“La encuesta [sobre el uso de antibióticos en la población uruguaya] aportó al Ministerio [de Salud Pública (MSP)] una visión del tema que no tenía”, valoró Henry Albornoz, infectólogo, intensivista y asesor del MSP en la primera encuesta sobre el uso de antibióticos, elaborada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el marco del proyecto “Trabajando juntos para combatir la resistencia a los antimicrobianos [RAM]”.

La encuesta fue telefónica y relevó 800 casos de todo el país (60% del interior y 40% de Montevideo). Uno de los datos más destacados del análisis es que los preescolares, escolares y adultos jóvenes son los que más antibióticos consumen a causa de infecciones respiratorias y dentales. Por otra parte, durante los últimos dos años, 90% de las personas consumieron antibióticos por recomendación médica, 7% por su cuenta, 2% por recomendación de un conocido, y 1% por la farmacia.

24% de las personas compra los antibióticos en farmacias comerciales y de ese porcentaje, 52% lo hizo con receta y 48% sin receta. Además, uno de cada diez uruguayos tomó algún antibiótico sin haber tenido la recomendación médica. En cuanto a si las personas que tomaron antibióticos los últimos dos años se hicieron un estudio de laboratorio sugerido por su médico antes de comenzar el tratamiento, 67% contestó que no.

Según Albornoz, “una de las sorpresas [de los resultados] fue la alta utilización de antibióticos en la salud odontológica”. Sobre este tema hizo dos reflexiones: consideró que parte de la utilización de antibióticos por el sector odontológico “podría ser evitable o prevenible” si se consignara una mejor salud odontológica “desde la promoción de salud”. Según el asesor, la cartera “ha incorporado poco a los odontólogos en las estrategias de promoción del uso adecuado de antimicrobianos”, así como en el diseño de algunas políticas públicas.

En cuanto al desarrollo de estas políticas, sostuvo que Uruguay “está intentando encarar el problema desde una sola salud”, es decir, desde la interacción de la salud humana, la veterinaria y el medioambiente, porque “todas las áreas están relacionadas”. Ejemplificó que la eliminación de los antimicrobianos hacia el medioambiente “genera condiciones para que las bacterias estén expuestas, por lo tanto, es un estímulo para que los mecanismos de resistencia y las bacterias encuentren un contexto de dispersión y les llegen a los humanos por esa vía”. En este sentido, remarcó que aún falta aprendizaje respecto del desecho de los antibióticos.

Según el asesor, la lucha regional contra los antimicrobianos, en la que Uruguay participa, “ha permitido dar pasos e instrumentar algunas políticas”, por ejemplo, el Plan Nacional de Salud Veterinaria y el de Salud Humana, “que tienen varios años”. “Lo que falta es lograr integrar los tres aspectos” desde el punto de vista de la salud humana. Agregó que recientemente se reglamentó la implementación de programas en los prestadores de salud, dirigidos al uso adecuado de los microbianos. La idea es que haya equipos que se dediquen a adecuar el uso y la indicación de los antibióticos “en un proceso que tiene varias etapas y es complejo”, en el cual “una de las etapas más importantes es vigilar el uso y tener indicaciones” para el consumo. Para Albornoz, cuando el médico receta, “es sólo el final del proceso”.

Infecciones y pandemia

Otro de los aspectos a los que el asesor hizo referencia fue el problema de la resistencia de las bacterias ante los antibióticos, algo que consideró “preocupante”. Sostuvo que si bien ya se había instalado antes de la pandemia, “el período incrementó el problema” y aceleró el curso de algunos eventos, por ejemplo, del “aumento de infecciones por bacterias muy resistentes a los antibióticos”, particularmente infecciones vinculadas a la asistencia sanitaria. “Lo que esperábamos que ocurriera en diez años está ocurriendo hoy”, afirmó. El motivo fue que durante la mitigación del coronavirus “un gran sector de la salud se dedicó al virus” y eso generó que se descuidara la dispersión de las bacterias.

Por otra parte, manifestó que el problema de la resistencia de las bacterias a los antibióticos “ya existe”, no es algo futuro, y quienes más lo enfrentan en la actualidad son las personas con las enfermedades más complejas y que tienen mayor interacción con el sistema de salud, por ejemplo, pacientes graves que ingresan a cuidados intensivos y que transitan internaciones largas. “Es frecuente que luego de algunos días [de internación] los pacientes adquieran infecciones”, agregó.

También informó que para “algunas bacterias seleccionadas” hay pocos antimicrobianos y los que se disponen de acceso “más fácil” no son buenos y, además, son relativamente tóxicos y tienen mayor posibilidad de generar efectos colaterales. Al aplicarlos, “se ingresa en un ciclo con infecciones complejas y tratamientos que son de menor eficacia y tienen consecuencias de retroalimentar el problema que hoy es lo central”, es decir, la resistencia.

Alertó que “en la medida en que el problema crece y se dispersa”, con el tiempo es posible que pueda llegar a infecciones menos complejas y se expanda a la comunidad, es decir, que deje de ser un tema sólo intrahospitalario.

Mayor eficiencia

El infectólogo e intensivista Homero Bagnulo, quien participó en las campañas contra infecciones más importantes del país y la región, coincidió en que la revisión es fructífera sobre todo porque “aporta datos concretos sobre la realidad” actual del consumo de antibióticos.

Sobre el porcentaje de personas que acceden a los antibióticos sin receta médica consideró que “es peor que si no existiera una normativa vigente”, porque se genera “impunidad”, entonces consideró que hacer cumplir esta normativa sería una acción conveniente.

Por otra parte, recalcó que vivimos en una sociedad de consumo, en la que las personas se quieren retirar de la consulta con algo. Recomendó recetar “una solución de sueros salinos” que “no hacen mal, no son un antibiótico y no generan asistencia” porque “si aceptamos que la gente procesa así y no podemos cambiarlo, podemos encontrar otras salidas”.

En el entendimiento del problema también consideró necesario atender que “hace 35 años que estamos con el tema del uso de los antibióticos”. Según Bagnulo, la primera estrategia para controlar la dificultad fueron los niveles de receta que se aplicaban según el contexto y el motivo de la receta, algo que “se llevó adelante en algunas instituciones pero no se pudo mantener en el tiempo”. Otra de las estrategias fueron los tratamientos acortados, conseguir que “el uso de los antibióticos no se extendiera más de tres o cuatro días” y, por último, recientemente, el tratamiento bajo la supervisión de un equipo, lo que mencionó Albornoz.

“Si durante 25 años cambiamos de estrategias y ninguna funciona es que algo estamos haciendo mal”, recalcó el infectólogo, y consideró que una de los motivos del fracaso de las estrategias es “hacer lo mismo”. Para Bagnulo, la comunicación “es el 70% de la actividad médica”, y si no se le puede comunicar a la gente el problema de los antibióticos “es porque no sabemos cómo hacerlo”. Por esto, consideró importante reforzar la comunicación en la formación de los médicos.