Aurora tiene 88 años y nació y creció en Barriga Negra, un poblado rural de Lavalleja ubicado a 50 kilómetros de Minas al que sólo se accede con vehículo particular, porque ningún ómnibus llega hasta ahí. El jueves 7, Aurora esperaba paciente junto a su hija Gladys, de 69 años, que llegara el equipo de salud de las rondas rurales; había tenido una tos fuerte durante varias semanas y quería que la doctora le dijera qué hacer con el antibiótico que le habían recetado en la mutualista, porque no le había quedado claro. La Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) inició en 2010 el programa Rondas Rurales con el fin de acercar la salud a todos los rincones del país, y es así que varios equipos con distintos profesionales se dedican a recorrer las localidades del interior para hacer tareas de control y prevención, y entregar medicación a los pacientes con enfermedades crónicas.
la diaria estuvo junto a Graciela Rocha, doctora de medicina familiar y comunitaria, Ana Oxley, enfermera, y Amílcar Suárez, chofer, en la Sociedad de Fomento Rural Francisco A Cal, de Barriga Negra, acompañándolos en el día de la ronda rural que, como todos los meses, coincide con el pago de pasividades del Banco de Previsión Social. A las 9.00 en el salón principal aguardaban unas 12 personas, algunas solas, otras acompañadas, y aprovechaban a ponerse al día mientras Ana llenaba la planilla y comenzaba a hacer los controles de presión y glucemia. Cuando llegó Graciela los controles pararon y comenzó la charla.
Parte fundamental de las rondas rurales es acercar e informar a la comunidad, por eso los primeros diez o 15 minutos de la jornada están dedicados a ponerse al día: como la fecha lo ameritaba, el tema de aquella mañana fue el Día Internacional de la Mujer. Graciela había llevado pequeños lazos violetas para que todos se pusieran en el pecho, y comentó el lema de este año: “Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”. Sobre esto una vecina comentó: “El Día de la Mujer es todo los días”. Se le unieron varias voces de aprobación, que callaron cuando Juan, un veterano que estaba sentado en el fondo, comentó: “Las mujeres trabajan a la par de los hombres, hacen las mismas tareas, pero cuando contratan a una pareja para trabajar en el campo sólo le pagan [los aportes para] la jubilación al hombre”. La reflexión sobre el rol de la mujer rural y los problemas a los que se enfrentan a diario continuó.
“Si no venimos a hablar quedan aislados totalmente. Siempre dedico por lo menos diez minutos a charlar con ellos. Por lo general es un alboroto tal que no se escucha nada; te cuentan desde que la parra está con uvas hasta el problema más grande. Tienen muchas ganas de conversar y de expresarse. Esto es la parte comunitaria de la medicina y es la pata que faltaba, es comunicación, prevención y educación”, afirmó Graciela más tarde en diálogo con la diaria, y agregó que siempre intenta informarles de las cosas que están pasando y los invita a que se junten más entre ellos; trata de comprometerlos, aunque sea, a que al otro día se reúnan a tomar el té.
Ganan todos
En 2018 los equipos de ASSE hicieron 9.023 rondas rurales y recorrieron 328 localidades del interior del país. Entre los muchos profesionales que participan hay médicos de familia, licenciados en Enfermería, odontólogos, parteras, vacunadores, pediatras, psicólogos, promotores de salud, educadores, nutricionistas y ginecólogos.
La primera en entrar a la consulta de Graciela fue Aurora, siempre acompañada de Gladys. Durante un rato conversaron con la doctora, preocupadas por esa tos que había demorado tanto tiempo en irse y que sólo desapareció gracias a un jarabe casero hecho con yuyos. La principal preocupación de Gladys era no saber cómo tomar el medicamento que le habían recetado a su madre en la emergencia de la mutualista Camdel, en Minas. Ambas mujeres son pacientes de Camdel, así como varias de las otras personas que asistieron.
Si bien no hay un convenio de complementación de las Rondas Rurales en Lavalleja, ASSE, Camdel y la Dirección Departamental de Salud de Lavalleja (Ministerio de Salud Pública, MSP) mantienen un acuerdo mediante el cual la mutualista se hace cargo del salario de la médica y de sus viáticos; ASSE cubre el salario del resto de los trabajadores y financia el combustible de la ambulancia, mientras que el MSP aportó el vehículo. También se acordó que Camdel acepte como propias las recetas de ASSE que le manda la doctora. Ahora “al paciente que viene se le resuelve lo que tenga, incluso si es una emergencia. Alguna vez Amílcar me ha dejado acá y ha llevado a un paciente hasta Minas; hemos tenido que darle suero a pacientes que llegan deshidratados, incluso en otros lugares se han atendido partos”, dijo Graciela.
Ese día Aurora, Gladys y el resto de los 15 pacientes que pasaron por el consultorio fueron controlados en aspectos básicos. La presión arterial, el azúcar en sangre, la toma de medicación, el peso y el estado de deshidratación; cada uno es controlado y monitoreado según la situación que presentaba el mes anterior. Por ejemplo, a Aurora la médica le mandó un examen de sangre, para evaluar cómo avanzó la anemia que tuvo en enero. “Estas rondas son importantes porque permiten tener un control de los pacientes y eso es fundamental: si les dan un diagnóstico de diabetes, después tienen que seguir controlándose. Antes de que estuviéramos nosotros no lo hacían, se limitaban a tomar la medicación que algún familiar les levantaba en la mutualista pero no se controlaban más, seguían tomando una medicación sin saber si les hacía bien o no. Lo que nosotros hacemos es un estricto control en todos los niveles, y eso es lo que permite es prevenir problemas”, puntualizó la médica.
María vive en Sierra Blanca, una localidad a 12 kilómetros de Barriga Negra, y acompaña a Blanca, de 89 años, todos los meses. Para ellas las visitas mensuales “son bárbaras” porque les facilitan el retiro de los medicamentos; para Mónica, que vive en la zona rural, a unos seis kilómetros de la sede de la comisión fomento, las rondas rurales “son un alivio; facilitan un montón y está bueno porque nos atienden a todos, somos todos iguales para ellos”.
En equipo
Los tres miembros del equipo tienen tareas diferentes, y cada uno asumió un rol particular. Por ejemplo, el chofer no es sólo quien maneja la camioneta, sino que tiene un papel aun más importante: se encarga de convencer a la gente de la importancia del control preventivo. El día que se pagan las pasividades muchos hombres de la zona van a cobrar, se quedan almorzando un chorizo en la cantina o viendo alguna de las prendas que se ponen a la venta en el patio, pero no se acercan al consultorio; Amílcar conversa con ellos y trata de que, entre charla y charla, pasen al menos a tomarse la presión.
Ana utiliza su propia camioneta para viajar los 20 kilómetros que separan su casa, situada en el paraje Polanco, de Barriga Negra, y no sólo lleva las tareas administrativas y el monitoreo primario: también es la farmacia. Ella, con su propio sueldo, se encarga de retirar y pagar en la mutualista los medicamentos de los pacientes crónicos una semana antes de ir a la ronda rural, y allí los vecinos reciben la medicación y le devuelven el dinero. “Acá no hay ómnibus y mucha gente no tiene locomoción, no pueden ir a repetir medicamentos cada vez que se les acaban, por eso vienen el día que tienen que cobrar y ya les damos todo lo que necesiten hasta el próximo mes”, detalló la enfermera.
Todos se conocen, se saludan con un beso al llegar y al irse, saben las historias de lo que va pasando en Barriga Negra, son parte de la comunidad. Esto no fue un trabajo fácil, según Graciela. Al comienzo, en 2016, dos o tres personas se animaban a quedarse luego de cobrar; fue un logro de todo el equipo comenzar a informar sobre las ventajas que tiene la prevención en salud. Hoy en día, cuando ven toda la gente que se acerca al lugar se sienten orgullosos de su trabajo, aunque admiten que tienen que seguir trabajando para captar a quienes aún no incorporaron el chequeo médico a su rutina. Graciela reflexionó: “Cuando llegamos, la gran mayoría de los viejitos tenían hasta 26 de presión, y con eso andaban por la vida. Hay gente que no caminaba; una señora diabética severa estaba casi ciega. El gran problema es que ellos no tenían a nadie que los siguiera; iban a Minas cuando se sentían mal, les daban la medicación y se terminó; hasta que no les pasara algo más, no iban”.