“La tasa de suicidio en el personal de la salud es la más alta de todas las profesiones, superando la de los policías y militares por ejemplo, que también son altas. Esto se incrementa si se incluyen los suicidios de hijos y parejas de médicos. La tasa anual es de entre 28 y 40 cada 100.000 habitantes, el doble de la general a nivel mundial”, explicó el médico forense y especialista en medicina legal Guido Berro en una charla en la Academia Nacional de Medicina que tuvo lugar la semana pasada. El objetivo de la actividad fue “reflexionar en voz alta, situar el tema en el ambiente de la academia para evaluar que la tentativa de suicidio es algo más frecuente entre médicos que en la población general”, detalló en diálogo con la diaria.

Según Berro, son varias las razones que podrían explicar este comportamiento entre los especialistas. Por un lado, las estimaciones a nivel mundial indican que los profesionales de la salud tienden a ciertos niveles de depresión, 12% de los médicos y 19,5% de las médicas declararon haber pasado por momentos de depresión en su vida. El especialista sostuvo que estas tendencias se acompañan de altas tasas de adicciones, en especial al alcohol, que es también un desencadenante. Por otra parte, mencionó el síndrome de Tomás o burn out, que se relaciona con el agotamiento profesional: largas jornadas de guardia e intervenciones que duran horas llevan al personal de la salud a estar trabajando durante largos períodos de tiempo; esto produce lo que el expositor llamó “disfunción familiar”, ya que muchas veces los lazos afectivos se desgastan debido a la carga laboral, lo que a su vez causa el aislamiento de las personas.

A lo anterior se suma “el estigma” que pesa sobre los profesionales de la salud, en particular sobre los médicos: “Corre esa idea de que cada uno puede tratarse a sí mismo: casi sería algo malo consultar con un psiquiatra”. Según Berro, es necesario “asegurar una asistencia adecuada, confidencial, un acceso fácil y bien especializado en cada lugar de trabajo, porque el personal de la salud es renuente a aceptar que está mal y necesita ayuda”. El último factor que mencionó el médico es que al enfermarse los trabajadores de la salud “conocen lo que es esa enfermedad, saben el pronóstico y entienden el final de esa enfermedad, entonces hay médicos que pueden anticipar su propia muerte para no padecer lo que saben que se les aproxima”.

Berro considera que debería haber alguna red a la que pudieran acudir los profesionales en sus lugares de trabajo, pero enfatizó que sobre todo este tema debería ser abordado en las etapas de formación. Comentó que en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República “se ha hecho algún avance”, pero todavía es necesario institucionalizarlo.

Ante las cifras alarmantes a nivel mundial, se debería estudiar con mayor profundidad la situación en Uruguay y comenzar a tomar acciones que apunten a la prevención y a la “posvención”, afirmó el médico. Para explicar este término citó al psicólogo y especialista en suicidio estadounidense Edwin Shneidman, que en 1971 estableció la relación que permite afirmar que “cada suicidio afecta y daña al menos a seis personas”, por lo que resulta urgente trabajar en “prevenir los daños”. Para eso, se debe hablar del hecho cuando sucede, aclararlo y liberar de culpas; además, es necesario trabajar en el aislamiento de los profesionales de la salud como estrategia de prevención.