En medio de la fiebre mediática por el coronavirus, la semana pasada un medio uruguayo publicó en su web el resultado del examen de laboratorio del hisopado nasal de una persona, así como su cédula de identidad. El examen indicaba qué tipo de infección respiratoria tenía: era el coronavirus OC43 –que ya estaba presente en nuestro ambiente– y no el SARS-Cov-2, como se denomina el nuevo coronavirus (que causa Covid-19, como se llama la enfermedad).

Al difundir esos datos, se violó la privacidad de la persona; también se había violado el principio de confidencialidad que debió cumplir el personal del centro de salud. Esta fue una perla más en una semana de carnaval –en la que por lo general escasean las noticias– que había empezado con la insistencia de los medios de comunicación por tener la primicia y decir si el nuevo coronavirus había llegado a nuestro país y quién lo tenía.

Fue así que el Sindicato Médico del Uruguay (SMU) resolvió organizar un taller con periodistas titulado “Coronavirus Covid-19: comunicar en tiempos de sobredosis informativa”, que se hizo ayer de mañana; participaron la infectóloga Zaida Arteta (secretaria médica del Comité Ejecutivo del SMU), Hugo Rodríguez, médico legalista, y Daniela Paciel y Julio Medina, ambos infectólogos e intensivistas. Al referirse a la publicación de los datos personales, Arteta dijo que la insistencia –aun ante la confirmación de que la persona no tenía el nuevo virus– “era producto de la psicosis de decir algo en la prensa, de comunicar algo, de tener una nota; era [la intención] llenar el espacio con algo y se llenó con el examen con la cédula de las personas”. Rodríguez agregó que los médicos deben trabajar con el principio de la confidencialidad, que “no es un principio moral abstracto”, porque no garantizarla puede llevar a que alguien no se atienda y quede sin asistencia. Pero advirtió que para los periodistas puede haber un “conflicto ético” entre el deber profesional de dar a conocer algo y el daño que pueda generar su difusión.

Puede haber casos más polémicos que este, pero cabe recordar que el Código de Ética Periodística uruguayo es claro al decir que debe preservarse la privacidad de las personas y que el derecho a la información de los ciudadanos sólo prevalecerá cuando se vea afectado un bien de la comunidad o el interés público, y esta no era una situación de ese tipo.

Medina pidió evitar “usar un lenguaje sensacionalista que causa pánico” y dar información correcta, por ejemplo, “recordar que use sabiamente el sistema de salud”. Arteta agregó que es necesario hablar de la tasa de vacunación, de las medidas que hay que tomar para prevenir la transmisión de los virus respiratorios (como lavarse las manos con frecuencia, taparse la boca con un pañuelo o con el codo al estornudar o toser) o “qué significa que las personas vayan masivamente a comprar mascarillas”, porque hay centros de salud en donde están escaseando y no les dan a todas las personas con síndromes respiratorios, como debería ocurrir (deben usarlas personas con afecciones o sus cuidadores, entre ellos el personal de salud, pero no todo el mundo).

Esta semana un medio tituló que el sistema de salud uruguayo enfrenta “grandes problemas” para responder a esta epidemia por insuficiencias de las unidades de cuidado intensivo (por falta de recursos humanos, de unidades de aislamiento y de respiradores). Los médicos presentes en el taller lo reprobaron por el pánico que generó el titular, pero también por la experiencia anterior. “Un virus como este va a estresar el sistema de salud y a la sociedad”, reconoció Medina.

Tanto él como Paciel afirmaron que Uruguay ya tiene experiencia acumulada. “Ya enfrentamos la pandemia H1N1 y no fue diferente a lo que pasó en el resto del mundo”, dijo Paciel. “Estamos en Uruguay, no estamos en Suiza” y “hay montones de cosas para mejorar”, reconoció, pero agregó que esta es “una enfermedad que requiere los mismos recursos que cualquier enfermedad respiratoria aguda, las mismas precauciones, se basa en exactamente las mismas medidas de control y precaución de infecciones, no tiene nada raro: no es ébola, no es una enfermedad hemorrágica, es lo que hacemos todos los días”.

Señaló que la diferencia es que si llega el coronavirus, el sistema tendrá una sobreexigencia y puede ser que más personas requieran CTI. Más que la infraestructura, dijo que le preocupan los recursos humanos, porque la tasa de vacunación del personal de salud “no es ideal”, así como tampoco el uso de medidas de protecciones y remarcó que está habiendo desabastecimiento de mascarillas.

Micrófonos abiertos

Otro capítulo de conversación fueron las fuentes a las que se consulta: un infectólogo no necesariamente tiene que saber sobre todas las enfermedades, por eso se subespecializan. Sin alusiones concretas, dijeron que hay “voceros válidos” y que muchas veces hay profesionales que salen a hablar, pero que “el afán personal de querer figurar en algo es individual, es un tema ético de cada uno”. Medina aclaró que es diferente el enfoque de un virólogo que trabaja en investigación básica que el de los médicos clínicos, y que eso conviene tenerlo claro.

Arteta agregó que muchas veces las autoridades sanitarias “retacean información para que no sea levantada por notas de prensa como alarma, pero a su vez el no dar información es peor porque se genera una especulación mucho mayor, es un círculo”. “No estamos preparados quienes tenemos algo para comunicar ni quienes comunican, nos faltaría subir un escalón de intentar comunicar diferente”, concluyó.