Ya no son las enfermedades infecciosas las que matan a la mayoría de la población, sino las enfermedades no transmisibles, que están vinculadas a la mala alimentación y a la falta de actividad física. Para controlar esa epidemia, la Organización Panamericana de la Salud (OPS-OMS) recomienda restringir la publicidad, usar sellos que adviertan sobre el exceso de sal, azúcar y grasas en bebidas y alimentos –como el octógono negro que en Uruguay comenzará a verse en el frente de los envases en 2020– y aumentar la carga impositiva de los que sean nocivos. Sobre todo esto la diaria dialogó con el brasileño Fabio Gomes, asesor regional en Nutrición y Actividad Física de OPS-OMS, que vino a Uruguay para reunirse el lunes con los legisladores del Parlamento del Mercosur (Parlasur), a quienes les recordó la necesidad de crear leyes sobre políticas alimentarias y de convertir en leyes los decretos presidenciales.
¿De qué hablarán con los legisladores del Parlasur?
La reunión está dedicada a la discusión del etiquetado frontal de alimentos. Vamos a discutir la importancia de que apoyen los cambios necesarios para mejorar la alimentación; el uso de leyes es esencial para lograr los cambios que necesitamos en la escala, tiempo y efectividad que necesitamos. Una de las expectativas es que los legisladores tengan los elementos necesarios, si tienen interés, en avanzar en una legislación, no sólo del etiquetado frontal. El objetivo es ofrecer elementos que les permitan pensar y diseñar proyectos de ley que estén alineados con las recomendaciones, porque muchas veces se aplica a un grupo de productos muy restringido, algo que es muy común en el caso de impuestos: se aplican a un grupo muy reducido de bebidas y se escapa un grupo de bebidas que está contribuyendo al consumo de azúcar en el país y la gente empieza a consumir mucho más de esas bebidas, como jugos, néctares y bebidas no carbonatadas, y a veces el legislador se fija en las carbonatadas y se olvida de otras que son muy relevantes.
Chile, Perú y Uruguay tienen etiquetado frontal de alimentos –optaron por el octógono–, así como Bolivia y Ecuador, tienen el sistema de etiquetado de semáforo. ¿Hay alguno más?
No. Lo están estudiando Argentina, Brasil y Canadá. Y se sumó Caricom, la Comunidad Caribeña, que está en proceso de discusión de un reglamento subregional de etiquetado frontal, similar a lo que está aprobado acá y se está aplicando en Chile y se empezó a aplicar en Perú, con algunos elementos de mejora, como incrementar el tamaño del sello, aislarlo del fondo del envase, algunos elementos gráficos que tenemos de la evidencia que nos permite una eficacia mayor del sistema.
¿Cuáles son las principales estrategias de la industria alimenticia para frenar la regulación?
Ha crecido mucho la evidencia de prácticas corporativas políticas de las industrias de productos ultraprocesados –esencialmente en las multi y las trasnacionales– dirigidas a la interferencia sobre las políticas para favorecer la firma. Involucrarse con la comunidad, por ejemplo, financiar campañas y programas en escuelas, con el objetivo de generar amistad, casi una relación personal entre las personas y la corporación. Después, está el cabildeo político, intentar interferir en decisiones políticas, pero hay otras estrategias como la desestabilización de defensores de salud pública, sean de gobierno o de la sociedad civil, intentar llevar a uno u a otro a un juicio con un desequilibrio de poder muy grande, que busca frenar esa defensa de salud pública. Otra estrategia que se usa mucho es el descrédito de las autoridades, decir que la OPS no tiene la autoridad para decir eso, o que el Ministerio de Salud no tiene la competencia para hacer aquello. Nosotros hicimos un estudio piloto enfocado en las empresas más grandes de ultraprocesados del mundo y su actividad en 15 países en Latinoamérica y el Caribe; en un año identificamos 200 prácticas distintas. Los incentivos fiscales no los encontramos porque en esos países no eran años previos a elección y en general los incentivos fiscales vienen antes de las elecciones o justo antes de que el funcionario tome el puesto. Hay otras formas de influenciar también: yo puedo invitar a un político –un técnico del ministerio o de distintas esferas– para formar parte del consejo asesor de una empresa; ahora estamos trabajando un estudio que identifica los distintos mecanismos que tienen los países para proteger contra conflictos de interés. También están los incentivos financieros de la ciencia: la creación de pseudociencias, que es básicamente buscar que investigadores puedan ser sus voceros, crear múltiples voces en contra de la salud pública o en favor de la firma. Si yo cambio la evidencia en mi favor, la evidencia va en la dirección de decir que no funciona esta medida, o va en la dirección de mantener la duda. Con relación a la interferencia sobre etiquetado frontal en la región, en todos los países aplican una estrategia muy similar a lo que pasó y pasa con el etiquetado del tabaco, ellos van siempre por la más débil. En Ecuador van en contra del semáforo, pero en Uruguay vinieron a favor del semáforo, porque tenían un diseño que era más efectivo que el otro. En la reunión con el Parlasur vamos a discutir eso: no sólo la potestad, sino la obligación que tienen los Estados de avanzar, independientemente de la capacidad de armonizar comercio. La mitad de las muertes en este país están asociadas a la mala alimentación. Eso significa que un Estado puede marchar antes que el otro, pero todos tienen la obligación. Tenemos países que ya empezaron con medidas más restrictivas, como Argentina y Uruguay, a restringir grasas trans, cuando Brasil y Paraguay aún no. Si un país avanza en esta medida, los otros pueden aprender y este país puede mejorar esa medida.
¿Qué cambios se han dado en los países que ya tienen implementado el sistema de etiquetado frontal?
El sistema en Chile tiene tres niveles de implementación, este año llegamos al punto más riguroso. La industria se ha movido para reducir la cantidad de azúcar, de grasa, de sodio; cada vez más se identifican en Chile modelos de negocio que se han armado con esta nueva realidad. Los países que salen adelante con las regulaciones van a tener una mejor industria y una industria más preparada para enfrentar el mercado adentro y afuera del país, porque si una empresa sobrevive a un mercado regulado, sobrevive afuera en otros mercados, y eso es un beneficio para toda la sociedad, de este país y de los países vecinos, porque puede seguir aplicando esta práctica y beneficiando a la población de otros países. La industria de ultraprocesados pasó los últimos 50 años utilizando la ciencia y la tecnología de alimentos para producir alimentos más sabrosos, más baratos y convenientes, con muchos aditivos, y no alimentos más saludables. Dejaron de invertir en pensar otras tecnologías, por ejemplo, envases que pudieran mantener alimentos frescos, o procesos físicos de congelamiento o procesos de impedir oscurecimiento de alimentos frescos. Todo eso se podría estar utilizando para ampliar la oferta de alimentos frescos o mínimamente procesados, o sea, simplemente cortados o congelados sin añadir azúcar o sal. Recordemos que la mayor parte de la alimentación no viene de productos empaquetados, ultraprocesados. En Uruguay está en 40% probablemente, pero tenemos 60% que es arroz, frijoles, carne, pescado, legumbres, vegetales, frutas; todo eso es alimento y obviamente que tenemos que identificarlo como una posibilidad.
¿Cómo viene la implementación en la región de recomendaciones sobre la publicidad e impuestos? Uruguay está un poco atrasado en eso...
Sí, la publicidad es la medida regulatoria que menos avanzó en la región. En Uruguay hay un artículo en la ley [de Servicios de Comunicación Audiovisual] pero no está reglamentado, tendría que seguir las recomendaciones. Hay un compromiso de los países de adoptar las recomendaciones de la OMS para restringir la mercadotecnia a niños. El etiquetado también tiene elementos de marketing. Voy a mencionar en la reunión que tan o más importante que sumar una información clara y directa en el etiquetado es quitar los elementos persuasivos que hay en la etiqueta de los elementos. Por ejemplo, usar imágenes de frutas frescas en el frente de un envase que no contiene frutas, o utilizar personajes infantiles para enganchar a los niños. Ese fue el tema que más generó oposición en Chile, donde además de poner el sello se quitó el personaje infantil.
Como con la empresa de cereales Kellogg's, por ejemplo, que le hizo un juicio al Estado chileno por no poder usar el tigre en sus paquetes.
Sí. Ellos dijeron “es nuestra marca registrada, no lo puedes quitar”; obviamente, lo perdieron en los litigios porque es un derecho negativo: tienes el derecho sobre la marca pero no el derecho de usarla como quieras. En los estudios de mercadeo la etiqueta es uno de los elementos más poderosos, además de los personajes y los colores, por eso la evidencia nos indica que el camino es el de seguir hacia una cajilla plana. La marca es uno de los elementos más poderosos de identificación y definición de la decisión de compra del consumidor. Entonces, la marca está llevando a la persona a comprar un producto que es alto en sal y en azúcar, yo tendría que eliminar la marca también, según lo que la evidencia nos indica.
¿Eliminar la marca qué es? La marca sigue estando como la idea de la cajilla plana, pero sin su diseño...
Exacto. Puedes identificar el fabricante, pero la marca es todo el diseño. Los estudios identifican en qué se fija el consumidor para tomar la decisión y ese es uno de los elementos más relevantes; obviamente que hay otros. Para mí es inaceptable que haya países –como Paraguay y Brasil– que permiten poner una imagen de fruta en un jugo en polvo que no tiene nada de fruta o tiene lo que ellos llaman fruta en polvo, que para mí ya no es más fruta; la gente está comprando azúcar. Yo hice la comparación en Paraguay: pagás 30 veces más por el azúcar sólo porque tiene una imagen de sandía y sabor a sandía, pero es azúcar. El engaño que genera el etiquetado es de distorsionar la composición del producto, porque yo en este momento creo que estoy comiendo una sandía fresca, pero estoy tomando azúcar y pagando 30 veces más. Eso es algo que se debería tocar y Chile no lo hizo. En Brasil hay una iniciativa que están empezando a hacer defensa del consumidor, sociedad civil y la academia que se llama Observatorio de Publicidad de Alimentos, y estamos buscando apoyar otras iniciativas en otros países. Si acá en Uruguay vas a defensa del consumidor y preguntas ¿cuántas denuncias tenemos de publicidad engañosa de alimentos? Cero. No porque no exista publicidad engañosa de alimentos, sino porque la gente no reconoce una publicidad engañosa de alimentos. El objetivo es tener una población que sea más crítica frente a la este tipo de publicidad, y que conozca los mecanismos que puede utilizar.
¿Cómo interfieren los ultraprocesados en la alimentación tradicional de poblaciones indígenas o de las dietas rioplatenses, que tienen mucha carne, leche, harina?
Tenemos problemas que corregir en la alimentación tradicional, pero cuando miramos las tendencias, este patrón tradicional de alimentación no cambió en volumen y en prevalencia de consumo. O sea, quizás la comida tradicional se consuma un poco menos, pero lo que realmente empezó a incrementarse son los ultraprocesados y procesados. A pesar de que en muchos países hay problemas en la alimentación tradicional, no es la fuente de cambios que ha aumentado las enfermedades relacionadas a la dieta, pero igual tenemos que hacer correcciones. Aquí en Uruguay la Guía alimentaria para la población uruguaya es la herramienta clave para hacerlo porque rescata preparaciones tradicionales, intenta ubicarse en cuáles son los alimentos que se pueden comer a diario y no son altos en grasas, en sodio, en azúcar. Esto nos hace regresar a cocinar, si nosotros no cocinamos un restaurante lo va a preparar, eso ya nos protege un poco más porque la posibilidad de sumar azúcar, grasas y sal a una comida preparada es mucho menor que la posibilidad de sumar a un ultraprocesado. Al consumir un ultraprocesado comemos productos dulces que tienen sal, productos salados que tienen azúcar, justamente porque hacen los ingredientes virtuales, tienen la posibilidad de hacer una ingeniería del producto de modo que nosotros seguimos con ganas de consumir y no tenemos la capacidad de identificar cuánto nos están nutriendo. Si estamos comiendo carne, podemos ver si hay mucha grasa o si preparamos arroz o frijol sabemos cuánta sal le estamos poniendo y tenemos este control. En el momento en que las sociedades abandonan la culinaria y deciden confiar la cocina a la industria, pierden el control y la soberanía sobre su agrobiodiversidad, sobre los alimentos que tienen. Hay que usar todas las posibilidades que ofrece la culinaria para expandir la creatividad y repensar la monotonía de la dieta. Tenemos asociado que Uruguay es carne, leche y harina, pero si empiezas a mirar la guía te das cuenta de cuántos otros alimentos se podrían utilizar y cuántas preparaciones culinarias se podrían hacer. La comida italiana, que tiene mucha influencia aquí, es mucho más que pasta; comen mucho pescado, muchas preparaciones con vegetales, nosotros podemos ampliar eso también. Acá entra también el tema de las poblaciones indígenas, de los campesinos, porque estamos hablando de un sistema alimentario que va a conectarnos a todos, porque pasamos a ser no sólo consumidores sino coproductores: desde el momento en que yo paso a consumir esos productos, estoy incentivando la producción de esos alimentos. Entonces, esta paradoja que tenemos de indígenas y campesinos que tienen toda la riqueza en el campo para consumir y están pasando a plantar solamente una variedad de plantas es respuesta a nuestro consumo, porque estamos consumiendo sólo cuatro plantas, azúcar de la caña, aceite de la soja, harina de trigo y de maíz y hasta ahí, pero si nosotros ampliamos [nuestra dieta], tenemos la posibilidad de ampliar las posibilidades de los campesinos e indígenas.