“La Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP) apoya y acompaña las medidas sanitarias adoptadas por las autoridades, en el entendido de que era totalmente urgente y necesario restringir la movilidad de las personas, buscar un descenso en el número de contagios de covid-19, y apuntar a evitar la saturación del sistema de salud”, expresa el comunicado difundido este miércoles por la SUP.

De todas formas, la SUP plantea que la suspensión de las clases presenciales “impacta directamente en la salud y bienestar de niños, niñas y adolescentes”, y por lo tanto, es una medida que “debe ser monitoreada y revisada permanentemente”. La SUP recomienda retomar la presencialidad plena lo antes posible y “extremar esfuerzos” para mantener el apoyo social que brindan los centros educativos a las familias, en especial en los contextos sociales más vulnerados en sus derechos. Se deberá mantener “desde la cobertura en la alimentación, que no se puede ver afectada, hasta el acompañamiento a las familias en otras situaciones de extrema complejidad y relevancia para cada niño, niña y adolescente”, dice el texto.

Asimismo, los pediatras alertaron por la “fuerte presión y las graves consecuencias que el contexto de pandemia genera sobre la salud mental” y llamaron a todos los actores involucrados en la salud a brindar “una atención integral y segura”.

La SUP llamó a la población a extremar cuidados y redoblar esfuerzos en la lucha contra el virus. “Adherimos al concepto de ‘permanecer en la burbuja’, siendo plenamente conscientes de la desafiante situación sanitaria que vivimos. El uso de tapabocas, lavado de manos, distanciamiento y ventilación de espacios cerrados son medidas conocidas por todos y totalmente vigentes para evitar los contagios”, plantea el comunicado.

Monitoreo constante y variables territoriales

En diálogo con la diaria, Gabriela Garrido, psiquiatra infantil, profesora y directora de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República se preguntó si la medida de suspensión “debía ser general para todo el país o considerar la particularidad sanitaria de cada lugar”. Contó que la cátedra trabajó en todo momento por una “presencialidad segura en los centros educativos” y que junto con sus equipos asesores recomendó a las autoridades “realizar un monitoreo permanente y adecuarse a la situación de cada territorio”. Garrido aclaró que la cátedra no se interpone al cierre de un salón o de una escuela cuando la situación lo amerite, aunque considera que si la suspensión de la presencialidad “se mantiene hasta fines de Turismo es una cosa, pero si se prolonga o la progresión en la apertura no considera las variabilidades territoriales, sin dudas vamos a tener riesgos mayores”.

Garrido manifestó que le preocupa especialmente el impacto de la suspensión de la presencialidad en adolescentes y jóvenes: “De acuerdo a lo que vimos en el confinamiento inicial, los jóvenes han sido de las poblaciones que más han sufrido”, expresó. Mencionó que las dificultades que experimentaron en la conectividad para acceder a la educación aumentaron la brecha entre el sector público y el privado, además de hacer caer aún más la matriculación de estudiantes en enseñanza media con respecto a la educación primaria.

Por otra parte, comentó los impactos en la salud mental: “Hemos visto un incremento de consultas en la población adolescente. De hecho, tenemos un trabajo sobre población con problemas vinculados al espectro del autismo, y en la población adolescente vimos mucho mayor impacto que entre escolares”, dijo Garrido. De esta forma, los adolescentes, que se contagian más que los niños pequeños de la covid-19, se ven expuestos a un doble riesgo: los propios de la covid-19 y los efectos de las medidas que recaen sobre ellos.

Uno de los argumentos planteados para cerrar los centros educativos, según la psiquiatra infantil, es que no eran seguros. Para Garrido esto tiene que ver con que “quizás en muchos lados no se tomaron las previsiones” que se recomendaban, como reforzar los recursos para la higiene y funcionar con grupos más pequeños. Señaló que “eso está vinculado con tener mayor disponibilidad de salones y mayor número de recursos humanos; no hubo un incremento de recursos humanos según las escuelas, como estaba previsto”.

En cuanto a la asistencia de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica en pandemia, Garrido explicó que funciona desde el año pasado “una serie de casillas online por temas que aparecían con mayor prevalencia”, como problemas del sueño, ansiedad, temor a enfermar e hiperactividad, entre otros. La cátedra recibe las consultas de emergencia del Hospital Pediátrico Pereira Rossell y “eso no tiene ninguna limitación”, expresó Garrido, aunque sí se les pide a las personas que eviten consultas innecesarias.