Gabriel González es médico y director de la Cátedra de Neuropediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) e integró el equipo coordinador principal del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH). A cuatro meses del cierre del GACH, le preocupan los efectos del distanciamiento social por la pandemia. “Siempre dijimos, y sabemos, que el problema mayor no iba a ser el virus en forma directa sino los efectos secundarios ocasionados en los niños derivados de todas las circunstancias vinculadas a las medidas tomadas, que afectan a los más vulnerables. Ese es el elemento prioritario porque llevamos un año y medio, más de 500 días, de esas medidas que afectaron notoriamente a los niños”, explicó a la diaria en una entrevista que se desarrolló en el Centro Hospitalario Pereira Rossell, en donde se ubica el Servicio de Neuropediatría que comparten la cátedra y la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE).
Enumeró algunas de las condiciones adversas que estima que aumentaron durante la pandemia: la pobreza, la inseguridad alimentaria, el desempleo, el incremento de situaciones de depresión o ansiedad, la disminución de los controles con pediatras y el contacto con maestras y educadores, que son quienes muchas veces detectan los problemas de desarrollo. Algo de eso ya se vio en un estudio que hicieron la Administración Nacional de Educación Pública y la Facultad de Psicología de la Udelar sobre el que se apoyó el GACH, y que mostró que durante la pandemia a los preescolares “les fue peor en el lenguaje, en lo social, en prepararse para la escuela”, resumió González. Pero la pandemia no afectó por igual: “Los casos en que en el hogar pudieron compensarlo poniendo una maestra o por estar más conectados no fueron tan graves como en los lugares en los que no lo pudieron hacer”, señaló. Por otra parte, expresó que “no sabemos qué pasó con el consumo de alcohol y marihuana en embarazadas durante la pandemia, pero es posible que haya aumentado”.
Los primeros 1.000 días
“La prioridad absoluta como sociedad es cómo mitigar o disminuir el impacto de la parapandemia especialmente en niños y en primera infancia, porque sabemos la importancia que tienen los primeros 1.000 días de vida posconcepcional: ahí se juega el partido”, planteó González. Detalló que desde la gestación y los primeros años de vida se forma el cerebro del niño. “Al nacer, el niño tiene billones de neuronas para conectarse, y para que esa conexión sea adecuada se necesita que el medioambiente sea óptimo. Se necesita buena alimentación de la madre, buena alimentación del niño –sabemos el valor que tiene el hierro en las conexiones cerebrales y los neurotransmisores–, tener un buen apego, el estímulo del lenguaje, que la madre esté en buenas condiciones de salud, que no esté deprimida, que no esté ansiosa. Necesita no tener contacto con tóxicos en la etapa fetal y posterior, desde el alcohol –que sabemos que es un gran teratógeno, que afecta al bebé cuando se está formando el corazón, el cerebro y puede crear problemas físicos y de desarrollo–, la marihuana, el tabaco”, enumeró.
Lo que se hace –o no se hace– hoy impacta en el futuro. “Todas las dificultades que vamos a ver después –problemas de aprendizaje, problemas de conducta, problemas de adicciones, problemas de violencia, problemas de autorregulación– que terminan haciendo eclosión en la adolescencia empiezan en esta etapa”, aseguró. Después de la pandemia “todas estas circunstancias que rodean al nacimiento y los primeros años de la vida han estado más complicadas: ha habido más factores de riesgo. Sabemos que esto ha pasado y tenemos que intervenir tempranamente, porque el tiempo del cerebro del niño es ahora. Si yo ahora dejo pasar un tiempo y no intervengo y hago la inversión cuando el niño tiene cinco años, no lo recupero”, planteó.
González aclaró que estos problemas no son exclusivos de las personas con pocos recursos económicos. “No hay que estigmatizar diciendo que esto es un problema del Pereira [Rossell]; este es un problema de toda la sociedad”, dijo. “Una depresión no solamente es de los pobres”, ejemplificó, ni lo son las alteraciones del sueño, algo que definió como “clave para el desarrollo del cerebro: un niño que duerme bien tiene mejor desarrollo y mejor aprendizaje”, y advirtió que “con la pandemia cambiaron los relojes y hay niños que a veces son las cuatro de la mañana y están despiertos, pierden la rutina”, comentó. Agregó que “en otros medios, a veces más altos, puede haber poca interacción de los padres con sus hijos, muchas veces están muy expuestos a pantallas, y el niño necesita el contacto cara a cara, el hablarle, el cantarle una canción, un cuento, todo eso es clave”, subrayó. A esas menores pautas de estimulación agregó la incidencia de la ausencia de pecho directo y problemas vinculados a la puesta de límites, que también aparecen en los sectores altos.
Factores de protección
En el desarrollo del niño, “75% depende de la interacción entre genes y ambientes”, sostuvo. “El ADN no es el árbol de la vida, es un telegrama al que hay que darle puntuación, y la puntuación se la da el medioambiente”, agregó. Pero además de hablar de los factores de riesgo, González propone hablar de los factores de protección, de la resiliencia. “En situaciones de estrés como vivimos en estos años hay gente que sale fortalecida por ese mecanismo tan complejo de interacción entre el cerebro, el sistema de la regulación endócrina, el medioambiente, aspectos psicológicos. ¿Por qué en las mismas condiciones de adversidad un niño se desarrolla muy bien tiene un desarrollo óptimo y otro no? Son los factores de protección o de resiliencia, y ahí podría haber un buen apego, una buena estimulación, una buena alimentación, pecho directo, una abuela que se dedicó a ayudar al vínculo con la madre”, expresó.
“Si está en situaciones óptimas, el niño tiene menos posibilidades de tener problemas de aprendizaje, discapacidad intelectual, trastorno del lenguaje, problemas de comportamiento, hiperactividad”, dijo.
Inversión y retroceso
“En la parte pediátrica, si uno tuviera que decir prioridad absoluta en este momento, diría: primera infancia, cerebro en los primeros 1.000 días, el desarrollo y todo lo que uno pueda hacer para mitigar los efectos adversos y potenciar la resiliencia, los efectos favorables de protección entre lo que entra, incluso, la vivienda”, afirmó González.
Para eso, pidió que haya “una política de Estado a largo plazo”, y mencionó que antes en Uruguay nacían 50.000 niños por año y que ahora son 35.000 y “muchos de ellos nacen en condiciones de adversidad”. “Hay que hacer más y mejores programas dirigidos a primera infancia y a desarrollo, que si ya eran prioridad antes, ahora, con las condiciones de la parapandemia, son más importantes. Nacen pocos niños y si los que nacen no los cuidamos al máximo, el futuro nuestro terminará siendo poner más cárceles, más policía”, planteó.
Entre los programas que han tenido resultados positivos en el desarrollo de niños y niñas, mencionó los CAIF, Uruguay Crece Contigo y la educación preescolar, porque “el jardín disminuye la brecha entre hogares en donde no está tan estimulado y hogares en situaciones óptimas”, indicó. Nombró, también, el programa Seguimiento de Recién Nacidos de Alto Riesgo (Serenar) que se creó en 2006 por impulso de la Cátedra de Neuropediatría y con el financiamiento inicial (por tres años) de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) para disminuir la prevalencia de alteraciones del neurodesarrollo en niños y niñas con riesgo psiconeurosensorial, a través de la captación precoz de quienes presentaran factores de riesgo biológico y/o social (como por ejemplo anemia, prematurez, situación de pobreza, problemas de apego). Desde un comienzo, el programa atendió a usuarios de ASSE, organismo que pasó a gestionarlo junto con la cátedra a partir de 2009.
“El programa Serenar fue un antes y un después, fue una de las primeras unidades de atención temprana en el país. Permitió descentralizar la neuropediatría –en estos 15 años hemos formado mucho más de 100 profesionales– porque creamos unidades en el Cerro, en la Unión, en el Pereira Rossell, en Tacuarembó, en Salto, en Colonia, en Durazno, en Maldonado y en Treinta y Tres”, detalló González.
Pero a Serenar nunca se lo ubicó formalmente en el organigrama de ASSE y pese a los buenos resultados, según González, a partir de 2015-2016 “se le fue quitando el oxígeno”, y la actual administración continuó esa tendencia. Las unidades interdisciplinarias originarias fueron quedando disminuidas. “Serenar Cerro desapareció, el de la Unión casi desapareció, Colonia también y el resto va en vías de desaparecer”, afirmó González, que dijo que en estos días habló con referentes de Aecid que le han consultado para replicar la experiencia uruguaya –“de las más exitosas”– en el exterior, y que no pueden creer que esté desapareciendo.
Por otro lado, mencionó que “hay una inequidad en la asistencia de los niños en el sistema público y en el privado porque en el interior del país faltan neuropediatras en ASSE: “No tienen en Florida, San José, Rocha, Colonia, Artigas, Flores y ahora tampoco en Salto”, dijo, y acotó que todos esos niños deben trasladarse al Pereira Rossell para tener consulta con estos especialistas.
También planteó preocupación por el planteo de las autoridades del Banco de Previsión Social (BPS) de limitar los tratamientos. “En este momento, en la situación en que estamos uno diría que más que limitar, tenemos que doblegar ese tipo de recursos”, opinó. “Hay que poner más programas de primera infancia; hay que recordar la cantidad de cosas que se hicieron y las que haya que mejorar, que se mejoren, pero son claves. Hay muchas herramientas muy buenas. Nadie que empieza descubre y arranca de cero”, observó. Consideró que “urge implementar” las casas de desarrollo que proyecta crear ASSE pero “sin desmantelar un programa como Serenar”.
Desarrollo a futuro
La gran apuesta de ASSE para este quinquenio es la creación de 13 casas del desarrollo. Hasta el momento se ha creado una en Las Piedras, Canelones, que es la que funciona plenamente. Ignacio Ascione, director de Salud de la Niñez y la Adolescencia de ASSE, informó a la diaria que son unidades asistenciales compuestas por neuropediatra, pediatra, psicopedagogo, psicomotricista, fonoaudiólogo, maestra especializada, y pueden incluir a trabajadores sociales; están ubicadas en el primer nivel de atención, es decir, en policlínicas, a las que “la gente pueda acceder cerca de donde vive”, para que no tenga que trasladarse al Pereira Rossell.
Ascione anunció que se desarrollan dos tipos de estrategia: están las “unidades de atención temprana”, para niños de menos de seis años, y las “unidades de dificultades del aprendizaje”, para escolares y adolescentes. “ASSE nunca tuvo fuerte impronta en los tratamientos, eso es lo que queremos implementar”, aseguró, y comentó que se comenzará por la atención de niños y niñas que no pueden acceder a las prestaciones del BPS. El objetivo final sería crear una casa por departamento, pero por ahora no estarán en todo el territorio. Según Ascione, en el área metropolitana se instalarán cuatro: una en el Cerro, otra en Ciudad de la Costa, otra en el Serenar de la Unión y seguramente en el Saint Bois”. La de Las Piedras se instaló en mayo, “está funcionando a pleno” y ha logrado responder a la demanda, con la integración de 500 niños, dijo el director.
En agosto de 2020 ASSE inauguró una casa de desarrollo en Salto y otra en Paysandú, pero “no se han consolidado la totalidad de recursos”, reconoció Ascione, quien dijo que “ahí están funcionado con el programa Serenar”.
Con respecto a Serenar, Ascione comentó que el problema de fondo fue que ASSE nunca pudo ubicar el programa dentro de su estructura. “Debía estar anclado a ASSE pero la gestión anterior entendió que no debería ser así”, comentó. Valoró que la experiencia de Serenar es “riquísima” y que en ella se apoyaron para el diseño de las casas de desarrollo y remarcó que “estas unidades Serenar se van a incluir en el trabajo de las casas del desarrollo”.
En cuanto a la falta de neuropediatras en el interior del país, dijo que se buscará que haya un especialista por región. Por otra parte, dijo que en algunas regiones, como el norte y el este del país, “es difícil conseguir pediatras recibidos”, así como psicopedagogos.
Según Ascione, la atención de la primera infancia es una prioridad de la administración de Leonardo Cipriani. Pero por ahora, los recursos no están; la aspiración es incluir las casas de desarrollo en la próxima Rendición de Cuentas. En caso de ser afirmativo, el presupuesto estaría a partir de 2023.