La italiana Ana Brisitiani vivió en un conventillo de la calle Balcarce, en Buenos Aires, hasta el 17 de marzo de 1871, cuando murió durante la gran epidemia de fiebre amarilla que azotó Argentina en esa época. Meses más tarde, Juan Manuel Blanes retrató su muerte y la de su esposo en base a los apuntes del comisario de la ciudad y casi 150 años después los médicos y científicos del Hospital Maciel y el Institut Pasteur intervinieron una imagen del cuadro con códigos QR, para que todos los pacientes que pasen por el patio del hospital puedan escanearlos e informarse sobre la fiebre amarilla y los riesgos que implica para la población hoy en día.
Álvaro Villar, director del Maciel, comentó en diálogo con la diaria que “el cuadro es un gran recordatorio de la importancia de las vacunas, de la medicina preventiva y de la organización sanitaria; queremos usar esta imagen, que es tan conocida por nuestra población, para reforzar estos conceptos”. El médico agregó que desde el Maciel se ha trabajado mucho con el arte en el desarrollo de la cultura institucional y en el tratamiento a los pacientes para crear una atmósfera hospitalaria mucho más productiva para el trabajo de recuperación del paciente.
Cada código QR deriva a temas relacionados con la fiebre amarilla que ayer, en el marco de Pasteurizarte, el evento que propone unir ciencia, arte y sociedad, fueron presentados por distintos expertos a niños de la escuelas del barrio. Fabio Grill habló desde la infectología; Juan Ignacio Gil Pérez lo hizo sobre la historia de la medicina a través de la fiebre amarilla; Ana Ribeiro trajo a colación la vida en Montevideo y Buenos Aires durante la epidemia de 1871; Enrique Aguerre destacó el cuadro de Blanes y sus personajes; Teresa Picón conversó sobre las vacunas, mientras que Gonzalo Moratorio se refirió a la biología molecular del virus.
Grill, médico del Maciel, enfatizó la importancia de la vacuna y explicó el ciclo del virus. Tal como la define la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la fiebre amarilla, que se caracteriza porque a los enfermos se les pone la piel de ese color, “es una enfermedad hemorrágica vírica transmitida por mosquitos, endémica en las zonas tropicales de África y América del Sur. El vector del virus de la fiebre amarilla en el ciclo de transmisión urbana de una persona a otra es el Aedes aegypti, mientras que en el ciclo selvático de transmisión, de un mono a otro o, accidentalmente, de un mono a una persona, intervienen distintas especies de mosquitos”.
La fiebre amarilla estuvo controlada durante muchos años, pero desde 2016 ha habido un aumento en los casos. El médico destacó que desde 1993 hasta 2003 hubo 2.099 casos, con una mortalidad de 45% y sólo entre 2017 y 2018 se llegó a una cifra superior: 2.200 casos. En ese mismo período en Brasil hubo 1.376 casos, de los cuales falleció 35% (483 personas).
Grill señaló que no hay un tratamiento para la enfermedad, sino que sólo se tratan los síntomas –de allí la importancia de vacunarse para prevenir–, y remarcó que la vacuna es “extremadamente efectiva”. El médico y los niños coincidieron en que, a pesar de que en Uruguay no hay casos de fiebre amarilla, es fundamental la vacuna porque los principales destinos turísticos incluyen zonas de contagio como Brasil y el Caribe.
Interinstitucional
Más allá de esta intervención mediante Pasteurizarte, el Hospital Maciel y el Institut Pasteur trabajan en conjunto en varias iniciativas. Villar comentó a la diaria que dos de ellas se destacan. Una es el trabajo en el laboratorio de bacteriología, “que cuenta con equipamiento de última generación que puede ser utilizados no solamente para el diagnóstico de distintas enfermedades e infecciones en pacientes, sino que puede aportar, además, a proyectos de investigación para el desarrollo de nuevas técnicas y nuevos tratamientos”, mencionó el director. Particularmente están interesados en el estudio de la microbiota y de toda la flora bacteriana intestinal: “Estamos viendo de qué manera disminuimos el daño que podemos hacer a esa flora durante la internación, dado que se ha visto que la repercusión de ese daño es sobre todo el organismo”, puntualizó.
El otro polo de estudio con las instituciones es la biología molecular y el diagnóstico genético del cáncer: “Estamos desarrollando un laboratorio de biología molecular que va a funcionar en el Maciel. Permitirá tener un diagnóstico molecular de varios cánceres”, aseguró Villar, quien dijo que la inauguración del laboratorio será en dos meses.
Villar apuntó que para un hospital “con la complejidad del Maciel” es “fundamental investigar”. “Es responsabilidad de cualquier prestador de salud contribuir a la generación de conocimiento; de lo contrario, sólo seríamos repetidores de conocimiento realizado por el resto del mundo. Tenemos recursos humanos, equipamiento, y tenemos la actitud necesaria para contribuir en la búsqueda de mejores diagnósticos y tratamientos para los pacientes”, agregó.
Además, explicó que trabajar en conjunto con el Institut Pasteur aporta investigadores especializados y organización científica. “Hoy por hoy, ya no se concibe la idea de un genio que descubre algo solo. Lo que debe generarse son equipos y hábitos, formas de investigar que implican un procedimiento diario de trabajo, exigencia y control. No hay buena y mala investigación: o se investiga como se debe, al nivel de exigencia que tiene la ciencia, o no se investiga”, subrayó.