiones en el aprendizaje pueden verse en “dificultades en varios de los procesos cognitivos que se ponen en juego en el aprendizaje formal”. Entre ellos señalan procesos léxicos, semánticos, grafomotores, y procesos implicados en el razonamiento lógico-matemático o de reflexión sobre el propio aprendizaje.
En diálogo con la diaria, Reyes destacó la importancia del trabajo con la familia, algo que remarcan en el libro. Aconsejan “definir de manera conjunta objetivos que se desean lograr y estrategias para facilitar la organización de los niños en el hogar: establecer rutinas, usar recordatorios y agendas (por ejemplo calendarios y listas con útiles que deben ir en la mochila)”.
La maestra aseguró que “muchas de las cosas que se trabajan con ese niño sirven para todo el grupo, entonces no hay porqué hacer una adecuación curricular aparte para él”. Sin embargo, en muchos casos son necesarias algunas adecuaciones metodológicas para poder ayudar al niño a alcanzar su máximo potencial (ver recuadro). En este sentido, marcaron como la mejor manera para comenzar la empatía: explicitarle al niño que se entiende por lo que está pasando y que se tratará de ayudarlo.
Herramientas para trabajar el TDAH
»» Conocer las fortalezas del niño: observar sus intereses y habilitarlo a que los socialice con el grupo.
»» Organizar la secuencia de tareas: hacer agendas en el pizarrón y chequearlos en la jornada.
»» Hacer contacto visual frecuentemente con el niño, sentarlo cerca del maestro con pocos estímulos alrededor y habilitarlo a hacer preguntas.
»» Intercalar propuestas curriculares exigentes con otras “livianas” que habiliten el desplazarse.
»» Juegos verbales y rítmicos junto con actividades recreativas.