El departamento del laboratorio clínico del Hospital de Clínicas (HC) encabezado por Raquel Ballesté, especialista en el área y profesora directora del departamento, presentó el libro Actualización en temas de laboratorio clínico, que reúne los conocimientos generados en dos jornadas académicas realizadas en 2022 con sede en los departamentos de Rivera y Rocha.

Las jornadas del departamento clínico en el interior del país comenzaron en 2017 y su principal objetivo fue conocer las dificultades de cada región, así como descentralizar el conocimiento. En 2022, luego de la pandemia, la cátedra retomó las actividades con jornadas en los departamentos mencionados, y con modalidad virtual y presencial para poder hacer partícipe a todo el territorio.

El tema abordado en Rivera, en mayo, fue la experiencia adquirida en el diagnóstico de la covid-19, mientras que en Rocha, el mes pasado, el encuentro se centró en el uso racional del laboratorio clínico.

Algunos puntos

En diálogo con la diaria Ballesté repasó algunos puntos de reflexión que dejaron las jornadas, entre ellos, necesidades de acentuar el trabajo en los departamentos alejados de Montevideo y buscar soluciones a dificultades relacionadas a los estudios clínicos.

En principio, en cuanto a la situación de los laboratorios en el interior remarcó que si bien “depende del lugar”, los volúmenes de muestras que manejan son menores que en Montevideo y eso repercute en que “no puedan tener un equipamiento con el porte de los equipos de la capital”.

Sobre los recursos humanos, señaló que “en el interior hay un déficit” de especialistas y licenciados en laboratorio clínico que se nota en mayor o menor grado dependiendo del departamento, pero “los abarca a todos”. Según Ballesté, esto se debe a que la formación también está centralizada en Montevideo, lo que genera, entre otras cosas, que “los recursos humanos vengan a formarse a la capital y se queden”.

En cuanto a la actualidad del laboratorio clínico en todo el país, el tema central de la jornada de Rocha, comentó que “la especialidad como tal está bien posicionada” porque de una u otra forma, en algún momento, todos logran tener “equipamientos de calidad y con buenas características”, la mayoría trabaja con “controles de calidad internos y externos”, y todo eso “asegura la calidad en un importante porcentaje”.

Pero, por otra parte, algo que también les compete a los laboratorios es que “a medida que la ciencia avanza hay cada vez más estudios y de mayor complejidad”, que hacen que “la solicitud sea mayor”. Entonces, si se considera que “70% de las decisiones clínicas son tomadas en base a estudios de laboratorio”, claramente existe una necesidad de solicitar esos estudios, pero esto deriva en una correcta o incorrecta indicación y en esto es “en lo que se debe seguir trabajando, y en conjunto”.

“Nos compete a todos” evitar solicitar estudios que no tienen indicación, porque el análisis se debe solicitar “cuando define un diagnóstico, un tratamiento o es para prevenir una enfermedad”, apuntó, y señaló que el clásico de “pedir una rutina no existe”. Por ejemplo, pedir un perfil lipídico “tiene la intención de prevenir una enfermedad”, pero solicitar “todo” en “una rutina” y sin indicación concreta implica “un gasto que no se debería hacer”. Solucionar este punto “es un trabajo en conjunto” entre laboratoristas, médicos y directores de área.

Según Ballesté, “una forma de bajar los costos” es que determinadas especialidades no puedan solicitar algunos estudios, pero “no es la mejor” opción, porque estos “dan un valor agregado al diagnóstico”. Opinó, entonces, que hay que trabajar en “no solicitar estudios de más, pero sí cuando son necesarios” y aportan a la atención.

A su vez, recordó la situación puntual de los laboratorios de Rivera durante la pandemia. Dijo que, según contaron los funcionarios, “se vieron desbordados” porque antes de la emergencia sanitaria “en muy pocos laboratorios del interior se practicaba biología molecular”. La llegada del coronavirus “obligó a instalar equipamientos”, por lo menos “en algunos lugares”, para dar respuesta “a los pacientes hospitalizados”.

Luego el impacto ya no se centró en “brindar equipamiento, sino en aprender a manejarlo”, explicó. Aprender técnicas, interpretar los resultados obtenidos y “hablar el mismo idioma” entre médico y especialista fueron algunos de los principales desafíos.

La especialista sostuvo que si bien fueron dificultades que compartieron los profesionales de Rivera, fue una situación que se dio en varios otros departamentos del país, los cuales se encontraron hasta con la dificultad de “transportar y derivar correctamente muestras de biología molecular”.

Concluyó que todos los procesos dejaron “experiencias muy interesantes”, que hoy “posicionan a los laboratorios del interior de otra forma”, aunque lo que utilizaron durante la pandemia no lo pueden reiterar para todas las demás patologías por la baja cantidad de casos que se presentan.

Detección de alteraciones

Uno de los puntos incluidos en el libro son las alteraciones de los parámetros hematológicos y bioquímicos en los pacientes con covid-19 y el rol del laboratorio en el manejo de estos pacientes.

“A medida que los casos confirmados fueron en aumento, se visualizaron alteraciones analíticas” asociadas a la severidad de la enfermedad. Aquí es donde se manifiesta la importancia de conocer los valores sanguíneos.

En primer lugar, monitorear los parámetros bioquímicos –análisis que por medio de una muestra sanguínea dan información sobre distintos órganos y del metabolismo en general– fue importante por “la alta tasa de mortalidad” y para poder establecer la progresión de la enfermedad lo más temprano posible. El testeo bioquímico tuvo un rol importante en la gravedad de la enfermedad, y quienes tuvieron indicación de este tipo de test fueron los pacientes sintomáticos con elementos clínicos que demandaron mayor atención médica.

Se descubrió que varios biomarcadores inflamatorios se presentaron en pacientes con covid-19 grave; en ellos se detectó “elevación de citoquinas proinflamatorias [células que se vinculan con el crecimiento de otro tipo de células], y el factor de necrosis tumoral [regulador] se observó también en pacientes graves”.

La especialista apuntó que los casos más graves de covid-19 “se caracterizan por una respuesta proinflamatoria masiva” que se estima que progresa a daño e insuficiencia de múltiples órganos. Con este panorama, “el monitoreo bioquímico implica la evaluación del perfil inflamatorio y el reconocimiento temprano de lesiones” cardíacas, renales y hepáticas.

Los problemas de la demanda

Más allá de la pandemia por coronavirus, como menciona Ballesté, las solicitudes de los análisis clínicos se han incrementado en Uruguay, pero también en el mundo. En Estados Unidos “los costos en salud se han incrementado de 8% en 1990 a 15% en 2020 [según estimaciones]” y los médicos son quienes controlan “más de 80% de estos costos”.

Según el libro, en la actualidad “los médicos ordenan pruebas por razones adicionales a las aceptadas”, que incluyen presión del paciente o su familia, curiosidad, inseguridad y –“probablemente el motivo más frecuente de todos”– hábito. “Parecería que los médicos clínicos solicitan pruebas con mayor frecuencia de lo necesario” y eso a la larga puede provocar “efectos adversos”.

La situación “debe corregirse” por varias razones. En primer lugar, porque estos estudios “generan inconformidad del paciente” en la medida en que incrementan la posibilidad de generar falsos positivos. En segundo lugar, en cuanto al sistema de salud, el aumento que se representa en “una tasa de crecimiento anual de 6,15% es motivo de preocupación”, ya que los centros asistenciales tienen un gasto cada vez mayor y recursos cada vez más limitados.

Para un adecuado uso del laboratorio clínico, la revisión recomienda evaluar y valorar “con rigurosidad” las nuevas ofertas antes de incorporarlas a los servicios, eliminar “técnicas obsoletas y paneles fijados sin criterios clínicos”, y evitar repeticiones redundantes e innecesarias.