Los cambios de hábitos que trajo la pandemia impactaron negativamente en la salud visual. El cansancio ocular o “fatiga visual” fue una de las principales consecuencias del cambio de hábitos, explicó a la diaria el oftalmólogo Martín Sánchez.

Al poco tiempo de declarada la emergencia sanitaria, en marzo de 2020, la asociación Visión y Vida de España publicó el estudio “Cómo ha afectado el confinamiento a nuestra salud visual”. Partiendo de una situación precovid, que tampoco era la mejor en este campo de la salud de los españoles, los autores concluyeron que tan sólo 100 días de confinamiento pueden afectar la visión de las personas de cualquier edad. Durante el período de encierro, la visión de más de la mitad de la muestra estudiada (57,4%) empeoró, según el estudio.

Entre los motivos por los que se deterioró la visión de las personas durante el confinamiento el estudio español detectó “una exposición demasiado fuerte a las pantallas” que obligó a un sobreesfuerzo visual. Cuando las personas nos encontramos frente a una pantalla, el ritmo de parpadeo disminuye considerablemente, ocasionando una falta de distribución de la lágrima. Eso puede derivar en la aparición del síndrome de ojo seco, explicó Patricia Schimchak, presidenta de la Asociación Uruguaya de Oftalmólogos, en conversación con la diaria. Cuando se tiene esta afección, “el paciente percibe molestias, alteración en la calidad de la visión y sensación de arenilla ocular”, sobre todo en lugares cerrados y en donde hay aire acondicionado, dijo a este medio el oftalmólogo Marcel Bouvier, referente del Área Programática de Salud Ocular del Ministerio de Salud Pública (MSP).

Según Schimchak, junto con la pandemia se ha visto un incremento de este y otros síntomas “a consecuencia del uso de los dispositivos electrónicos”. Sánchez expresó que se notó el aumento de problemas por esta causa en jóvenes de edad laboral activa. Agregó que “sin dudas la edad de más consulta por este tema fue la escolar y la liceal”, pero aclaró que eso “no significa que aumentara la patología en este grupo”.

Luego de estar más de dos horas frente a una pantalla y por la disminución de la frecuencia del parpadeo, adultos y niños pueden empezar a presentar síntomas como “irritación, picazón, cansancio o dolor de cabeza”, que es lo que se conoce como síndrome informático visual, dijo a la diaria Pablo Fernández, presidente de la Sociedad Uruguaya de Oftalmología Pediátrica y Estrabismo.

Según Schimchak, no sólo el uso prolongado de pantallas ha influido en el aumento de casos de ojo seco, sino que también ha contribuido el uso de mascarillas. “Con el tapabocas, uno respira y todo el aire sube hacia los ojos”, haciendo que se sequen con más facilidad y cambiando el “microambiente local”, lo que también ha aumentado los casos de blefaritis, que es la inflamación del margen de los párpados, expuso.

El estudio español detectó otros motivos por los que la visión de muchos empeoró durante el confinamiento: la mala iluminación con la que cuentan muchas casas, las jornadas laborales y de ocio dedicadas a actividades que implican “visión próxima”, y el hecho de que muchas personas se enfrentaron a un período de mayor esfuerzo visual sin la correcta graduación de lentes. Además, la investigación hizo referencia al sedentarismo ocasionado por el confinamiento que afectó la salud, en general, incluida la visión.

Los problemas causados por la falta de contacto con los ambientes exteriores se dan, según Schimchak, porque al aire libre “relajamos la acomodación”, lo que equivale al enfoque en una cámara fotográfica. Según la oftalmóloga, lo aconsejable es tener al menos una hora al día de actividad al aire libre, algo que para muchos fue imposible durante los primeros meses de la pandemia.

Alteraciones en las consultas

“Durante la emergencia sanitaria, la oftalmología no escapó al resto de las especialidades médicas ni a lo que ocurrió en las consultas de medicina general: los controles fueron espaciados”, manifestó Bouvier. Se recurrió tempranamente a las consultas telefónicas, y si bien no fue una solución perfecta, sirvió para continuar brindando servicio y sobrepasar el primer período de pandemia, expresó Fernández. Schimchak aclaró que “las patologías importantes no se dejaron de ver”, ya que cuando el oftalmólogo consideraba que el paciente debía ser atendido presencialmente, se hacía. Además, los servicios de emergencia de los diferentes prestadores de salud siempre contaron con guardia oftalmológica las 24 horas del día y “muchas consultas fueron canalizadas de esta manera”, añadió Bouvier.

Schimchak cree que aún es pronto para saber si la falta de consultas presenciales tuvo alguna repercusión en la salud visual de las personas. Fernández dijo que hubo algunos retrasos en situaciones como cambios de lentes, pero que esos casos luego fueron resueltos, y que los diagnósticos más graves “siempre eran derivados en forma oportuna”.

Sánchez, en cambio, expresó que en el seguimiento de patologías crónicas como el glaucoma o las vasculopatías (retinopatías diabéticas, oclusiones vasculares) la falta de controles tuvo una repercusión negativa, porque al no acceder a un control clínico, “en algunos casos hubo empeoramiento”. Al respecto, Bouvier expresó que “si bien no se cuenta con datos estadísticos, es lógico asumir que los pacientes portadores presentaron un avance”. Dichas patologías son algunas de las afecciones más frecuentes en Uruguay y deben ser tratadas a tiempo para evitar consecuencias graves como la ceguera. En el marco del Día Mundial de la Visión, el segundo jueves de octubre, el MSP hizo hincapié en la importancia de los controles al menos una vez al año para prevenir estas patologías, sobre todo en las personas con factores de riesgo.

Para Sánchez, la oftalmología tuvo un agravante ante otras especialidades, ya que “la telemedicina no es de gran ayuda, porque en este tipo de trabajo la consulta debe ser presencial”. Además él entiende que la consulta telefónica puede servir en algunos casos, “pero no para la mayoría”, dijo.

Futuro borroso

En 2016 un estudio publicado en Ophthalmology, la revista de la Academia Estadounidense de Oftalmología, estimaba que 49,8% de la población mundial sufrirá de miopía para 2050 y 9,8% tendrá miopía alta para ese año. En el texto se califica a la miopía no corregida como una de los principales motivos de deterioro visual a nivel mundial. Entre las causas para la aparición de miopía, Schimchak destacó la falta de vida al aire libre y el exceso de actividad “de cerca”. Por esto, en este período en que esos factores se han visto acrecentados “ha aumentado el número de niños con miopía”, expresó.

Según Fernández, “incluso desde antes de la pandemia, la consulta oftalmológica pediátrica había aumentado bastante”. Si bien el especialista advierte que el origen de la miopía es multifactorial y puede deberse a una causa hereditaria, remarcó que la sobreestimulación de cerca favorece la aparición y el desarrollo de esta enfermedad. Este factor se incrementa en etapas precoces, ya que el uso de pantallas en niños pequeños puede hacer que precisen lentes, así como la falta de actividades al aire libre. Además, coincidió en que a raíz del confinamiento y de las clases virtuales, ha habido un aumento de niños que tienen miopía y que, por lo tanto, precisan lentes.

Un grupo de oftalmólogos argentinos publicaron un estudio en junio de 2021 denominado “Progresión de la miopía en la infancia durante el confinamiento del covid-19 en la Argentina”. La principal conclusión que se desprende del estudio es que en el período 2019-2020, que incluyó el confinamiento domiciliario estricto, la tasa de progresión anual de la miopía en niños en Argentina fue más alta que lo que había sido en 2018-2019.

Otro estudio, publicado en enero de 2021 en la revista médica JAMA Ophthalmology de la Asociación Médica Estadounidense, se enfocó en la “progresión de la miopía en niños en edad escolar después del confinamiento domiciliario de covid-19”. Se observó un cambio sustancial en aquellos niños de seis a ocho años, ya que la prevalencia de miopía durante 2020 fue mayor que en años anteriores. El texto explica que aunque todavía se necesitan más estudios para poder generalizar los hallazgos, ese período de edad es “importante para el desarrollo de la miopía”. En esas edades los niños deben ser controlados porque “la miopía se da cuando el ojo no se está desarrollando bien, y una vez que pasan los ocho años de vida, ese ojo no se desarrollará más”, expresó Schimchak.

Cuidados durante el verano

“Lo importante es hidratar la superficie ocular y el uso de lentes con buen grado de filtro UV” tanto en adultos como en niños, dijo Sánchez. Fernández y Schimchak también coinciden en que el uso de lentes de sol en niños es recomendable, pero teniendo en cuenta la dificultad para que un niño no se los quite, el gorro con visera es una buena opción, “eso ya protege bastante”, expresó la oftalmóloga.

“Los rayos ultravioletas son dañinos, no solamente porque es un factor de riesgo para distintos cánceres a nivel ocular, sino que a la larga hay mayor riesgo de catarata y maculopatías”, dijo la especialista. Sánchez también hizo hincapié en esas afecciones que pueden aparecer a largo plazo, pero además explicó que de forma inmediata una exposición excesiva al sol puede generar el síndrome de ojo seco.

Consejos de higiene visual

Patricia Schimchak, presidenta de la Asociación Uruguaya de Oftalmólogos, recomienda una serie de actividades para cuidar la vista ante los cambios de hábitos provocados por la pandemia:

  • Estar al menos una hora al día al aire libre.
  • Ser conscientes de que frente a la pantalla se parpadea menos; por lo tanto, intentar hacerlo con más frecuencia.
  • Colocar el monitor de la computadora de forma de mirar un poco hacia abajo para que el párpado caiga con mayor facilidad, lo que hará que el ojo se lubrique mejor.
  • Cada 20 minutos abandonar la pantalla y dirigirse a una ventana para relajar la acomodación y luego volver.